rêve

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Astrid había tenido el sueño más hermoso y doloroso de su corta vida, el corazón se le apretujó y un gran agujero negro se había posado en él, atravesándolo, ahondándolo en un vacío casi palpable. 

Timothée y ella estaban en la playa, los arreboles en el cielo anunciaban a gran voz la belleza de aquel día, las suaves olas iban y venían en una delicada y perenne danza, con su paz inherente, casi mágica. Ambos jóvenes recostados en la arena, tocando sus manos con curiosidad, intentando descifrar el significado de las líneas en las palmas de ellas, mirando sus rostros sonrosados, tranquilos y tiernos. Acompañaba aquella tarde una suave y tibia brisa, poco común del viento marino, que era fresco y salino, esa sal que se impregnaba en los labios, en la piel, cabello y en el alma, era cambiada por una brisa dulzona. 

Eres tan bella, ¿puedo tomarte una foto? Astrid asintió tímida. El chico se enderezó y sacó lo que parecía ser su celular, vestía una playera blanca y unos shorts negros. La muchacha se preguntaba cómo es que podía verse tan bonito con algo tan simple. Timothée era como un lirio blanco.

Tomemos una foto juntospropuso la chica, acercándose al joven y depositando un ósculo en la comisura de sus labios. Timothée alzó su móvil, sonriendo junto a la castaña, mientras ella le observaba absorta a través de la pantalla. Una selfie tras otra, jugando con los efectos de una aplicación y riéndose de sus caras.

Que bello hubiera sido conocer a Timothée en otras circunstancias, donde no tenía que sentirse constantemente en un limbo en el que tenía elegir si olvidar o ser feliz. Imaginarse al chico en la universidad, con ella, de la mano y presentándole a sus amigos era una ilusión de lo más desgarradora, sabiendo que nunca podría ser, ni siquiera estaba segura de que volvería a ver a sus cercanos. Era la primera vez que soñaba a Timothée vistiendo algo así, tan casual, tan jovial. ¿Qué clase de música escucharía?, ¿practicaría algún deporte?, ¿qué aplicaciones tendría en su móvil?, ¿cómo sería su grupo de amigos?, ¿sería Timothée diferente a lo que es ahora? Astrid sabía que cuestionarse aquello solo la llevaría a concebir la idea de la imposibilidad, de lo triste que era no poder estar haciendo esas cosas con Timothée, como yendo al cine, a un concierto, ver una serie, platicar por redes sociales. Sin embargo, ella era consciente que habían sido capaces de vivir otras cosas. 

Un sentimiento de nostalgia la acompañó durante toda la mañana, Ágnes la había reprendido varias veces por la lentitud que la jovencita demostraba aquella jornada. No obstante, como siempre, Thérèse salía en su defensa. Por alguna razón aquel día se sentía ligeramente olvidada. 

Ágnes la había mandado a comprar algunas telas para poder hacer unos manteles nuevos, luego le había ordenado asear todas las habitaciones y le advirtió que ese día ni intentara acercarse a la cocina. Además, Timothée aún no llegaba, habían pasado tres horas desde que había salido del trabajo. ¿Podía ser un día más malo? Parecía un eterno domingo.

A las siete de la tarde Astrid ya estaba lista para irse a la cama, quería que aquel día terminara lo más rápido posible, no quería seguir pensando en nada más. Mas unos toquecitos en la puerta interrumpieron su triste deseo. 

—Permiso. La cena está lista, Ágnes me ha dicho que te avise para que bajes a comer— dijo Timothée.

—No tengo apetito, estoy un poco cansada— respondió Astrid mirándole con desgano pero en el fondo con ansias, con ganas de que él descubriera en sus ojos la tristeza que la invadía aquel día. 

—Vamos, sabes que mi abuela se sentirá mal si no vas— el muchacho se acercó y tomó su mano derecha. —Por favor. 

—Está bien— bajaron las escaleras y llegaron al comedor aún con sus manos entrelazadas. Lo que Astrid no se esperaba era ese gran pastel sobre la mesa. 

—¡Feliz cumpleaños Astrid!— gritaron emocionados los tres, Thérèse, Ágnes y su bello Timothée. La chica había olvidado su propio cumpleaños, ¿cómo era eso posible? La muchacha abrazó a Timothée por el cuello y lloró. Había pensado mal de Ágnes por todo el trabajo que le había asignado, pero no era más que para distraerla e impedirle que viera el pastel, y vaya que la habían distraído, se había pasado todo el día lamentando su miserable vida. 

—Querida, lamento haberte hecho trabajar tanto hoy— se excusó Ágnes preocupada, Astrid limpió sus lágrimas con el dorso de su mano, agarró fuertemente a la mujer de los hombros y depositó un sonoro beso en su mejilla, para luego abrazarla. 

—Gracias...— se sorbió la nariz. —Realmente no había recordado que era mi cumpleaños hoy, muchas gracias por todo, los quiero— la chiquilla sollozó por un rato más. La habían sorprendido tanto, la habían hecho sentir tan querida, tan feliz y acompañada. 

—Toma asiento Astrid, quiero decirte unas palabras— dijo Thérèse seriamente. —Ciertamente llegaste de sorpresa, alteraste a Ágnes y a Timothée, de buena forma, claro. Pero supe desde el momento que te vi en aquella puerta lo especial que eras, y ha sido tu vida un cálido y luminoso rayo de luz en la mía, te quiero como una hija Astrid— Thérèse estaba llorando— Deseo que toda la vida que te resta sea hermosa, como tú, que esté llena de amor y felicidad. Gracias por todo mi pequeña uccellina. 

El resto de la velada estuvo llena de risas y buenos comentarios al sabroso pastel de Ágnes, hasta que llegó el turno de esta última para dedicarle unas palabras a la joven. 

—Niña, desconfié de ti mucho tiempo pero de alguna forma te las arreglaste para escabullirte dentro de mi corazón, y cómo no si eres la muchacha más extraña que conozco, pero también la más dulce, respetuosa y considerada. Te aprecio mucho Astrid, y estoy contenta de que seas tú la compañera del joven Timothée, te deseo una vida dichosa. 

Timothée se puso de pie y ofreció su mano a la muchacha. Ella frunció el ceño. 

-Astrid, tengo vergüenza de decirlo frente a mi abuela y Ágnes pero aquí voy— respiró profundamente y pronunció: —Me cautivaste desde el primer momento en que te vi, y me esforcé por tener tu atención cada día. Ahora que tengo la dicha de ser tu amigo y algo más que eso, quiero entregarte esto en señal de que tienes mi corazón y vida entera. 

Un bonito collar relicario de la plata estaba en la mano del muchacho, era circular y tenía sus nombres grabado en él. Astrid sonrió y besó al muchacho. 

Aquel había sido uno de sus mejores cumpleaños por no decir el mejor, nunca en su vida le habían hecho algo sorpresa. Timothée estaba sentado en el borde de su cama junto a ella. 

—¿Crees que estaría bien este verano?

—¿Qué cosa?— preguntó la chica. 

—Ya sabes, nuestra ceremonia— Timothée movía su pierna con nerviosismo. 

—Sabes que no podría decirte que no— Timothée creía que ese era el sí más extraño y satisfactorio que alguna vez le habían dado. Saltó lleno de júbilo de la cama y la abrazó por la cintura, alzándola ligeramente. Repartió pequeños besos en su pálido rostro, que no hicieron más que entibiar el corazón de la chiquilla, llevándose en cada roce de sus labios con su rostro la pena que la había embargado durante el día, cambiándola por pequeñas marcas de amor.

 Repartió pequeños besos en su pálido rostro, que no hicieron más que entibiar el corazón de la chiquilla, llevándose en cada roce de sus labios con su rostro la pena que la había embargado durante el día, cambiándola por pequeñas marcas de amor

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Hey chiks, ¿creyeron que iban a esperar otro mes para un capítulo? No soy tan mala jijijiji 

Cuentenme qué les pareció el capítulo :) <3 Gracias por todo su apoyo hasta ahora, de verdad mi corazoncito de pollo lo agradece mucho mucho <3 

¿Cuál es su libro favorito? uwu 

Que estén super bieeeen, lávense harto las manossssss 

TIME | Timothée Chalamet [ EN EDICIÓN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora