• 27; Hufflepuff.

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El chico que los encontró a la orilla de aquel agresivo río se llamaba Cedric Diggory habitante de Hufflepuff. Este había sido su guía para llevarlos hasta el pueblo que en un principio no vieron pero al atravesar las barreras de protección, se encontraron en una aldea mediana donde había mucha vida encima.

Los niños pasaban correteando unos a otros, no había soldados más que voluntarios que se ofrecían a resguardar y enseñar sus habilidades con quienes quisieran. Los comerciantes vendían sus cosas a un justo precio siendo caritativos cuando uno no podía, e incluso por más que buscaban un templo entre tanta casa de piedra, no lograron ver ninguno. Parecía que se regían por sus propias creencias y nadie se las imponía.

Nadie estaba siendo engañado por la religión de las personas, todos se respetaban ya fuesen ex ladrones, asesinos y lo que fuese. No había maldad alguna.

Cedric los hizo llegar a una casa mediana donde el humo salía muy denso, según él: aquella persona era la única que podía salvar a Draco.

La puerta fue abierta dejando ver a un hombre alto que llevaba túnica negra, su cabello le llegaba a los hombros jurando que brillaba por lo que fuese. Eso sí, tenía cara de pocos amigos al ver que tenía a una pequeña multitud enfrente de su casa.

—¿Qué quieres, Diggory? —su pregunta fue tan seca.

¿En verdad Hufflepuff era un pueblo de bien? Porque ese hombre no parecía ser el hombre más bondadoso del mundo.

—Este chico está muriendo...

—¿Y? No es mi incumbencia.

—Dumbledore le ofreció este lugar.

—Dumbledore le ofrece este lugar a quien le tiene lástima.

—Por favor —el chico rogó aún sosteniendo a Draco entre sus brazos.

El hombre iba a replicar sobre algo pero había puesto su mirada en la marca tenebrosa en su brazo que se iba desvaneciendo dejando una cicatriz sobre está.

Bajó los escalones de su puerta estirando los brazos para que le pasara al chico.

Harry dió un paso adelante pero Cedric negó cuando vio todas sus intenciones de entrar para poder pasar a lado del rubio. Muy a su pesar tuvo que ver cómo ese hombre volvía a cerrar la puerta detrás suyo creando una gran distancia de emociones y nervios.

Diggory se ofreció a llevarlos a su casa para que pudieran cambiarse sus ropas y comer algo, se veían demasiado cansados a su parecer.

Harry se cambió la ropa de soldado sintiendo que le hacía falta el portar su espada pero había quedado tirada en algún lado pero no la iba a ir a buscar. Hufflepuff era un lugar pacífico y nadie llevaba espada, su única defensa era la varita mágica.

—Mi padre le ha ofrecido trabajo a tus dos amigos y han aceptado —Cedric encontró al cuarto que este le había ofrecido— a partir de mañana le ayudarán con la cosechas que mi padre tiene, tus dos amigas aún siguen sin saber cómo adaptarse pero ya encontrarán algo que hacer conforme pasen los días —él dejó una muda de ropa sobre la cama— siempre hay algo que hacer en Hufflepuff.

—¿Quién es el hombre con el que deje a Draco?

Fue directo, el castaño había sonreído muy despreocupado.

—Severus Snape, es el mejor pocionista que uno pudiera conocer. Puede que no lo parezca pero es bueno, y hará algo por tu pareja.

—Yo... nosotros...

—Es muy fácil el adivinar qué ustedes dos se traen algo —Cedric dijo despreocupado y poniendo sus manos sobre su cintura para lucir tranquilo— no te preocupes, aquí en Hufflepuff no juzgamos nada de eso.

El camino al paraíso;  [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora