El camino al paraíso; [ Harco ]

• 05; Escapando de la realidad.

—¿Cómo vas con esos rezos?

Draco alzó la mirada después de pasarse media hora arrodillado en la rodillera del altar que tenían en casa, en él se podía ver las figuras en mármol que tenían de Merlin, Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff.

Vió como su padre se tocaba la frente en modo de respeto ante ellos pero volvía la mirada hacia a él.

—Estaba en eso, padre...

—Sigue así, querido. Me tienes tan orgulloso por las decisiones que vas tomando —le puso su diestra sobre uno de sus hombros— así tus hijos seguirán teniendo los mismo privilegios, riquezas y respeto que tenemos en el pueblo. Por eso debemos saber muy bien quién será tu esposa.

—Padre...

—Luna Lovegood es una buena propuesta, es tan pura, de cabello blanco y ojos azules.

—Estaba pensando...

—Y si el niño o niña no sale con las caracterizas de un ser puro, entonces no era tan pura como pensamos. Será hijo de otro. Tendríamos que tener a una segunda candidata.

Draco apretó la mandíbula mientras notaba como su padre apretaba sus dedos en su hombro para hacerlo callar, Lucius mantenía la mirada fija en las figuras enfrente suyo.

—La familia Greengras tiene unas hijas hermosas, puede ser que también con una de ellas puedas tener un hijo digno de nuestro legado —lo vió de reojo como se arrodillaba a su lado, juntaba sus manos y cerraba sus ojos—  todo sea por seguir con nuestro apellido en alto.

Y parecía que eso era lo único que a Lucius Malfoy le importaba, el dinero, reputación y privilegios del pueblo.

Lo había observado desde que era pequeño como fingía una sonrisa amable al pueblo pero cuando estaban solos lo único que podía ver era la ambición en sus ojos y tono de voz. Le sorprendía lo cínico que llegaba a ser, era un gran actor qué hasta él mismo pudo haber caído en ese juego.

Solo para atraer su atención carraspeo un poco para atraer su atención.

—Me gustaría tener un poco más de libertad en ese tema, considero que...

—Aquí no tienes derecho de considerar nada, Draco. Soy tu padre y tienes que obedecer todo lo que te diga porque todo esto lo hago por nosotros —dijo Lucius con frialdad— ¿Me has entendido?

Draco tragó saliva. No era la primera vez que le recordaba que no tenía derecho alguno en su propia vida porque Lucius se consideraba su dueño en lugar de considerarse su propio padre. Prefirió guardar silencio y llevarse dos dedos hacia la frente y después hacia el pecho para dar por terminada sus oraciones del día.

Lucius le tomó de la muñeca para detenerle antes de que lo dejara rezando.

—Tienes que entender que esto es un regalo de nuestros dioses, así que evita todo pensamiento inadecuado.

—¿Podría...?

—No, no puedes —bramó Lucius sin dejarle terminar.

—He acabado mis oraciones.

Lucius miró a Draco.

—Muy bien, el soldado Potter está esperando afuera dispuesto a cuidarte en los próximos días —dijo este— pero quiero dejar claro que lo que hablamos se queda dentro de casa. Ve a ayudar en algo al pueblo, dales consuelo y saca provecho de lo que puedas. Procura llegar tarde, estaré tratando de mejorar al hombre que tenemos encerrado. Si lo logro, tendremos más riquezas. Abre los ojos y date cuenta que la amistad ni el amor existen, son cosas estúpidas.