mille neuf-cent dix

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Timothée se moría de ganas de saber lo que hablaba su abuela con la chica ''misteriosa'' a la que ni el nombre le sabía. Probablemente su abuela le dejaría dormir esa noche en la casa, pero cuando llegase la mañana debería marcharse. Le daba un poco de tristeza, se notaba que la joven estaba un poco perdida y desorientada. Para más desgracia le había tocado un terrible día de lluvia, y es que desde que París se inundó hace algunos meses, los franceses se asustaban cuando de lluvia se trataba. 

Astrid tomó asiento en uno de los sillones que habían en ese salón, que tiempo después se convertiría en el cuarto de sus padres, habían más habitaciones en los pisos de arriba pero siempre encontraron que era seguro que ellos durmiesen en el primer piso. Una lámpara de cascada colgaba del techo, y una mesita de centro estaba entre ambas. 

—Sabes Astrid, hace mucho tiempo conocí a alguien como tú— la más joven frunció el ceño confundida. En los ojos de la mujer se notaba un deje de nostalgia y se mantenía mirando un punto fijo. —Llegó de la nada a estremecer mi vida, con solamente mirarte sé que eres como él. Por eso no puedo hacer más que comprenderte.

—Señora, ¿sería muy raro preguntarle qué año es?— Astrid miraba sus propios pies, se sentía tan ajena. Se sobresaltó al sentir que la mujer tomaba sus manos y se sentaba a su lado. 

—1910, querida. Quédate tranquila, podrás quedarte en mi casa— Astrid estaba anonadada, cómo es que aquella mujer la dejaba quedarse en su casa si únicamente sabía su nombre, y qué significaba realmente lo que había dicho sobre que conoció a alguien como ella. Se sentía tan agradecida, tan tan tan agradecida, que como si fuese una cría comenzó a llorar. La mirada que le dedicaba la mayor era una mezcla entre ternura y lástima. —Voy a depositar mi confianza en ti, espero no me decepciones uccellino se puso de pie dispuesta a indicarle algunas cosas. —Como te habrás dado cuenta la dueña de la casa soy yo, Thérèse Moretti. El muchacho que has visto hace algunos minutos es mi nieto Timothée. Y Ágnes, es la mujer en la que más confío, se ve un poco dura pero ya verás que es un sol. Ayudarás a Ágnes en las labores de la casa hasta el almuerzo, luego de eso el tiempo es tuyo, estoy segura que tienes algunos asuntos que atender— la miró con complicidad. 

—Muchas gracias, yo realmente no sé que decir, muchas gracias, Señora. Es usted una persona grandiosa— Astrid sentía que amaba a la mujer, le debía la vida entera.

—Está bien, de todas formas Ágnes ya tiene edad y necesitaba una ayuda en la casa. ¡Ágnes!— la mujer no tardó en aparecer, y Astrid le temía un poco. 

—Busca algunos vestidos para la ragazza y algo para que duerma. Se quedará en la habitación frente a la tuya, y te ayudará en los quehaceres hasta la hora de almuerzo, no seas tan dura con ella, no es una mala muchacha. 

Ágnes no se notaba muy convencida y asintió, se escuchó como alguien bajaba las escaleras y unos segundos después apareció el joven secando su cabello con una toalla blanca, su ropa había sido reemplazada por pijama azul que parecía ser de satín. 

—Timothée Hal Chalamet, tenemos que hablar, ¿qué te crees llegando a esas horas? Jovencito si tu madre se enterara...— Thérèse era impresionante, sonaba calmada y amenazadora al mismo tiempo, sin embargo Astrid no pudo seguir escuchando la reprimenda. Ágnes le tomó el brazo y la llevó con ella, antes de irse dirigió la mirada a Timothée, sus ojos se encontraron y la muchacha le dio una breve sonrisa, de todas formas fue él quien impidió que Ágnes la lanzara a la calle, fue él quien intercedió por ella con su abuela, Astrid le estaba agradecida. 

La mujer ni si quiera le miraba, la llevó hasta el segundo piso y le mostró cual era su habitación. Era la que ocupaba Camille cada verano, Camille, ¿se habría dado cuenta su familia que ya no estaba? Debían ser las once más o menos, seguro que pensaban que se había afanado en el cuarto. Ágnes le explicaba que había un baño en cada piso, todos disponibles con agua caliente. Mientras la mayor iba a buscar los vestidos encargados por la Señora Théresè, la joven se dedicó a mirar su habitación, las paredes eran de un color mantequilla mientras que los rodones contrastaban con blanco. Una gran ventana estaba junto a la cama, y junto a la marquesa un velador. La habitación estaba fría y se notaba que había tenido poco uso. 

Ágnes dejó la caja con los vestidos en el suelo, y antes de cerrar la puerta se dirigió a Astrid. 

—Mira muchachita, yo no soy tan ingenua como la Señora Moretti, no sé como has logrado quedarte pero me mantendré vigilándote— luego de eso, cerró la puerta un poco fuerte. La joven podía entender su postura, si fuese ella quizá hubiera reaccionado igual. No podía juzgarla, lo único que trataría era ganarse su confianza. 

Timothée estaba ansioso, rara vez había alguna visita en la casa de su abuela. Biarritz era una ciudad un poco aburrida y la juventud era cada vez más escasa. La mayoría emigraba a París para poder encontrar alguna manera de surgir, pero era ya una tradición venir a pasar todo el verano con ella. Encontraba la forma de divertirse, además todas las señoras del sector le conocían, le llamaban ''le charmant'', el joven les hacía algunos recados y compras, así que para las damas era inevitable no agarrarle un cierto cariño.

Ágnes venía saliendo de la habitación de su abuela, seguro había ido a dejarle el té de la noche. Se acercó a ella y la abrazó por los hombros. Ella se notaba reticente.

—Vamos Ágnes, no te enojes conmigo, imagina que mañana me muero y tú no tuviste tiempo de despedirte de mí, saber que tu último recuerdo era lo enojada que estabas conmigo sería horrible— la mujer lanzó algunas carcajadas, le pellizcó el costado y Timothée saltó de su lado. 

—Tu drama ya no funciona conmigo. Te has enfrentado conmigo para permitir que una completa extraña se quede en la casa— le apuntó con el dedo y movió con desaprobación la cabeza.

—Ella se ve inofensiva, no creerás que...

—Tú niñito andas con las hormonas revueltas, es por eso que te esfuerzas en defenderla. Los hombres ven un par de piernas y ya no piensan con la cabeza correcta— Ágnes movía exageradamente los brazos y el muchacho solo rodó los ojos. 

Iba camino a su habitación en la tercera planta, pero se desvió al ver la luz que se filtraba en la habitación frente a la de Ágnes. Supo que ella iba a dormir ahí, tenía tantas ganas de platicar con la joven. Se acercó animado y abrió la puerta, la cerró inmediatamente. Sentía como sus mejillas se incendiaban. Se apoyó tras la puerta realmente apenado.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento! Señorita, yo realmente no quería verla así— la voz le salía temblorosa. Al ver que no recibía respuesta se fue rápidamente. No podía borrar aquella imagen de su mente, la joven tenía su vestido hasta la cintura y una extraña prenda le cubría los senos. Se sentía tan idiota. Tuvo que haber tocado antes de entrar.



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Timmy el encantador jajajajs, no se olviden de votar <3 nos leemos el siguiente capítulo


TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora