Capítulo 29.

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A las 2 en punto Nix tocó la puerta, Ina se miró en el espejo de nuevo mientras yo bajaba a abrirle. Shamsiel se había adelantado.

–¿Cómo estás? –Besó mi mejilla. –¿Y Zarina?

Reí un poco. –Muy bien, gracias. Zarina está arriba, ya baja.

Asintió con una sonrisa y se sentó frente a mí en el sofá, a mi lado se sentó mi hermano y cuando Ina bajó, se sentó junto a Nix.

–Bien. –Los miré. –Estuve pensando y el mejor lugar para nuestro próximo paso es este.

–¿La casa? –Asentí.

–No es mala idea. –Me secundó Shamsiel. –Ustedes estarían aquí, Nix en la cocina y Zarina y yo en la segunda planta.

Asentí. –Justo por eso lo pensé así. Si algo llega a salir mal, todos estaríamos juntos.

–No estoy cómoda. –Admitió mirándonos. –Es peligroso que dejemos a Nix solo.

Él rió. –Soy un humano, pero no soy débil.

–No es débil, además que sea humano nos da una ventaja sobre Gadreel. No podrá detectarlo.

–¿Cómo estás tan segura?

–¿Cómo sabes que la persona frente a ti no es humana?

–Lo sientes. –Shamsiel se recargó. –Si es capaz de aprender a bloquear su mente y tener la mente en calma para que no detecte actividad mental, estaremos por delante de él.

–¿Y qué si lo detecta?

–No vamos a discutir sobre eso. –Interrumpió Nix. –Yo estaré en la cocina como se planeó, puedo defenderme.

Zarina se tragó sus próximas palabras, y por un momento me dio tristeza. Estaba preocupada por él, porque sabe que él sí puede morir. Más allá de la atracción que siente por él, sigue protegiendo a las creaciones de nuestro padre.

«–No voy a dejar que nada le pase, es mi mejor amigo.»

«–No puedes cuidarte y cuidarlo a él, vas a sumergirte en recuerdos ajenos.»

«–Lo protegeré. Confía en mí.»

Me miró a los ojos, y asintió.

Aquella era una promesa por mí, porque no estoy dispuesta a perderlo.

–¿Ya terminaron?

Rodé los ojos. –Sigamos.

–Quedaré con venir aquí, él tendrá que aceptar porque le advertí que sería bajo mis condiciones.

–Nosotros dos estaremos arriba, confío en que aún recuerdas como pasar desapercibida. –La rubia asintió. –Nix se quedará en la cocina, te daré una daga.

–¿Una daga? –Lo miró.

–En caso de ser necesario que intervengas, la clavarás en su espalda.

–En sus cicatrices. –Completó recordando. –Eso lo dejará como a Arissai, ¿no?

Asentimos.

–¿De qué hablas?

–Cuando fue mi juicio y me condenaron a caer, los ángeles se acercaron a mí aún cuando vieron que no tenía alas. Alguien clavó algo en mis cicatrices.

–¡Carajo, chica! ¿Supiste quién fue?

Negué. –Estoy segura que fue Raguel, pero no pudimos comprobarle nada.

–Ese es un cabrón. –Shamsiel y yo concordamos. –Después resolveremos eso, chica.

–Entonces ustedes estarán arriba y yo en la cocina. –Asentimos. –¿Ya sabes cuándo?

El pecado del ángel. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora