début de l'automne

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Septiembre había llegado, junto con los últimos vestigios del verano, anunciando con la fría brisa del atardecer lo cerca que estaba el otoño, incitando a despedirse del estío y sus brillantes colores, y así dar paso a los anaranjados paisajes.

Timothée había pasado todo el mes trabajando en lo que sería la pequeña escuela de Biarritz. Luego de algunas insistentes conversaciones con el joven Chalamet y su persuasiva abuela el alcalde había decidido apoyar la causa, pero no contarían con presupuesto muy elevado, así que lo mejor que los jóvenes pudieron encontrar fue una pequeña casa, era de un solo piso, pero de buena madera, los dueños habían emigrado a París y habían rebajado su precio considerablemente. Había que hacer algunas reparaciones en el techo, construir un baño más y arreglar las ventanas. Todo aquel trabajo sólo para dos hombres, Timothée y el padre de Diègue, quien era desempleado y se había ofrecido a ayudarle cuando escuchó la noticia de la nueva escuela de los labios de su esposa, él quería que sus hijos tuvieran un futuro diferente al suyo, que fueran capaces de vivir en un ambiente diferente. Era aquel hombre quizá el más sensato que habitaba en el humilde barrio, había comenzado a trabajar a la edad de cinco años con su padre en la pesca de ballenas, a los quince conoció a su esposa y se casaron a los pocos meses, ambos provenían de familias pobres y su futuro no había cambiado mucho lamentablemente.

Astrid se había vuelto la única profesora para los niños ese mes, y los pequeños cada día la querían más, sabía controlar las pequeñas riñas que entre hermanos se formaban, los varones ahora incluían a sus hermanas en los juegos, habían aprendido a escribir todas las letras del abecedario en una caligrafía...aceptable. Pese a esto, las constantes preguntas por el Señor Timmy no cesaban, la joven mentía diciendo que estaba muy enfermo, con una gripe horrorosa, ya que habían acordado con las familias de los pequeños que todo sería una sorpresa para ellos. Astrid se moría de ganas de ver sus rostros cuando les presentaran su reducido pero acogedor colegio. Había ido un par de sábados a ver el avance, sin embargo, no se quedaba mucho tiempo, eran los fines de semana el único tiempo libre que la joven tenía para poder seguir con su investigación. Con el microscopio que Timothée le había obsequiado la chica estudiaba las propiedades del uranio, preguntándose si había sido sólo aquel elemento el que había reaccionado con el campo electromagnético del rayo o había sido alguna fusión de otros elementos que se encontraban olvidados en ese viejo mueble.

Timothée había llegado más cansado de lo normal, puesto que estaban haciendo las terminaciones y el alcalde aún no hacía llegar la pizarra y los pupitres.

—Luces cansado y....sucio— pronunció Astrid, recibiéndolo en la entrada del hogar.

—¿No me darás un beso por estar sucio? y yo que pienso en ti para recobrar fuerzas durante el día— respondió con esa ligera exageración para que Astrid se compadeciese de él. De solo verla con sus mejillas sonrosadas, aquel delantal blanco sobre su vestido y esos rebeldes mechones de su cabello escapándose de su peinado el cansancio del muchacho se disipaba ligeramente, siendo invadido por el cálido sentimiento que Astrid generaba en su interior.

La castaña rio y depositó un corto beso en los labios del chico.

—Ve a ducharte para que cenes con nosotras.

Ágnes mantenía al chiquillo vigilado, cada vez que le veía muy cerca de su muchacha ella hacía su aparición, haciendo que ambos jóvenes se sonrojasen y apartasen rápidamente. Estaba decidida a mantener a la jovencita inmaculada hasta el sagrado matrimonio, tal como le había enseñado su madre.

Quedaban tres días para el cumpleaños de la señora Thérèse, y eso hacía que Astrid estallara nervios, en primer lugar, porque aquello significaba que la familia de Timothée estaría allí, y en segundo porque no tenía idea de que regalarle a la elegante mujer, ella parecía tenerlo todo, ¿qué podía regalarle una pobre chiquilla como ella? Había notado que la señora Moretti bordaba con frecuencia, le gustaba el té, leer y sentarse a contemplar el patio, con aquel olivo frondoso en el medio. ¿Qué tan seguido pensaría en su esposo? ¿Le odiaba por el hecho de haberse ido? ¿Le odiarían a ella si lo hiciera?

—Señora, hablé la señorita Elodie por el teléfono esta tarde, me informó que pasado mañana tomarán el tren hasta Biarritz— comentó Ágnes, para luego seguir masticando su comida.

—Deben preparar las habitaciones, esta vez Elodie usará la que está junto a la de Timothée, y la de Nicole y Marc junto a la de Astrid. Ágnes, recuerda poner las sábanas que le gustan a Marc, las de bordes grises, y el cubrecama favorito de Nicole, el azul de cuadros. Debo llamar al señor John para que me reserve una mesa en el restaurante del hotel— exclamó la señora Moretti, levantándose de la mesa y dejando su plato a medio terminar. Se notaba tan feliz por su celebración. Ágnes se levantó junto con ella para ir en busca de lo encargado, al parecer no recibían visitas muy a menudo.

—Hace dos años que mis padres no venían a celebrar el cumpleaños de la abuela, desde que discutieron por mi compromiso— soltó Timothée, parándose de la mesa para ubicarse al lado de Astrid y comer junto a ella. La joven se sentía preocupada, ¿qué tal si no les agradaba a sus padres? sabía que Timothée le había dicho que aquello no le importaba, pero a ella sí, mucho.

—Voy a conocer a tus padres, ¿qué sucederá si no les agrado? No vengo de una familia adinerada, ni si quiero tengo una familia aquí, soy la empleada de tu abuela, por Dios, Timothée, no voy a gustarles— Astrid recreaba escenas en demasía dramáticas en su cabeza, donde los padres del muchacho la miraban despectivamente y le prohibían al chico unirse con ella.

—Vas a gustarles, no tanto como a mí, pero les agradarás. Eres encantadora, Astrid— dijo el muchacho, mientras que acariciaba los dedos de la chica con los suyos. Aquel mes había sido muy ajetreado para ambos, las reuniones nocturnas habían cesado, caían rendidos en el sueño de la noche. Se veían en la cena, se besaban brevemente en la cocina, antes que Ágnes apareciera y luego cada uno se iba a su habitación a dormir. Se extrañaban, anhelaban volver a aquellas calurosas tardes de verano en la playa, o en el salón, cada uno leyendo sus cosas, pero juntos.

Aquella noche Astrid decidió dejar debajo de la puerta de Timothée una nota, como él lo había hecho otras veces con ella. Le quería tanto, todo su ser se sentía tan atraída hacia a él, de sólo verlo atravesar la entrada principal cada tarde Astrid quería lanzarse a sus brazos, sin importarle lo que él pudiera pensar por su atrevimiento, había decidido hace algún tiempo no reprimir afecto alguno.

''Querido Señor Chalamet:

Le escribo este escueto comunicado para recordarle que cada día parece cautivar aún más mi corazón, de ser eso posible, claramente. Le deseo una tranquila velada nocturna, ha usted estado esforzándose muchísimo con la escuela, ignora cuánto alegra a esta pobre muchacha todo lo que hace.

Siempre suya, Astrid L. ''

La joven estaba segura de que Timothée soltaría algunas risitas por la formalidad de su lenguaje. 

Hola! Espero que estén súper bien, yo por mi parte super atareada con la uni, por eso me demoré más de lo habitual en actualizar, perdón uwu<3 además he estado super dispersa con todo lo que está pasando en EEUU, supongo que todos andamos sensibles 

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Hola! Espero que estén súper bien, yo por mi parte super atareada con la uni, por eso me demoré más de lo habitual en actualizar, perdón uwu<3 además he estado super dispersa con todo lo que está pasando en EEUU, supongo que todos andamos sensibles 

Lamento si el capítulo está medio fomeke, pero este relleno es necesario jijiji 

¿Ustedes qué le regalarían a Thérèse? 

Besitos, cuídense harto, lávense las manos y no sólo lean los tweets de anonymus, lean los pdf para el cole jajajaja 


TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora