—Claro que me gustaría también, Timothée. Es sólo que me sorprendiste, esas cosas se conversan antes de soltarlas a viva voz, debiste preguntarme a mi primero; además tú familia aún no me conoce, y yo no soy ciudadana aquí, no puedo involucrarme demasiado, lo sabes— dijo Astrid, tomando una de las manos del muchacho y acariciando su rostro. Buscando que la mirase, que dejase aquella amarga expresión y la comprendiera, como siempre lo hacía, porque así era él.
—Pero el señor John podría ayudarnos como lo hizo con mi abuelo— repuso, haciendo ese gesto con su cabeza, inclinándola hacia el hombro de Astrid.
—No lo creo Tim, ya no debe ser tan sencillo. Mira, entiendo si con esto cambias de opinión respecto a nosotros...—Timothée no soportaba que ella dijese algo como eso. Él le había demostrado siempre las ganas de estar a su lado, ¿cómo era tan fácil para ella soltar ese tipo de palabras?
—Jamás, Astrid. No vuelvas a decirlo, no me importa si no quieres una identidad aquí, ni lo que mis padres podrían pensar, ni lo que Ágnes diga si nos vamos de esta casa sin casarnos— dijo lo último con una sonrisa divertida. Astrid lo imitó.
—Está bien. Pero te advierto que Ágnes es muy buena espiando, se mimetiza con las paredes y sus oídos están muy bien entrenados— soltó con gracia. Timothée rio bajito. Tomó el rostro de Astrid y depositó un corto beso en sus labios, para luego juntar sus frentes y mirar sus ojos avellana.
—Te quiero— musitó la chica, cerrando sus ojos para disipar aquella cuota de nerviosismo. Si embargo, aquellas palabras no eran del todo cierto porque ella no le quería, ella le amaba. El interior de Timothée se removió ligeramente, no pensaba que la chica sería la primera en pronunciar aquellas palabras cargadas de afecto.
—Te quiero más— replicó, pero él tampoco la quería, él la amaba.
Cautivos en ese miedo que ocasionaba confesar aquellas palabras se fundieron en un beso más, donde Astrid se inclinó hacia el cuerpo del muchacho, buscando más cercanía, siendo atraída por el irreprimible deseo de demostrarle cuánto había extrañado la proximidad de su cuerpo junto, y en este caso, contra el suyo. Timothée sentía aquel calor que lo embargaba, así que con sus manos fuertemente ceñidas a la espalda de la chica la acercó más hacia sí, podía sentir el pecho de la joven contra el suyo, la rellena silueta de sus senos y su cabello desparramándose sobre ellos. Con tortuosa calma fue dejando húmedos besos a lo largo de su cuello, dando leves mordiditas en el camino y acariciándole la piel con su nariz, deslizando sus manos hacia la cintura de la muchacha, apretando con fuerza y erizando su piel debido a las respiraciones efectuadas contra su garganta; Astrid sentía que todo el cuerpo le temblaba, no podía dejar de suspirar y morder su labio inferior para reprimir cualquier sonido que amenazase con escaparse, aquella exquisita y críptica sensación la estaba embobando, sentir los difusos rulos del castaño jugando a diseminarse en sus clavículas, como el aroma de su cabello llegaba hasta sus fosas nasales, dulce, cítrico, como él. Sus sentidos estaban más despiertos que nunca. Necesitaba más, anhelaba mucho más de Timothée.
Una alarma se encendió dentro del muchacho, él no quería hacer ''eso'' con Astrid en ese momento, él quería que fuese especial, así que, con mucho esfuerzo para apartarse de ella, pronunció:
—Te traje un regalo, Astrid— habló con voz grave. La joven soló emitió un suave ''mmm'', para luego apartarse rápidamente de él, sentía que su piel ardía, y tan solo habían sido unos cuantos besos.
—¿En serio?— aclaró su garganta, sentándose derecha y con las manos sobre su regazo.
—Sí, bueno, son dos regalos. Déjame buscarlos— Timothée salió de la cama velozmente, evitando que Astrid se diese cuenta del bulto en su entrepierna. Estaba seguro de que la joven tenía sus mejillas ardientes y rosadas. Le pidió que cerrase sus ojos, la muchacha podía escuchar el sonido de las cerraduras de la maleta. Cuando ya abrió sus ojos Timothée sostenía una mediana caja de madera, y un libro entre sus brazos.
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TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]
RomanceEn un tiempo existe él y no ella, en otro existe ella y no él. Sólo les separaban ciento diez años y el tiempo nunca había sido tan transcendental. "Estar o no estar contigo es la medida de mi tiempo". Historia Completa.