Astrid se hizo cargo de la limpieza gran parte de la mañana, extrañamente Ágnes se había quedado dormida, y cuando apareció frente a la muchacha la regañó por no despertarla. No dejaba de repetir que nunca se había quedado dormida para trabajar y que no sabía qué es lo que había pasado. Sin embargo, la castaña sabía que la mujer mayor había disfrutado de esa extensión de sueño.
La joven llevaba toallas limpias al baño del primer nivel. Pasó frente a la puerta principal y esta resonó, alguien tocaba firmemente. La castaña se acercó rápidamente y observó por la mirilla. Solo lograba distinguir la figura de una fémina. Abrió la puerta con su mano disponible, mientras que con la otra sujetaba las toallas blancas.
—¡Se demoraban tanto en abrir! Oh, veo que le llegó compañía a Ágnes. Es un placer, soy Elodie Chalamet— por un momento Astrid se había sentido atolondrada, la jovencita frente a sus ojos irradiaba superioridad, finura y elegancia. Su cabello era oscuro, liso y le llegaba sobre los hombros. Los labios los llevaba rojos, y su vestido en negro y blanco era bellísimo, además estaba acompañado de un gran sombrero negro con plumas del mismo color. Era alta, y estilizada. Astrid se sentía como uno de los enanitos de blanca nieves.
—Soy Astrid, déjeme colgar su abrigo— la muchacha dejó las toallas sobre la mesa y le dedicó total atención a la bella joven que acababa de llegar.
—Por Dios, no me hagas sentir como una señora, por favor, solo dime Elodie. ¿Hace cuánto trabajas aquí?
—Solamente hace unas pocas semanas, señorita— expresó la castaña. No tardó en aparecer Thérèse, su alegría brotaba por los poros. Verlas abrazarse más que parecer un tierno reencuentro, era una obra de arte; ambas mujeres con la misma energía y fuerza, la misma belleza y elegancia. Podían opacar a cualquiera.
—Didi, mi cielo. ¿Por qué no le dijiste a tu nonna que venías? Estoy tan contenta de verte— dijo la señora Moretti mientras ahuecaba el rostro de su nieta entre sus manos.
—Vengo por unos pocos días, abuela. Estás más preciosa que nunca, ¿no habrá algún caballero por ahí?
—Oh por Dios, qué cosas dices niña. Ayer ocupé el vestido que me regalaste el verano pasado, tu hermano me acompañó al cumpleaños del alcalde— la emoción se reflejaba en el rostro de la más joven, aquel vestido había sido diseñado y construido por ella misma, así que le encantaba saber que su abuela le había dado uso.
Con la aparición de Ágnes todo se volvió mucho más ruidoso. Abrazaba con fuerza a la reciente visita y no dejaba de pellizcarle las mejillas, la chica solo reía y se quejaba un poco. Emocionada, la doméstica se fue a la cocina para preparar el más rico de los guisos. Timothée se sorprendió de ver a su hermana, la joven no disfrutaba mucho de Biarritz, ella era una total amante de París, le encantaba verse rodeada de sus amigas, y las emergentes tiendas de moda. Sin embargo, le alegraba tenerla cerca.
Astrid se dedicó a preparar la habitación de la chica, ella era arrebatadoramente hermosa pero también era amable, graciosa y sofisticada. No podía dejar de pensar en todas las chicas que Timothée había conocido y que compartían aquellos atributos con su hermana. Sin embargo, no dejó que aquello la perturbara demasiado, se sentía contenta de tener a una mujer joven en la casa.
Thérèse había querido pasar la tarde con sus nietos, así que apenas terminaron de almorzar se dispusieron a salir de la casa. Astrid y Ágnes comieron juntas como de costumbre y cuchichiaron un rato, la mayor le enseñó la receta de uno de sus postres. De a poco dejaba que Astrid se entrometiese en la cocina, y porque no decirlo, también en su corazón. Ágnes nunca tuvo hijos, por ser la menor de sus hermanas le correspondía cuidar a sus padres, y cuando estos murieron ella comenzó a trabajar para la señora Moretti. Estaba acostumbrada a estar sola, pero no podía negar que la llegada de Astrid le quitaba mucho peso de encima. Hasta sentía que dormía mejor, y eso había quedado evidenciado aquella mañana.
Ágnes estaba emocionadísima por la cena de aquel día, no paraba de repetir que hace tiempo que la casa no estaba tan llena. Debía ser un poco triste para ambas mujeres estar todo el año solas, sobre todo para la empleada, ya que la señora Thérèse tenía una rutina de vida muy marcada, y eso incluía pasar mucho tiempo sola. Así que Astrid podía entender la emoción de la mayor, ella también se hiperventilaba un poco cuando llegaba su familia de visita.
Timothée estaba sentado junto a su hermana, y Astrid podía notar un poco más el parecido entre los dos. Sin embargo, Elodie tenía los ojos azules, como su abuela. El rostro de Thérèse estaba enternecido al ver a sus dos nietos con ella, y Ágnes disfrutaba los elogios que recibía por su comida.
—Timmy, casi olvido algo importante— dijo Elodie mientras limpiaba la comisura de sus labios con la servilleta. Timothée masticaba su comida y dirigía la mirada hacia su hermana. —Tu casi esposa ha dicho que te manda afectuosos saludos, que no te olvides tan pronto de ella— el muchacho tosió, y miró velozmente a Astrid. Esta se encontraba concentrada en su plato, como si no hubiese escuchado aquello.
—Gracias— expresó escuetamente el joven. Elodie podía ser un poco imprudente a veces, no obstante, el chico sabía que su hermana no tenía idea de su peculiar cercanía con la joven frente a ellos.
Astrid fue la primera en levantarse de la mesa, susurrándole a Ágnes que ella lavaría las ollas y que disfrutara de su comida. ¿Qué habría querido decir Elodie con su casi esposa? ¿acaso Timothée tenía planes de casarse con alguien? De ser así, Astrid sabía que la prometida debía ser hermosa. Alta, delgada, refinada y carismática, en contraste con ella, que era de una estatura promedio, un poco más rellena e introvertida. No quería compararse, pero le era casi imposible. Con unos leves toques en el mesón de la cocina Timothée avisó que estaba allí. Astrid le miró mientras secaba sus manos con un mantel.
—Sobre lo que ha dicho Elodie antes...ella hablaba de la chica con la que mis padres querían casarme, obviamente ninguno tenía las intenciones de hacerlo y bueno, nos hicimos buenos amigos, nada más que eso, lo prometo— sentenció mientras buscaba hacer contacto visual con Astrid.
—Tranquilo, Timothée. No tenías que darme ninguna explicación— la joven jugaba con sus dedos. —Eres libre de estar con quién...
Astrid fue enmudecida por los labios de Timothée sobre los suyos, el joven sostenía su rostro entre sus manos y la besaba suavemente, como si temiera la reacción de la castaña. Pero ella atinó a sujetar el rostro del muchacho y profundizar el beso. Se sentía casi irreal, ilusorio, utópico. Sentir las caricias en sus mejillas y la cercanía de sus bocas la estaba embobando. Deseaba que aquel acto fuese sempiterno, estar rodeada del calor que emitía la leña quemándose en la estufa y la proximidad de sus cuerpos.
Lo que ambos no sabían es que tres pares de ojos observaban con estupor desde la puerta de la cocina.
Holaaaa, a que no se esperaban un capítulo hoy. Avancé un poco de materia en la u y me di el premio de escribir
Cuéntenme qué les pareció, si les gustó, voten <3
Nos estamos leyendo, muack
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TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]
RomanceEn un tiempo existe él y no ella, en otro existe ella y no él. Sólo les separaban ciento diez años y el tiempo nunca había sido tan transcendental. "Estar o no estar contigo es la medida de mi tiempo". Historia Completa.