Timothée guiaba al pequeño grupo de niños hacia una cercana pradera. Astrid se percató de que sólo iban varones, así que preguntó a uno de los niños, Diègue era su nombre.
—¿No tienen hermanas? Solo veo niños aquí— el niño hizo una mueca de desinterés.
—Claro que sí, pero las niñas no necesitan aprender a leer, ellas serán como mamá— dijo aquel chiquillo con simpleza. Se entristeció y un poco de impotencia la visitó. Por un lado, Astrid sabía que en la época las mujeres todavía no tenían acceso a la educación, y por otro, sabía que dentro de no muchos años el movimiento feminista comenzaría a levantarse.
—Pues claro que necesitan aprender. Timothée, me parece muy injusto de tu parte que no hayas considerado a las niñas—el joven la miró preguntándose qué había hecho ahora. Él solo había intentado ayudar.
—Bueno, sus hermanas si pueden aprender también. Astrid estudiaba en la universidad... De hecho es la única mujer que conozco que haya estudiado en una— Timothée un poco confundido la miró frunciendo el ceño. No había caído en el detalle de que él nunca había tenido alguna compañera. Astrid se puso un poco nerviosa.
—Bueno, al parecer de dónde vengo son mucho más actualizados— soltó a la defensiva. —Las mujeres pueden hacer muchísimo más que ser madres, así que mañana espero que traigan a sus hermanas con ustedes.
—Astrid, serían demasiados niños, me costaría tenerlos tranquilos a todos. A menos que tú...quieras ayudarme— soltó lo último con mucha emoción y tomando ambas manos de la muchacha, pronunció: —Tú le enseñarías a las niñas, ¡es una grandiosa idea! di que sí.
Astrid lo miró fijamente unos segundos, y asintió. Timothée la abrazó fuertemente. Muy sonrojada y con las manos sudadas Astrid correspondió a su abrazo, pasando sus extremidades por la cintura del muchacho.
—Yo creo que si son esposos— susurró Gilbert a uno de sus compañeros y nuevamente lo suficientemente fuerte como para ser escuchado por todos.
Timothée le transmitió tanta calidez a través de su abrazo, que Astrid se hubiera quedado así por muchísimo tiempo. El joven era siempre tan espontáneo y cariñoso, además le había tomado las manos tantas veces que la muchacha comenzaba a extrañar la sensación en su ausencia.
—Bien niños, la señorita Astrid será la profesora de sus hermanas. Así que mañana deben venir con ellas— pronunció Timothée con una notable alegría. Y Astrid tampoco podía ocultar la suya, le hacía tanta ilusión poder entregar, aunque fuese lo básico de educación a las niñas. Que ellas pudiesen leer y escribir les podría abrir las puertas hacia algo mejor. Decidir por ellas mismas lo que quisiesen ser, y si la sociedad se lo impedía, poder comenzar el cambio y luchar firmemente por sus derechos. Sentir que ella podía sembrar eso en sus mentes le entusiasmaba en gran manera.
La tarde transcurrió tranquila; los niños, sorprendentemente para Astrid, obedecían a todas las indicaciones de Timothée. Cada pupilo con sus hojas amarillentas y lápices de grafito, trazaban las letras previamente dibujadas en puntos. Y Timothée se daba la oportunidad de acercarse a cada uno para verificar su avance.
La vuelta a casa había sido lo mejor, los menores iban muy felices porque ya conocían diez letras del abecedario y sabían las vocales. Al despedirse, cada uno de ellos depositó un beso en la mejilla de Astrid, prometiendo que traerían a sus hermanas el día siguiente.
El sol estaba cayendo, y una tibia brisa los acompañaba en su camino. Timothée sugirió ir a la playa, y aunque Astrid estaba muy cansada, no pudo negarse. Tenía curiosidad por como se vería el Hotel du Palais con menos edificios a su alrededor, seguro era majestuoso.
Sentir la brisa marina le aliviaba, sus pensamientos se despejaban y se sentía mucho más ligera. Timothée corrió a la orilla, jugueteaba acercándose al agua y arrancaba cuando ésta se aproximaba. Parecía un niño, jugando a arrancar de las pequeñas olas. Astrid se sentó en la arena y dirigió su vista hacia el gran castillo. La construcción se alzaba prominente y se alcanzaban a divisar sus jardines verdes y llenos de flores. Los atenuados rayos del sol hacían brillar como el oro los barandales del edificio. Si Astrid creía que en su tiempo el hotel parecía inalcanzable, ahora lo era el triple. Con el atardecer tomaba una imagen casi mágica.
La castaña sintió como el joven le lanzaba gotitas de agua en la cara, le tomó la mano y la obligó a levantarse. Corrieron hacia la orilla. Timothée comenzó a tirarle agua y ella arrancó. Después de un rato de persecución, imitó su acción y una guerra de agua salada se formó entre los dos. Ágnes iba a matarlos.
El sol casi se escondía y ambos jóvenes estaban sentados con las manos apoyadas en la arena tratando de secarse un poco. Timothée miraba de reojo la mano de Astrid a escasos centímetros de la suya. Con lentitud fue acercando su meñique hasta el de la muchacha. Preocupándose de que ella no se diese cuenta.
Astrid sintió el toque de sus manos, miró en dirección contraria, como si estuviese concentrada en la villa Eugéne. De pronto sintió como Timothée acariciaba su cabello y depositaba un corto beso en él. Giró rápidamente su vista hacia él y ahora el joven miraba hacia otro lado. Ambos sonrojados y con el corazón entusiasmado.
Ágnes no los había matado, pero sí castigó a Astrid y la dejó sin cena. Sin embargo, a la chica poco le importaba, se sentía como en una especie de nube rosa, donde el apetito no tenía lugar. De solo recordar el íntimo acto del beso en su cabello se le apretaba el estómago. ¿Timothée le estaba dando alguna señal? ¿o solo era una muestra de amistad? ¿quizás estaba sobre analizando las cosas otra vez? ¿por qué a Timothée le gustaba acelerar su corazón?
El joven miraba su delgada figura en el espejo del baño, y una breve inseguridad le atacó. Tenía un aspecto aniñado, su cabello estaba demasiado largo y su abuela lo trataba como un infante delante de la chica. Quizá por eso sentía que Astrid no lo tomaba en serio. ¿Había sido demasiado su acercamiento de hoy? Si fuese por él le habría besado más que el cabello, pero no quería que Astrid se sintiera incómoda con él. Hasta ahora la chica no parecía querer más que una amistad. Quería ganarse su confianza, y pese a que era un poco silenciosa, había demostrado en la tarde tener convicciones firmes. Timothée se sintió encantado al escucharla reprenderlo por no llevar a las niñas, deseaba poder verla con esa actitud más seguido.
Esa noche no salieron a mirar las estrellas. Astrid cayó dormida inmediatamente. El trabajo de la mañana, la larga caminata y el pequeño paseo por la playa la había dejado exhausta. Además de lidiar con el pequeño interrogatorio de Ágnes. Y Timothée tampoco fue a buscarla, no quería parecer cargante y que ella se aburriese de él. Así que esa noche se dedicó a leer a un poco. Los libros habían significado tanto para él, un universo entero en su niñez, lleno de criaturas mágicas y aventuras; un escape en su adolescencia, cuando sentía que todo el mundo estaba en su contra y ahora, que estaba iniciando en la adultez, era un deleite sumergirse en aquellas páginas. Sin saber que algún día él sería leído por muchos.
Holaaaaaa! Espero que estén súper bien. Yo llena de cosas para la universidad, pero bueno, hay que organizarse jajajj
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La preguntilla de hoy es: ¿Cuál es su país favorito? ¿Por qué?
Nos estamos leyendo, besitos :*
¡Feliz día del Libro! ❤
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TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]
RomanceEn un tiempo existe él y no ella, en otro existe ella y no él. Sólo les separaban ciento diez años y el tiempo nunca había sido tan transcendental. "Estar o no estar contigo es la medida de mi tiempo". Historia Completa.