Capítulo 7

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Sentí un fuerte pero pequeño impacto en mi brazo derecho, estaba mareada nuevamente. Mi cabeza me palpitaba constantemente, no entendía lo que me había pasado. Pero llegué a comprender lo que había pasado. Observé a un lado mío, con la vista nublada y los párpados pesados. Estaba débil, cansada, sin conocimiento de mi consciencia, me sentía perdida.

Aquellos hombres se habían ido de la habitación, dejándome completamente sola en esa mierda e incómoda silla. No sabía que hacer en ese momento, o tal vez si, esperar a que llegue mi hora y que estas personas me entierren viva en lugar de esta maldita ciudad. Si es que claro, si es que aún estaba en Madrid.

Me había quedado totalmente dormida, sin saber de esas personas por un par de horas. No los había vuelto a ver después de lo ocurrido. No pude distinguir sus caras, pero lo que si logré saber era que eran en total eran ocho personas. Claramente supe que se trataban de los malditos Dementes. Aquellos hijos de puta que habían secuestrado a José Rivera y que ahora me han secuestrado.

Sinceramente en ese momento no sabía que hacer, solo esperar. Esperar que esos imbéciles hagan conmigo los que se le venga a la mente. Ni siquiera sabía si estaba vivo. Fuera de esto había averiguado mucho de los llamados "Dementes". Como sabía, estas personas habían secuestrado a mucho más multimillonarios que por lo visto tenían cuentas pendientes con todos ellos. No se lo que hicieron con ellos pero lo más seguro es que los hallan matado. 

Tomé aire y sople, mi cabeza me mataba. Esta especie de ático no contenía ningún tipo de ventana como para ver algo de la luz natural tanto de la noche como el de día y aire para respirar.

Tocaron la puerta, entró nuevamente el que parecía ser el jefe, el idiota de ojos claros. Se acercó nuevamente a mí y se agachó para quedar frente a frente.

-Otra vez con esa cara de odio inspectora?- Habló incrédulo, yo no podía decir abosolutamente nada. Sabía que estaba sonriendo detrás de ese pedazo de plástico. -Quiere ver algo interesante?- Al preguntarme aquello, dos de sus compañeros se hicieron presente en aquel cuarto, junto con el mismísimo José Rivera. Había cambiado totalmente de expresión, a una de sorpresa y tristeza. -Disfrute del espectáculo- Dijo riendo levantándose y acercarse al hombre maltratado.

Síndrome de Estocolmo. RDGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora