• 03; Los caballeros de Walpurgis.

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Harry odiaba ir a misa cada semana, pero adoraba ir a las misas del templo de cada mes.

Sus padres suponían que cada mes necesitaba recibir paz interior y pedirle ayuda al dios Gryffindor para qué le ayudará en el ejército, pues este era el encargado de la valentía como lo eran los soldados de Hogwarts. Pero él especialmente acudía a misa cada mes para ver a cierta persona que se tenía que sentar a lado de su padre y escuchar las alabanzas hacia los dioses.

En toda la misa que se había dedicado a todos los dioses de Hogwarts, se la pasó mirando a cierto rubio que le devolvía la mirada en muchas ocasiones.

Incluso recibió un pequeño golpe por parte de Hermione cuando la gente se había puesto de rodillas para poder pedir sus súplicas y que fuesen escuchadas. ¿Pero él que tenía que pedir? Su mente estaba en blanco que cerró los ojos y pensó en nada.

La misa había terminado hace unos minutos, la gente pasaba para que Lucius Malfoy les dijera algunos buenos consejos espirituales pero tenían que esperar porque los reyes y su hijo habían acudido como cada mes, así que la completa atención era para ellos. Pero bien podía ver cómo Draco solo fingía sonreir.

Aquella sonrisa no se comparaba con las sonrisas que le regalaba a él.

—¿Vas a pedirle algún consejo al sacerdote Malfoy? —la voz de Hermione hizo que negara.

Ella cruzó los brazos tratando de encontrar una explicación de porque se quedaba esperando entonces.

Se sorprendió cuando vio como Draco se separaba de los reyes y su padre, rodeó todo el templo correspondiendo a las sonrisas que los pueblerinos le regalaban al pasar a su lado. Sabía a dónde iba, lo conocía tan bien y pensó en Hermione.

Vale, la chica sabía que eran muy buenos amigos que se iban a saludar.

—Espérame aquí, ahorita vengo —no le dió tiempo de hablar, pues también ando abriéndose paso entre la gente. 

Ambos llegaron a quedar frente a frente sin decir nada, y él por puro respeto hizo una leve inclinación hacia a él. Extendió su mano hacia a él.

Solamente en público, Draco le entregaba la suya y de esa manera podía dejarle un corto beso en el dorso de su mano en muestra de respeto por su posición en el pueblo.

Nadie en el pueblo sospecharía nada más que pura amistad entre ellos dos.

—Pido mis bendiciones, por favor —le soltó la mano por más que quería seguir manteniendola con la suya.

El rubio suspiró aguantandose las ganas de poder responderle.

—Que los dioses escuchen tus plegarias y que el dios Gryffindor te proteja en las luchas por tu pueblo.

Extendió su mano para tocarle con la yema de sus dedos en su frente, esa era la manera de recibir las bendiciones. Pues las manos siempre transmitían la pureza del alma.

—Gracias...— sonrió de lado aún manteniendo la mirada.

Logró ponerlo nervioso y eso le hizo sentir tan orgulloso de su persona, hacia eso cada mes así que el que terminaba dándose la vuelta para regresar a su puesto era el rubio quién huía. 

Se mantuvo en la misma posición sin borrar la sonrisa de triunfo.

—¿Sabes que es muy malo esa mirada que le estás dando? —Hermione dijo a su lado, se alzó de hombros desinteresado.

—Es mi amigo, no estoy haciendo nada malo que verle.

—Hay lujuria en tu mirada. Conozco esa mirada Harry...

El camino al paraíso;  [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora