Capítulo 7: El hielo

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Jo ya iba llegando cuando Laurie se dio cuenta de la mala idea que se le había ocurrido al invitar a ambas hermanas enfadadas.

—Ey, Jo —la saludó Laurie—. Sabes que debes tener cuidado, ¿no?

—Sí, Laurie —respondió Jo.

—No vayas por el centro —ordenó Laurie—. El hielo es menos denso y podrías caerte.

Jo asintió. Se colocó los patines y se acercó a lentamente.

—Has mejorado mucho tu patinaje, Jo —observó Laurie extendiendo los brazos para estar cerca de Jo.

Jo lo aceptó y le agarró sus manos. Laurie no podía sentirlas por los gruesos guantes de ambos, pero tuvo una gran sensación al sentir a Jo cerca de él.

—Tengo que decirte algo, Jo —tartamudeó Laurie y Jo frunció el ceño.

—¿Bien?

Amy empezaba a acercarse.

—He invitado a Amy también —confesó el chico.

Jo se puso roja de ira y sin pensarlo empujó a Laurie con todas sus fuerzas mientras se alejaba de él con rapidez.

—¡Jo, espera! —suplicó el chico levantándose del hielo y yendo hacía ella.

—¡Sabías mi enfado! ¡He llorado por esa novela!

Jo avanzaba cada vez más rápido, Laurie debía alcanzarla.

—¡No os vayáis! —gritó la voz de Amy a sus espaldas.

Laurie y Jo la ignoraban alejándose cada vez más.

—¡Jo, entra en razón y escúchame! —suplicó Laurie cuando ya casi la había alcanzado.

Entonces se oyó, un sonido extraño... como hielo romperse. Era temprano no había nadie, excepto...

—¡Amy! —gritó desgarradamente Jo, patinando hacía ella—. ¡Si le habías invitado debiste haberle prestado atención! —añadió para Laurie entre palabrotas e insultos.

—¡Lo siento, Jo! —La velocidad de Laurie era superior a la de Jo, así que estuvo cerca de Amy antes.

Se tumbó en el suelo para repartir su peso y evitar que se rompiese el suelo y extendió su mano, pero el corto brazo de Amy no llegaba a rozarla.

—Amy, por favor —suplicó Laurie mientras una gota de sudor frío resbalaba por su rostro.

—No puedo —dijo Amy con voz débil mientras le temblaba la mandíbula a causa del frío.

—Sí puedes y lo harás —aseguró Laurie—. Dame la mano.

Esta vez los dedos de Amy lograron llegar a la mano de Laurie, pero seguía sin ser suficiente.

Jo llegó en ese momento, con los ojos llenos de lágrimas y todo el cuerpo temblando.

—¿Qué hago? —sollozó con voz quebrada—. Dime que puedo ayudar...

—Llama a los bomberos y luego ve a por una rama —ordenó Laurie—. No consigo llegar hasta Amy.

Jo reaccionó en menos de una milésima de segundo, salió del lago helado y fue a por una rama.

—¡Jo se acaba el tiempo! —exclamó Laurie, viendo como Amy empezaba a cerrar los ojos a causa de un desmayo por el frío.

Jo peleaba con un árbol para conseguir una rama, pero no lo lograba.

—¡Jo, vamos! —suplicó Laurie, arrastrándose más cerca de Amy para ver si podía conseguir sujetarla.

Amy apenas hacía ya esfuerzos para mantenerse despierta, sus fuerzas disminuían por momentos.

—La tengo. —Jo entregó la rama a Laurie y comenzó a llamar por teléfono desesperadamente a alguien que Laurie no logró identificar, puesto que el principal tema era salvar a Amy.

—Sujeta la rama —suplicó Laurie.

Los ojos de Amy se abrieron con dificultad y ella sujetó el palo como pudo, pero conforme más se acercaba a Laurie, el suelo de su alrededor se agrietaba más.

—Amy, debes agarrarte muy, muy fuerte —ordenó Laurie—. Voy a tirar muy fuerte, tienes que estar sujeta.

—Laurie... —dijo Amy con un hilo de voz sujetándose con más fuerza al palo.

—Eso es. —Laurie forzó una sonrisa tranquilizadora y Amy se la devolvió como pudo.

Tiró del palo con fuerza y Amy consiguió salir del hielo. Entonces, a Laurie se le paró el tiempo y en un abrir y cerrar de ojos. Amy y Jo estaban envueltas en un abrazo.

Laurie levantó la mirada cansado y sudoroso. Las hermanas estaban abrazadas, volvían a ser hermanas.

—Lo he conseguido, he unido a las hermanas... —jadeó—. ¿Y ahora qué, Brooke?


Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora