Capítulo 2: Primer encuentro

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La Noche Buena había sido en compañía de su abuelo, pero la mañana de Navidad solo tenía su balón.

Se entretenía como podía introduciéndolo en una canasta casera que había creado con un aro viejo.

¡Espera! ¿Las March salían de su casa?

Laurie las observó por un momento en silencio y entonces, su pelota se le escapó "accidentalmente" donde se encontraban las hermanas.

—Perdona. —Laurie se paró a recoger su pelota justo en frente de una de las chicas que le había parado el balón—. Casi me cargo tu caja de... ¿galletas de Navidad?

—Y también hay polvorones. —La chica rodó los ojos—. Nuestra madre ha decidido que deberíamos llevarle el desayuno a una familia pobre que apenas conocemos.

—Eso es un acto precioso —comentó Laurie conmovido por la bondad de las chicas.

—Es precioso, pero no sé si alguna de nosotras aguantará sin pegar ni un bocado antes de llegar allí. ¡Amy, deja de comer! —gritó la chica a su hermana y luego volvió a mirar a Laurie—. Ves lo que te digo.

—¡Me la he comido porque se había roto! —aseguró Amy desde lejos—. ¡Pero conseguirás que me las coma todas sino llegas!

—¡A los pobres le dan igual las galletas rotas o nuevas! —La chica volvió a mirar a Laurie—. Bueno, te dejó, porque Amy tiene razón sino voy acabará comiéndose todo.

—Adiós —suspiró Laurie y la chica se alejó.

Laurie la siguió con la mirada hasta que desapareció. No le había preguntado su nombre, no tenía su Instagram, pero ya había más probabilidad de mantener una amistad con ella.

—¿Te diviertes, Laurie?

El chico se volteó para encontrarse con su abuelo.

—Son unas niñas muy generosas —dijo Laurie lleno de orgullo—. Llevan su desayuno a personas pobres, ¿no es un geste muy generoso?

—Lo es, Laurie —corroboró su abuelo con una sonrisa—. Pocas personas harían algo así en estos tiempos.

—Esta claro que yo no lo hubiera hecho —señaló Laurie riéndose por lo bajo al pensarse ser tan generoso a sí mismo.

—¿Sabes lo que se me ocurre? —preguntó su abuelo mirando a la casa de las March—. Agradecérselo.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Laurie confundido.

—¿Te parece prepararle la cena de Navidad?

—Es una grandiosa idea, abuelo, ¿podemos?

—Podemos.

Laurie sonrió.

—Amy... Amy March, ¿eh?

Laurie sacó su móvil de su bolsillo trasero y escribió su nombre en la aplicación, pero no obtuvo respuestas durante todo el día.

La señorita Amy March no se encontraba por ninguna parte.


Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora