tu me manques

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Aquella tarde Astrid no cenó, se disculpó con la señora Thérèse y se fue a su habitación. No quería que nadie notase sus ojos hinchados y rojizos producto del llanto, ese día Astrid quería simplemente no estar, no ser. No quería ver a Ágnes y su creciente afecto hacia ella, era lo más próximo a una figura maternal, con sus regaños, amenazas y también con su paciencia para enseñarle algunos trucos culinarios, y pese a que no había una gran confianza, Astrid sabía que ella era una buena persona. Tampoco quería amargar a Thérèse con su ánimo alicaído, ella era una mujer excepcional, y la joven la admiraba en sobre manera, la mayor tenía que disfrutar ese fin de semana con sus nietos, y no preocuparse por una chiquilla como ella. Quería preguntarle ciertas cosas sobre lo que encontró esa tarde en algunas de las hojas de su difunto esposo, pero ya tendrían tiempo los próximos días, la mujer se merecía ahora aprovechar la compañía que había llegado. Y mucho menos quería ver a Timothée, sus ojos eternamente amables, sus labios asalmonados, suaves, aterciopelados al tacto. Sólo pensar en él generaba en Astrid un apretujo en su corazón, tanto por el cariño como la congoja de saber que ella no le merecía, y era eso quizá lo que más deprimía a la muchacha. Discernir el hecho que nunca conocería otra vez a alguien como él, que nunca nadie podría ocasionar en ella lo que él hacía con un simple roce de sus manos, con una suave caricia en su cabello y la tierna unión de sus bocas. 

Había momentos donde Astrid se encontraba preguntándose cosas tan vanas como: ¿Timothée sería más de vans o converse?, ¿qué género de música le gustaría?, ¿cómo se vería utilizando un polerón ancho?, le gustaría verlo utilizar aquella prenda, le dotaría un aire tan relajado y juvenil. Sin embargo, Astrid también disfrutaba verlo con sus pantalones de tela y aquellas camisas en conjunto con sus chalecos sin manga. Timothée tenía una esencia versátil, camaleónica. Le encantaba, le encantaba tanto. La comprensión que le ofrecía, la alegría que siempre intentaba transmitirle, el hecho de querer incluirla en todo lo que hacía, sus abrazos reconfortantes y aquellas inocentes caricias que le endulzaban hasta lo recóndito de su ser. Pero, ¿de qué le servía responder a todas aquellas acciones si al llegar la noche el sentimiento de culpa la golpeaba? Si la viva imagen de sus padres se posicionaba en su mente, recordándole que este no era su sitio, que ella no pertenecía a esta realidad. Ella no podía involucrarse tanto, sin saberlo, no quería cometer el mismo error que Piero.

Timothée comió un poco preocupado, ¿Astrid se había enfermado o algo así? ¿O estaría en aquella extraña situación que sólo le sucedía a las mujeres mensualmente? ¿necesitaría algo?, quería ir a su habitación, pero con su hermana siempre rodeándolo se le hacía un poco más complicado acercarse a la chica para buscar un poco de su cercanía. Así que viéndose imposibilitado de ir a encontrarse con ella, decidió escribirle una nota. ¿Cómo debía empezar ahora que le conocía? ¿Querida Astrid? ¿Señorita? ¿Astrid sonaba muy a secas?, decidió que querida Astrid sonaba bien.

''Querida Astrid: 

Me preocupé por tu ausencia en la cena, espero que no haya sido mi culpa y no sea algo muy grave. Me hubiera gustado que nos acompañases a la playa, hasta mi abuela y Ágnes metieron los pies en el mar, mojé a Elodie y jugamos un rato en el agua, fue un buen día. Pero aún así, te extrañé, quiero verte, tengo muchas ganas de verte. Quisiera estar contigo ahora, en el patio o en la playa, da igual donde, pero contigo.

Descansa, mañana nos espera nuestra reunión con las estrellas en un lugar especial. 

                                                                                                                                                                          Timothée C. ''

Astrid vio como aquel pequeño papel se deslizaba bajo su puerta, sin muchos ánimos lo recogió. ¿Por qué Timothée tenía que ser tan lindo? Un nudo se posó en su garganta. ¿Tenía ganas ella de verle? Claro que sí, muchísimas. Pero no quería ilusionarse, porque era eso, una ilusión. Ella no tenía que estar ahí, su llegada había sido un accidente, Timothée tenía que conocer a una linda muchacha burguesa y casarse, tener muchos hijos tan hermosos como él y vivir feliz para siempre. Y Astrid no tenía nada de eso para ofrecerle, ella debía estar con su familia, su pequeño laboratorio y sus clases en la universidad, pero estaba tan lejos de todo eso. 

—Hola, ¿puedo pasar?— preguntó desde la puerta Elodie. 

—Claro que sí, señorita— ya con la chica dentro de su habitación, Astrid cuestionó: —¿Hay algo que pueda hacer por usted? 

—No, pero yo sí puedo hacer algo por ti. Hoy en la cena mi abuela te iba a avisar que mañana debes ir con Timothée a la inauguración del nuevo hotel de Biarrtiz. Al parecer el señor John hizo la compra hace algunos meses pero lo mantuvo discretamente para sorprender a la comunidad— comentó sentándose en la cama e invitando a Astrid a que hiciera lo mismo. 

—Señorita, creo que sería más correcto que le acompañase la señora Thérèse— Astrid frunció ligeramente el ceño. 

—Mi abuela se ha resfriado un poco con la salida a la playa. Astrid, sé lo que pasa entre tú y mi hermano, y me agradas mucho más que otras chicas con las que he tenido que convivir toda mi vida, y creo que le gustas mucho, es un poco tonto pero lo conozco desde siempre y sé que vale la pena— dijo Elodie tomando suavemente del brazo a la otra joven. Le dedicó una sonrisa. Astrid solo podía pensar que ambos hermanos eran tan bellas personas. 

—Gracias, señorita Elodie. Pero...

—No hay peros Astrid, ahora quiero que me acompañes a mi habitación, hay algunos vestidos que quiero te pruebes. Mañana me iré después del almuerzo, así que debemos decidir ahora tu atuendo— la muchacha juntó sus manos dando pequeños aplausos emocionada, Elodie podía estar rodeada de telas y vestidos todo el día. Y es por eso que había comenzado a crear los suyos, su sueño más grande era tener su propia tienda en París, pero sus padres no dejaban de decirle que debía preocuparse de buscar un buen hombre, y ella no dejaba de preguntarse para qué rayos necesitaba uno.

Elodie y sus pruebas de vestidos distrajeron del estado de profunda melancolía a Astrid. Además, la primera le contaba historias de cuando ella y Timothée eran pequeños, causando más de una vez un par de risas que desenmarañaron un poco los pensamientos de la joven. Sobre todo aquel divertido hecho de Timothée a los seis años, el chiquillo mostraba a todo el mundo que su calcetín tenía un hoyo, y que su pie lo había roto con los dientes que le salían en la madrugada. Aquella situación había producido que el profesor del pequeño se comunicara con su madre preocupado por si el infante tenía problemas económicos en su hogar. Así que una indignada Nicole botó aquellas desgastadas calcetas que tanto apreciaba el pequeño Timothée.

Hola! Disculpen si hay muchas faltas ortográficas, es que lo terminé de escribir en el celular jajajaj La Astrid está con el medio mental breakdown :( me da penita ¿Qué piensan de Elodie? A mi me cae bien, siento que es como una mini Thérèse liger...

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Hola! Disculpen si hay muchas faltas ortográficas, es que lo terminé de escribir en el celular jajajaj
La Astrid está con el medio mental breakdown :( me da penita
¿Qué piensan de Elodie? A mi me cae bien, siento que es como una mini Thérèse ligeramente más agresiva JJAJA
Nos estamos leyendo, muchas gracias por sus comentarios y votos en el capítulo anterior, realmente me alegra mucho saber que les gusta la historia 💖 besitosssss

TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora