Capítulo 15: El regalo para Beth

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Meg llegó al día siguiente a casa, iba peinada con dos trenzas de raíz, con un poco de maquillaje corrido de haber dormido con él y con unas grandes ojeras.

—Meg, vas muy... —Jo no encontraba adjetivo para definirla.

—...cansada —acabó Beth—. ¿Estás bien?

—Menuda fiesta —comentó ella, bostezando.

—Entra y acuéstate —ordenó Amy—. Nosotros nos ocuparemos de la casa como ayer.

Meg sonrió agradecida y fue a su cuarto para acostarse.

—Voy a irme a ver a la familia de la esquina —dijo Beth—. ¿Alguien viene conmigo?

—No —respondieron sus hermanas con pereza sin a penas levantar la mirada del móvil de Jo donde veían un vídeo.

—Sal tú sola y diviértete. —Laurie la empujó hacia la puerta y luego la cerró en el acto.

—¿Diviértete? ¿En serio, Laurie? ¿En una casa de pobres? —preguntó Jo.

—Ya os le he explicado —dijo Laurie—. ¿Listas?

Amy y Jo se levantaron rodando los ojos, se aseguraron de que Beth no volviera y pusieron en marcha el plan.

—¿No era más fácil alquilar un camión de mudanza? —protestó Amy cansada sujetando el piano por la otra parte de la que estaba Laurie.

—Ya os lo he dicho, el camión de mudanza viene cuando quiere y Beth tenía que estar fuera —recordó el joven sudando del cansancio.

—Por fin llegamos —celebró Jo dejando el piano en el suelo y abriendo la puerta.

—Sois unas exageradas, chicas, vivimos justo en frente —recordó Laurie.

—No puedo respirar del cansancio —dramatizó Amy poniéndose la mano en el pecho.

—Nos queda un trecho hasta el salón —recordó Jo, cuando ya había abierto la puerta y se disponía a volver a levantar el piano—. Tu abuelo ha sido muy generoso al regalarle el piano a Beth —añadió Jo después cuando habían vuelto a levantarlo.

—Ya podría habernos ayudado a cargarlo —protestó Amy, Laurie rio al imaginar a su abuelo levantando tanta carga.

—Por fin —celebró Jo, dejando el piano en el suelo—. Estoy deseando que Beth vuelva.

—¿Qué es eso? —Meg estaba bajando las escaleras, en bata y totalmente desmaquillada. No había descansado solo se había puesto cómoda.

—Es para Beth —dijo Laurie con felicidad, Meg lo observó silenciosamente.

—¿Tu abuelo se lo ha regalado? —preguntó la mayor de las hermanas boquiabierta.

Laurie asintió.

—Vaya, es increíble... —Meg tocó todas las teclas de una a una rápidamente—. Le encantará, gracias, Laurie.

—Dáselas a mi abuelo.

Meg asintió y se acercó a la ventana, con el ceño fruncido.

—¡No, no, no! —exclamó nerviosa—. No habéis regado las plantas que nos dio John en mi ausencia.

—¿Teníamos plantas? —preguntó Amy a Jo, que se encogió de hombros.

Meg se apartó de la ventana de un salto.

—¡Ahí viene Beth! —exclamó.

—¡A sus puestos! —ordenó Laurie corriendo para abrir la puerta, mientras Jo y Amy se ponían a los lados del piano.

Meg se puso a mirar a los lados sin saber qué hacer ella.

—Hola, Beth. —Meg se acercó a ella para recibirla, Beth se extrañó por aquel acto.

Meg guio a Beth mientras ella se quitaba el abrigo hasta el salón seguidas por Laurie y entonces...

—¡Sorpresa! —Beth observó el piano con detención, mientras una gota derramaba por su mejilla de la emoción.

—Mi abuelo quiere que lo tengas para agradecerle las zapatillas, se las pone todos los días —explicó Laurie, entonces Beth se colocó de nuevo el abrigo.

—Tengo que darle las gracias —dijo ella—. Ha sido muy bueno conmigo, esto... es demasiado.

Beth se apresuró a salir, pero Jo la detuvo.

—¿No es suficiente llamarle? —preguntó su hermana, pero Beth negó con la cabeza.

Cuando salió todos quedaron en silencio, mirándose unos a otros.

—¿Para eso he cargado el piano? —protestó Amy.

—Volverá pronto —prometió Laurie.

Pero el tiempo pasó y Beth no volvía, entonces el teléfono de Laurie sonó.

—¡Laurie, es grave! —La voz del abuelo sonaba agitada—. Llama a sus hermanas y luego a su madre.

Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora