Prólogo

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Su mirada se perdía en los cuadrados de la hoja de cálculo. No era capaz de colocar un solo número o letra, solo de pensar en ellas. Desvió la mirada a su tutor que leía, distraídamente y sin hacer ruido el chico se levantó de la silla, pero el señor Brooke había captado su movimiento.

—¿Has terminado ya? —preguntó levantando una ceja, Laurie suspiró y decidió volver a sentarse.

—No sé hacerlo —protestó él.

Brooke se levantó de su asiento con mirada severa y dejó su lectura en la silla en la que había estado anteriormente.

—¿Cuál es el problema? —Brooke se inclinó para mirar el ejercicio—. Ni siquiera has empezado —añadió después cruzándose de brazos y con el ceño fruncido—. Eso es falta de atención. ¿En qué piensas?

Solo hizo falta que señalara con la cabeza el balcón abierto con las cortinas danzantes para que Brooke lo entendiera y pronto se encontraron ambos mirando por la ventana.

—Es un cuadro perfecto —murmuró Laurie dejando escapar una sonrisa en su rostro.

Lo que se podía captar desde la ventana era la casa del frente, la casa de las March. Cuatro hermanas de gran belleza que siempre encontraban la forma de divertirse y reír, envueltas en un gran cariño de su madre y que en la casa de Laurie eso faltaba.

—No deberías pensar demasiado en eso —ordenó Brooke con desaprobación—. Mirar por esta ventana solo te atrasa en tus estudios.

Laurie hizo una mueca de desagrado.

—Ojalá fuera hermano de esas chicas —deseó con un suspiro, Brooke rodó los ojos.

—Laurie, deja ya de fantasear —ordenó él bruscamente—. Estás realmente vago con los estudios, si no haces el ejercicio ahora mismo, tendré que hablar con tu abuelo sobre tus distracciones.

—No harías eso, ¿verdad? —cuestionó Laurie con expresión preocupada y apartando la vista de la ventana para mirar a Brooke.

—Si no me dejas otra...

—¿Crees que lograré conocer a esas chicas? —preguntó Laurie mirando de nuevo a las hermanas.

—¿Es que no me has oído? —respondió Brooke fríamente con el ceño fruncido.

—Solo necesito saber sus nombres —prosiguió Laurie—. Podría buscarlas en Instagram.

Brooke no respondió.

—Pero claro... —dijo Laurie—. La pregunta es "cómo".

—¡Ya me has hartado! —Brooke golpeó la mesa—. Me queda un cuarto de hora aquí como no tengas ese ejercicio correcto para cuando sea la hora, hablaré con tu abuelo y le contaré como acosas a las vecinas de enfrente.

—Yo no llamaría acosar...

—¿Queda claro?

Laurie suspiró y se separó de la ventana para sentarse en su sitio. Sujetó el lápiz y empezó a golpearse la mejilla con él mientras volvía a leer el problema en su mente. Lo resolvió en los siguientes diez minutos y saltó de su silla a volver a espiar a la familia March.

—Está mal —sentenció Brooke mirando a Laurie enfadado—. Laurie, has planteado mal el ejercicio. —Vacío—. Laurie, ven.

—¿Entonces hablarás con mi abuelo? —preguntó Laurie sin apartar la mirada de la ventana con rostro despreocupado.

Brooke observó a Laurie unos segundos y después contestó:

—Sí, sí lo haré.

Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora