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Los miembros, exhaustos de horas y horas de ensayo, por fin descansaron como se merecen y tomaron todo lo que quedaba de sus botellas. Todos con sus caras rojas. En este lugar sí hacía calor. ¿Y cómo no sentirlo si estoy con quienes lo producen con esos energéticos pasos dignos de una estrella?

Mientras todos se iban yendo a avisarles a no sé quién sobre su coreografía por fin terminada, Namjoon se me acerca para hablarme con esa mirada única con estilo.

– Mar, en unos días iré a grabar el video musical de Persona, y me preguntaba si querrías acompañarme.

Acepté sin dudarlo. Me había dicho que en este momento todos los miembros se encontraban ocupados, pero que Jin se hizo un tiempo para ir un momento a apoyarlo.

Pagué el pasaje del bus, que por cierto era una oleada de personas por la hora pico. Aunque no era tanto como en los metros. En esos sí que no podés respirar.
Obviamente anduve parada, y mi casa quedaba a unos casi veinte minutos, así que para sacarme un poco el aburrimiento que me agobiaba, saqué mi celular para ver el mensaje que sentí vibrar en mi bolso.

Hola, Mar.
¿Te parece si nos juntamos los ocho de nuevo en ese lugar privado? Hoy no tenemos nada qué hacer. Además queremos decirte algo.

Le sonreí a la pantalla. ¿Qué más podía hacer?

Hola, Kook. Sí, dime a qué hora voy.

Respondí y guardé mi celular porque ya era hora de bajarme. Jungkook siempre tarda bastante en responder. No había excusa, pues me dijo que hoy no tendrían nada en sus agendas.

Entré a mi casa y lo primero que hice fue acostarme en el sofá y desbloquear mi celular. No lo sentí vibrar esta vez.

Ohh, en tres horas si te parece.

¡Demasiado pronto!
Corrí a mi habitación a darme una ducha. Por alguna razón me sentía sucia.

Otro fetiche, de nuevo.

Debo dejar de mencionarlo, pues parece obvio y ya debieron acostumbrarse.

Una leve enjabonada y enjuagada era lo que me hacía falta.
Suspiré de alivio y placer al salir de la ducha con el humo desprendiendo de mi cuerpo a causa del agua caliente.
Fui a mi armario para ver qué podría encontrar de lindo y abrigado.
Unos pantalones holgados con tela fina, pero muy calentito a mi parecer, una remera grande de color beige y una campera liviana. El frío calmó y tampoco es que yo sea tan sensible al frío.

Digo pronto porque el lugar queda a media hora de aquí. No es tanto, ¿cierto?
Pero siendo yo, siempre tienen que prepararse cuatro horas antes porque conmigo siempre se tarda, no sé cómo, pero en bañarme tardé cuarenta minutos.
Falta secarme el cabello, peinarme, maquillarme un poco y almorzar.

Aunque no veo tan necesario lo último. No tenía hambre.

Al secar mi largo pelo, decidí dejarlo así. Mi cabello era lacio, pero naturalmente en las puntas tiene ondas. Es uno de mis puntos característicos, supongo. A mi papá siempre le gustó, por eso nunca me hice un alisado.

Me fui a mi escritorio con todas mis –pocas– cosas de maquillaje al frente del gran espejo y me arreglé las cejas acompañado de un delineado por debajo de mis ojos, también característico de mí. La base no la vi necesaria.

Listo. Creo que eso es todo.

Saqué mi celular del cargador y lo puse en el bolsillo de mis pantalones. Agarré las llaves y salí de mi casa.

Tomé de nuevo el bus, pero una línea diferente a la anterior.
Esta línea no estaba tan llena como la anterior. Además pude conseguirme un asiento en el medio del vehículo. Me senté al lado de una señora joven, aparentaba cerca de unos treinta años.

Estoy en camino– avisé en el grupo.

Can't close your eyesss– tenía los airpods puestos con la música aleatoria y casualmente tocó un tema de los chicos. Pied Piper. – 벌 받는 건 아니잖아 이리 와 난 너의 paradise.
Me encanta ver la reacción de las personas cuando me escuchan cantar en coreano. No sé si se sorprenden porque soy extranjera y sé coreano o simplemente ponen esa cara diciéndome que canto horrible. Una de dos, quizás las dos.

Faltaban ocho minutos para bajar.

Cuando el conductor frenó el bus para una parada, vi a una niña y su madre ascender, y, por lógica y costumbre, les cedí el asiento al ver que nadie se hacía la molestia de hacerlo.

– Gracias– dijo la madre, y luego se sentó poniendo a su hija en su regazo.

Cuando la niña levantó la cabeza para mirarme, sonreí. Amaba los niños, y ella era muy tierna. No tendría más de siete años.

Pero...

– ¡Ma!– gritó la niña –Esa es chica que hace cosas en el campo!– me mira– ¡Es ella!

famous luv; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora