Astrid había echado de menos aquellas miradas cómplices en la mesa, cuando los ojos de ella y los de Timothée se encontraban inevitablemente y el sonrojo no demoraba en aparecer en sus mejillas.
Timothée estaba tan contento con la nueva actitud de Astrid, él feliz recibiría toda la atención que ella quisiese darle, todos sus abrazos, besos y caricias. Ella era tan cautivadora, todo en ella tenía esa esencia fascinante; como apartaba su pelo hacia atrás, como movía sus manos cada vez que explicaba algo, como arrugaba su nariz cuando algo no la convencía, como sus ojos miraban atentos el atardecer, la villa Eugéne, el mar, el cielo, la castaña parecía disfrutar plenamente de observar aquellas cosas. Él disfrutaba de mirarla a ella, su largo y ondeado cabello, sus mejillas que parecían siempre tener una suave mancha de acuarela pintándolas, sus pestañas claras y ligeramente rizadas, y su sonrisa, a Timothée le encantaba cuando Astrid sonreía mostrando sus dientes perlados y achinaba sus ojos, todo a su alrededor parecía colorearse de tonos brillantes, vivos, intensos, las flores lucían más llamativas que nunca, los árboles más verdosos, el mar mucho más azul, y su corazón más vivaz que nunca.
Pero todo eso quedaba minimizado al compararlo con cuánto gozaba el muchacho las caricias que Astrid le otorgaba en su rostro, como pasaba sus manos entre los mechones de su cabello y los tiraba ligeramente, como sus manos encajaban en perfecta simetría con las de ella, con su cintura y la curva de su cuello. Amaba ese toque de sus labios sobre los suyos, sobre sus lunares y pecas que otras veces le habían acomplejado y que ahora sólo agradecía de tenerles.
—Cariño, ¿cómo está tu madre?— preguntó Thérèse, mientras tomaba un sorbo de su té.
—Bien, me sorprendió que no hiciera un alboroto por mudarme, creo que Elodie habló con ella. Van a venir todos para tu cumpleaños, abuela. Quieren conocer a Astrid también— habló con total normalidad mientras que la muchacha comenzó a toser por la sorpresa, ¿¡Timothée le había hablado a su familia de ella!? ¿Qué les había dicho exactamente? ¿Qué pensarían de ella?
—¡Me encanta la idea! Podemos ir todos juntos a comer al du palais, estoy segura de que John podría apartarnos una mesa con la vista hacia el mar— Thérèse sonaba esperanzada.
—Sobre eso quería hablarte, abuela. Tengo una idea grandiosa y tu amistad con el alcalde podría ser de mucha ayuda— Thérèse le miraba atenta. Ágnes y Astrid se miraron entre sí. —Me gustaría proponerle abrir una pequeña escuela aquí, para niños y niñas— dijo lo último con sus ojos totalmente puestos en la joven. Ella le miró asombrada, para que luego una gran sonrisa se posara en sus labios. —Astrid podría trabajar conmigo, juntaríamos dinero y luego nos mudaríamos a nuestra propia casa— las tres mujeres se atragantaron con su comida, los tres pares de ojos ya se salían de sus órbitas. El corazón de Astrid había pegado un salto gigantesco, para luego estrujarse y hacerse minúsculo ante las palabras de Timothée, las había soltado con tanta naturalidad, como si el hecho de incluirla tan seriamente en su futuro hubiera estado ya premeditado.
—¡Joven Timothée! Si usted y Astrid se mudan de esta casa se hace bajo la bendición de los cielos, no permitiré que deshonre a mi muchacha de esa forma— exclamó Ágnes, Astrid quiso reír a causa de la preocupación de la mayor. Además, había sonado tan tierno la forma en como se había referido a ella.
—A ver, creo que deberíamos calmarnos— propuso Thérèse. —Ágnes, Timothée no ha dicho que se irá mañana ni dentro de una semana, por favor, tranquilízate. Me parece una buena idea lo de la escuela, creo que podría conseguirte algunas reuniones con el señor John— pronunció dirigiéndose al muchacho. Thérèse no quería tocar el tema de que ambos jóvenes fuesen a vivirse juntos, parecía que aquella decisión había sido tomada solamente por su nieto, ya que el rostro anonadado de Astrid demostraba absoluto desconocimiento de la propuesta.
Todos se fueron a sus habitaciones con el ánimo un poco exaltado, Ágnes le había advertido a Timothée que lo estaría vigilando, que no osara de irrespetar a ''su muchacha''. Ágnes había aprendido a querer a la jovencita, ella siempre se ofrecía a hacer más trabajo del que le correspondía para aliviarle un poco de trabajo, se interesaba siempre por lo que la mayor cocinaba, de vez cuando le hacía un masaje sobre sus hombros y Astrid siempre le escuchaba contar una y otra vez las mismas historias de su niñez, ¿cómo no iba a agarrarle cariño?
Astrid estaba recostada sobre su cama, con el corazón aun fuertemente palpitante y sus pensamientos revueltos. ¿Qué pasaría si nunca fuese capaz de volver y se acostumbraba a su vida allí? ¿Sería una total insensible si cada vez sintiera menos remordimiento por el recuerdo de sus padres? Claro que sí, y Astrid dudaba que aquello fuera a pasar, cada día les recordaba, cada día ellos estaban presentes como unos fantasmas, en la cocina veía a su madre horneando pan, en la leñera a su padre arreglando el taxi, cada vez que pasaba por la puerta principal se los imaginaba entrando con las bolsas del supermercado, llegando de sus trabajos directamente a saludarla. Lo que había dicho Timothée la había aterrado, no porque no le gustaría, le encantaría pasar cada día junto a él, pero aquello significaba demasiado tiempo, compromiso y una proyección de su ''algo'' más formal, mucho más formal. Astrid necesitaba hablar con él.
Cautelosa subió las escaleras en aquella nocturna oscuridad, concentrada en no pisar mal algún peldaño y producir ruido. Giró el picaporte de la puerta y entró en la habitación. Timothée mantenía la ventana abierta, el cuarto era iluminado por el suave y platinado fulgor de la luna. Timothée parecía estar durmiendo, su grácil rostro irradiaba calma, lo que tanto anhelaba Astrid en esos momentos. ¿Cómo era posible que aun durmiendo conservara esa exquisita belleza?
La castaña se propuso volver a su habitación, pero la voz aterciopelada de Timothée la detuvo.
—Escuché las escaleras— musitó.
—Creí que dormías— replicó Astrid.
—¿No te gustó la idea que di en la cena?— se incorporó e invitó a Astrid a sentarse en la orilla de la cama.
—Claro que me gustó, sabes cuánto me interesa que los niños reciban educación— respondió mientras se sentaba en el colchón.
—Sabes que no me refiero a eso— pronunció decepcionado, mirando la luna a través de la ventana. Astrid le observó, su helénico perfil iluminado por el platinado satélite natural, sus labios ligeramente fruncidos hacia el costado demostrando su malestar y sus ojos guardando esa mirada frustrada. ¿A quién no le gustaría tener la oportunidad de contemplarle cada día? De solo imaginar una vida junto a él hacía florecer en la muchacha una emoción profunda, atiborrada de calidez y afecto; pero al mismo tiempo todo eso significaba mucho más, significaba que tal vez debía dejar de lado su idea de regresar con sus padres, fingir la ausencia de un sentimiento que no dejaba de estar presente.
¿Qué debía decirle exactamente si ni ella estaba segura de lo que quería hacer? Si una parte de sí misma le decía que no debía involucrarse demasiado allí, pero otra deseaba hacerlo, anhelaba convertirse en algo más para él.
Holaaaa! les cuento que este iba a ser un capítulo más largo pero decidí dividirlo en dos, el otro ya está listo pero lo subiré después jijiji así que voten bbys <3
Traté de plasmar un poco más los sentimientos de Timothée por Astrid, ya que la Astrid se trata de robar todo el protagonismo con sus problemas jjajkajkdsa cuéntenme qué les pareció el capítulo :)
Nos estamos leyendo, gracias por todo preciosis <3
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TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]
RomanceEn un tiempo existe él y no ella, en otro existe ella y no él. Sólo les separaban ciento diez años y el tiempo nunca había sido tan transcendental. "Estar o no estar contigo es la medida de mi tiempo". Historia Completa.