Capítulo 17

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17.¿Qué más quieres?

Emma...

El cielo aún estaba oscuro, al ver el reloj de mi celular marcaba las cinco de la mañana, caminé lentamente por la casa, comencé a subir las escaleras con rumbo a mi habitación. Con cada paso que daba recordaba lo ocurrido en el departamento de Liam era inevitable que la ola de recuerdos no me atormentase, en cuanto entre cerré la puerta quedando recargada en ella, mis lagrimas comenzaron a salir como si de una tormenta se tratase, saque mi ira tirando y destruyendo todo a mi paso, hasta que ya no pude más y me deje caer en el suelo.

Permanecí unos minutos acurrucada para después levantarme y caminar hacia el baño, no me importo estar completamente vestida, abrí la regadera, dejando que mojara cada parte de mi cuerpo. Sintiendo cada gota de agua mojar mi cara, me deje caer. Mis lagrimas se mezclaban con el agua, comencé a deshacerme de la empapada ropa, quedando completamente desnuda.

Permanecí arrinconada abrazándome a mí misma, tratando de sacar todo el dolor que sentía, rogando por que cada gota de agua limpiara todo, incluyendo los recuerdos.

¡Eres fuerte! ¡Tú puedes, Emma!

¡Tú puedes!

Me repetía una y otra vez, como si fuese tan fácil.

Me levante, cerré la llave del agua, repitiéndome que ya no lloraría más, sería la última vez que pasaría por una situación así, ya no sería la misma estúpida de siempre. Ya no.

La estúpida y sumisa de Emma estaba enterrada, aquella Emma que era pisoteada y la burla de los que la rodeaban, ya no existía. Esta vez nada sería igual.

No tenía otra opción. Seguía siendo la estúpida de todos o simplemente me volvía una perra sin sentimientos.

Al salir del baño, observe la hora de mi reloj. Tenía que darme prisa o mi plan se arruinaría, tome lo primero que encontré en el closet para vestirme, acomode algunas cosas en una de mis mochilas, tenia todo lo necesario para los próximos días.

No había marcha atrás.

Acomode mi celular, ni siquiera me tome la molestia de encenderlo. Los rayos del sol se colaban por la ventana de mi habitación, abrí la puerta para salir no sin antes dedicarle una última mirada a mi habitación, la cual estaba hecha un desastre, tal y como me sentía en ese momento. No era como si no fuese a regresar, obviamente lo haría, pero ya nada seria igual.

Al bajar agradecí no ver a mi hermano, imagine que aun se encontraba descansando, por lo cual le enviaría un mensaje mas tarde para que no se preocupara por mi ausencia. En cuanto abrí la puerta, me quedé noqueada por la sorpresa.

Verlo ahí no era lo que esperaba.

—Pecas —lucia agitado, con preocupación en su rostro —¿Qué significa esto? —en sus manos llevaba el sobre blanco que había dejado sobre su cama.

No planeaba que fuera de esa manera, sin embrago sabia que no terminaría bien.

—¿Qué quieres que diga? —el desprecio con que lo dije fue más que notorio. Esta vez no, no limitaría mis palabras.

Llorar, sacar todo el dolor suele ser la manera correcta de desahogarse.

—Tenemos que hablar —no tuve tiempo de reaccionar, cuando lo hice ya estaba dentro de casa.

—No creo que tengamos de que hablar —la tranquilidad con la que respondí me sorprendió, creí que mi voz temblaría —No comprendo a que has venido, si deje tu dinero justo antes de salir esta mañana de tu departamento o es que ¿acaso necesitas más? —la dureza de mis palabras parecía afectarle.

Mil pedazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora