Appoline era la mujer más extraordinaria que Astrid había conocido, no había duda en eso. La muchacha se sentía tan contenta de haberla conocido, la mayor era como esa hermana que nunca tuvo, hasta le hacía sentirse más jovial; desde que había llegado a esa época no hacía más que lamentarse, limpiar y enamorarse de Timothée, así que tener una amiga le había sentado de maravilla.
—Ágnes va a matarme— soltó Astrid riéndose y mirando su falda empapada y sumergida en la salada agua. La joven tenía encargado de ir a comprar las medicinas de la señora Thérèse, sin embargo, una entusiasta amiga se le cruzó en el camino.
—¿Acaso no vale la pena?— preguntó Appoline. —Nunca me había bañado en la playa con lluvia.
—Ni yo. Se siente bien.
—Lo sé.
La bella maestra era una amiga más de la familia ahora, luego del enrevesado momento vivido un tiempo atrás, las cosas se habían tornado de una forma inesperada, creando así una vivaz amistad entre ambas féminas. Compartiendo ciertas cosas, como su irreprimible odio hacia el corsé y a la mayoría de los hombres del siglo —claramente exceptuando al dulce Timothée—, solían imaginarse con bellos vestidos corriendo a través de un dorado campo lleno de espigas de trigo, disfrutando de un fresco pícnic junto al río y olvidándose de cualquier preocupación.
—Ya deberíamos irnos, tengo frío— se quejó la menor. El nublado cielo, con sus fieles amigas las gaviotas atravesándolo daban un ambiente casi desolador, si no fuera porque desolación era lo que menos sentían ambas mujeres.
—Ve tú, me quedaré un momento más, adiós— Appoline siguió nadando en el vasto mar. Astrid agitó su mano con energía despidiéndose, abrochó sus zapatos, agarró su bolso con fuerza y corrió hacia la casa.
Solamente quedaban dos días para navidad, el tiempo estaba volando, un pestañeo y ya sería verano otra vez. Astrid estaba ligeramente sensible, feliz por la llegada de la festividad, era su favorita, pero, la agridulce sensación de un recuerdo lejano la visitaba, impidiendo que disfrutase de todo en su plenitud.
—¡Por Dios, niña! A este ritmo tendremos dos enfermas en la casa, Astrid, ¿por qué vienes toda empapada y llena de arena? ¡A la ducha ahora mismo!— a la muchacha le divertía el hecho de que Ágnes la interrogaba pero tampoco la dejaba responder.
—Pues pasé a la playa, me encontré con Appoline.
—¡Ay, no! Pero que maravillosa idea darse un baño en pleno invierno, muchachas tontas— Astrid rio bajito y se alejó para buscar ropa limpia y tomar un baño.
Sentir el contraste entre su frío cuerpo y el agua casi hirviendo siempre dolía un poco al principio, pero luego no hacía más que relajarla y descongestionar hasta los más tristes pensamientos. Ducharse era casi como ir a terapia.
Ya en la cena, —en la que solo asistían Ágnes, Timothée y Astrid— esta última notaba que el joven la ignoraba. ¿Por qué estaría molesto?
—¿Cómo estuvo tu día Timmy?— preguntó la muchacha.
—Mmm— respondió. ¿Qué rayos significaba eso? ¿Hablaba lenguaje de vacas o qué?
—Está bien. Yo me retiro, iré a ver a la señora. Buenas noches niños— la mujer se paró de la mesa con una expresión divertida.
—¿Estás bien?— preguntó la chica. Pero el chiquillo ni siquiera le miraba a los ojos.
—Supongo— respondió escuetamente.
—¿Supones? ¿Qué pasa contigo hoy? ¿He hecho algo mal?
—No lo sé, Astrid. Tu amistad con Appoline me tiene un poco nervioso— soltó apenado.
—¿Estás celoso de Appoline?— preguntó con diversión.
—¡No lo sé! Es que ella, ella es...diferente, tiene ideas más liberales, puede entenderte mejor, no lo sé, Astrid— llevó su mano hacia el mentón apoyándose y mirando hacia otro lado avergonzado.
—Que bobo eres Timothée— la muchacha se paró de la mesa y caminó hasta su habitación con Timothée siguiéndola.
—¿Me dices que soy un bobo y te vas? ¿Qué significa eso?— reclamaba como si se tratase de un niño pequeño. Astrid se estaba divirtiendo mucho— Astrid, no me ignores.
—Me ignoraste durante toda la cena, no seas descarado— la joven entró en su habitación y la cerró en sus narices. Rio casi inaudible. Timothée se apoyó contra la puerta y murmuró:
—Lo siento, ¿sí? Me equivoqué, Astrid, ábreme, por favor.
—Ruega un poco más— soltó aguantándose la risa. Escuchó como el chiquillo resoplaba y decidió apiadarse de él— ¿Mmm?— soltó entre risas.
—Eres malvada, lo sabías ¿no?— acunó su rostro entre las manos y la besó. La chica le abrazó por el cuello y musitó:
—Eres un tonto a veces, lo sabías ¿no?
Eran los besos de reconciliación los más agridulces y también los más reveladores, al mostrar que era el afecto mayor que cualquier niñería que alguno de los dos hiciese. Cada vez que se besaban parecían estar dentro de un cuento, rodeados de mágicas criaturas y finales felices.
Era bueno saber que el hábito de compartir cartas aún permanecía, revoloteando los corazones de ambos jóvenes para saber qué es lo que expresarían en ellas. Plasmando sus pensamientos, deseos y emociones en ellas, materializando el amor que el uno sentía por el otro.
''Querido Timothée:
Cuando estoy junto a ti el tiempo parece desvanecerse, escurrirse entre los espacios de la madera, dejándonos en un bucle en el que solo somos tú y yo. Por favor, amor mío, no pases de mí, ¿de qué me sirven los idiomas si no vas a hablarme?, ¿de qué me sirven estos labios si no vas a besarlos?, ¿de qué me sirve este cuerpo si no vas a abrazarlo?, ¿de qué me sirve la vida si no es contigo? Son mis ojos para contemplarte, mis dientes para mordisquear tus belfos, mis manos para perderse en tu enmarañado cabello y mi corazón solo para amarte. No es un secreto que eres lo más preciado para mí, nunca dudes de aquello.
Siempre tuya, Astrid L.''
¿Era muy sentimental de su parte llorar al leer las cartas de su amada?, cada vez que sus ojos recorrían la amarillenta hoja en su corazón florecían miles de flores, descubriendo lo mucho que significaba la jovencita para él, recordando la timidez que se escondía en sus ojos cada vez que se encontraban a la primera hora de la mañana y a la última de la noche, imaginándola sentada en su cama y apoyada sobre el pequeño velador escribiendo a la luz de una lámpara, una imagen bellísima.
''Estrella mía:
Lamento cualquier agravio cometido hacia ti, las oscuras inseguridades me nublaron la conciencia por un momento. Espero que esta carta sea como un pequeño cúmulo de luciérnagas en tu azul noche. Así como tú eres una luminosa luna plateada en la mía, y no te ofendas si no te comparo con el sol, es que la solo la luna posee esa enigmática esencia tuya, cubierta de elegancia y atracción. Dame una noche de asilo en tu corazón, déjame posar ahí y anidar mi cansado ser en él, yo te daré todo lo que tenga, que es este amor que cargo por ti.
Con amor, T. Chalamet''
¿Por qué era él tan dotado para las palabras? No hacía más que acelerar su corazón y enrojecer sus mejillas. Timothée la hacía sentirse como una de las hermanas Brontë, haciendo florecer todo su romanticismo, fijando su atención en el sonido de su voz hasta el último matiz, en los gestos de su rostro hasta la más mínima arruga y la brisa de ternura que parecía rodear su persona.
Soy la peor, lo sé. Perdón por demorarme tanto, pero tengo good news jiji tengo una semana de descanso y pretendo escribir harto. Además, la verdad es que no le quedan tantos capítulos a Time, así que disfrutemos harto este último tiempo.
¿Cómo han estado?
Déjenme comentarios contándome qué tal sus vidas, la cuarentena y el capítulo <3
Besitossssssssss
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TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]
RomanceEn un tiempo existe él y no ella, en otro existe ella y no él. Sólo les separaban ciento diez años y el tiempo nunca había sido tan transcendental. "Estar o no estar contigo es la medida de mi tiempo". Historia Completa.