Capítulo 14: Meg de muñeca

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Laurie entró con retraso en el hostal, suplicando que nadie reparara en su llegada, pero Meg si lo hizo.

—¡Laurie! —jadeó la chica encaminándose al joven y lanzándose en sus brazos.

—¿Otra vez te has torcido el tobillo? —preguntó Laurie divertido.

—Estoy cansada —explicó Meg—. ¡Tan cansada de esta gente! Dicen que yo no pinto nada aquí y me temo que es verdad.

—Meg, ¿quieres salir a pasear? —opinó Laurie con una sonrisa.

—Estoy cansada de tanto bailar —explicó ella, jadeante.

—Podemos sentarnos en un banco del patio —propuso Laurie.

—Sí —aceptó ella—. Me duele la cabeza de tanto ruido.

—No eres mucho de esta música, ¿eh? —preguntó Laurie, mientras guiaba a Meg al patio.

—Lo único que he conseguido entender no me ha gustado —reconoció ella—. ¿Puede ser la música más guarra?

—Siéntate —la invitó Laurie una vez cerca de un banco. Meg obedeció.

Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos con fuerza, Laurie le colocó una mano en el hombro para consolarla.

—Tengo ganas de volver a casa —reconoció la chica—. No sé en qué pensaba cuando creía que encajaba aquí. Y me da coraje Laurie porque a mí me gusta bailar, cantar, las fiestas y aquí estoy, fuera de la fiesta porque no me encuentro nada a gusto.

—Es normal, Meg, es mucha gente nueva —le apoyó Laurie con una sonrisa.

—Es mucha gente rica —corrigió Meg, apretando los puños, más que triste estaba enfadada, enfadada con ella misma.

—Meg... —suplicó Laurie—. No te culpes por ser pobre.

—No es eso, Laurie —dijo Meg—. Es que ya no sé qué hacer. Mírame, ¿has reparado en mi traje?

Laurie la observó en silencio, iba muy guapa, a decir verdad, pero no entendía que tenía que observar.

—Estás muy bonita...

Meg rodó los ojos.

—Laurie, esta mañana he ido a comprar con Susie y me ha regalado esto... —explicó Meg—. Me encanta, pero no me siento yo. ¡Yo no visto así! Y no sabes las cosas que Susie me ha dicho que me probara y que me he probado... ¡con un bikini voy más tapada!

Laurie soltó una risita.

—¿Y tienes fotos?

—¡Laurie!

—Perdón, perdón...

Meg suspiró.

—Ojalá supiera encajar mejor, si fuera tan abierta como Jo o supiera vestir como Amy —dijo ella con la cabeza gacha—. Quiero volver a casa, Laurie, me siento como una muñeca.

Laurie quedó en silencio.

—Esta noche hay una fiesta de pijamas —prosiguió Meg—. Para las amigas más cercanas a Susie y yo estoy invitada... ¡no sé si quiero estar allí! Me encantaría, pero algo me dice que no disfrutaré.

—Meg, debes relajarte un poco, solo sé tú misma —aconsejó Laurie.

—Eso es fácil decirlo cuando todo el mundo no te ha dicho antes que eres una chica pobre cualquiera, que te va a llamar "Daisy" a partir de ahora o que te vistan como quieran... soy una muñeca, Laurie, y no quiero ser una Barbie perfecta, feliz y el juguete de todos.

—Dale otra oportunidad —suplicó Laurie—. A la fiesta de pijamas irán las chicas más amigas de Susie, ellas sabrán respetarte.

—No sé...

—Por favor, Meg, hazlo por mí.

Meg asintió y abrazó a Laurie.

—La gente dice que Marmee quiere que me junte con gente rica para que me empareje con uno de ellos y me vaya del nido pronto. Y que Marmee pueda alimentar a mis otras hermanas —confesó también, Laurie le sonrió.

—Tengo un recado que hacer —mencionó, Meg se separó de él y lo escuchó atentamente—. Una persona cuyo nombre empieza por John y acaba por Brooke, quería saludarte, así que me pidió que lo hiciera de su parte.

Meg sonrió al momento y a pesar de la oscuridad, Laurie estaba seguro de que la March también se había sonrojado.

Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora