Leclaire

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Astrid estaba extraña, y Timothée se había dado cuenta temprano. Cuando se acercó a ella en el salón principal y la joven sólo le dedicó una media sonrisa para continuar con su trabajo, él supo que algo le pasaba. Ayer se había tomado una pausa para saludarle, y él sentía que iba todo bien entre ellos, hasta ahora, puesto que la muchacha comenzaba a evitarlo otra vez. ¿Le había molestado algo de lo que decía la nota? ¿su hermana le habría dicho algún embeleco? Timothée quería creer que sería algo pasajero, que no duraría mucho, porque las ganas de estar con ella no hacían más que aumentar.

La distante actitud de la joven se mantuvo durante el día, notó que estaba más habladora con su hermana y aunque él no quería tener ese tipo de sentimientos, no podía evitarlo. Se sentía un tanto molesto, le desagrada que Astrid no fuera capaz de decirle lo que le pasaba, ¿cómo podría saber él en lo que se había equivocado?, ¿quizás ella no tenía las agallas para decirle que no le gustaba?, ¿la había besado demasiado pronto? No entendía, si ella era capaz de ignorarlo con tanta facilidad entonces él no se quedaría atrás.

Elodie estaba a punto de subir al tren, así que dio un último abrazo a su hermano.

—Te veo al final de las vacaciones, disfruta tu no tan aburrido verano en Biarritz— alzó las cejas ligeramente. —Astrid me agrada, es un tanto apocada, pero creo que eso es parte de su encanto.

—¿Fuimos tan evidentes?— Timothée no se sorprendía mucho que su hermana supiese sobre sus sentimientos por la chica, ya que Elodie siempre lograba de alguna forma saber lo que pasaba en su vida.

—Si te refieres al beso en la cocina, sí, fue bastante evidente— la chica se subió al ferrocarril.  —Pásalo bien, ñoño.

Elodie hizo unas últimas señales de despedida a través de la ventana y se alejó lentamente junto con el tren. Por alguna razón había disfrutado mucho más que otras veces la fortuita visita de su hermana.

Timothée estaba nervioso, desde ayer que no dejaba de pensar en el hecho de que iría con Astrid a la inauguración del hotel, él había notado como ella miraba aquella construcción con tanta ilusión aquel día en la playa, como si se reencontrase con un viejo amigo. No obstante, la causa de sus nervios ahora era un poco diferente, habían estado ignorándose toda la jornada, como si los dulces momentos vividos los días anteriores nunca pasaron, ¿cómo debía comportarse con ella? ¿ella siquiera iría?

Su abuela terminaba de arreglarle los últimos botones de la camisa, lo posicionó frente al espejo y besó suavemente su cabello.

—¿En qué momento creciste tanto, Timmy? Mi bellissimo. Disfruta tu noche, y ten un poco de paciencia con Astrid, no ha de ser fácil para ella estar lejos de su familia— pronunció Thérèse con dulzura. ¿Por qué Elodie y ahora su abuela parecían estar del lado de Astrid? ¿Por qué su abuela le decía eso? no paraba de hacerse preguntas en su mente aquel día.

—Señora, ha llegado el coche para los muchachos. ¡Vamos, joven Timothée! No lo hará esperar tanto al pobre chofer, ¿verdad?— Ágnes lucía más emocionada de lo normal, siempre era una mujer enérgica pero ahora parecía que estaba entusiasmada por mostrarle algo.

El joven quedó paralizado unos segundos, intentando analizar la imagen frente a sus ojos. Astrid estaba bellísima, ¿cómo podría ignorarla si ella se veía así de espléndida? Ese vestido verdeazulado se ajustaba perfectamente a su cintura, resaltando su figura curvilínea, el escote dejaba ver la suave prominencia de sus clavículas y su cuello despejado. Ella llevaba el cabello suelto, a Timothée le fascinaba que lo usara de esa forma. Sus labios tenían aquella noche un tono rosáceo mucho más saturado, y sus pestañas estaban ligeramente curvadas, todo en ella se configuraba en perfecta sintonía, el joven la hubiera besado ahí mismo si no fuera por la extraña aura que los rodeaba. Así que solo se limitó a ofrecerle su brazo y ayudarle a subir en el coche.

TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora