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Soy una gran fanática del control, a que todo salga según lo planeado, sin detalles ni equivocaciones

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Soy una gran fanática del control, a que todo salga según lo planeado, sin detalles ni equivocaciones. Una perra inteligente y controladora.

Perfecta para la ocasión.

Vuelvo a leer la información que Carter consiguió, al parecer pudo envolverse con alguien de la manada, con muchos tragos en cima cantó como un canario. Han pasado unos días de la amenaza que hizo la chica del gimnasio, a la que por cierto, no volví a ver.

Releo todo cansada, confundida por su abrupto regreso, el regreso del Alfa. Según el informante, viajó a múltiples manadas, complaciendo a muchos en la búsqueda de su mate, pero para la sorpresa de todos, su llegada fue sin su adorada alma gemela.

Claro que ni siquiera yo sabía que día volvería, pero de lo que si estaba segura era de que nada volvería a ser lo mismo. Me dejo caer en la silla de mi escritorio, repasando una y otra vez las líneas rojas en mi cabeza, los pequeños hilos que se unen en recuerdos e imágenes.

Aún en la silla, veo mi reflejo en el espejo junto a la puerta, deteniendome en mi cabellera teñida. Estos últimos meses e cumplido con el estúpido estereotipo de rubia oxigenada toda sonrisas, ¿de dónde sacaron que la rubias son tontas? Mi madre decía que los estándares en la sociedad brindaban lugares en mejores lugares, y en su momento lo creí. Oh vaya que lo hice. Pero con el paso del tiempo comprendí que no debía ser así. Nosotras podemos mandar por un caño esos estándares.

Claro, si estás dispuesta a ver todo de una forma más cruda y cruel.

Tiro levemente de la delicada cadena sobre mi cuello, jugando con el frágil colgante de luna. No hay una historia oculta tras el objeto, nada de llevar un microchip estilo espías de la CIA o algo así, solo un pequeño valor sentimental que puede ser remplazado con otro.

Entre menos apegos mejor.

—Si no quitas esa horrible cara de pasa arrugada te quedarás así—la varonil y ronca voz de Carter colapsa mi transe. Giro sobre la silla, viéndolo frotarse los ojos—, ¿pasa algo?.

Pero toda mi atención cae a su cabello totalmente despeinado, queriendo apartar los mechones castaños de su rostro somnoliento.

—Nada de que preocuparse—me encojo en hombros—, reviso lo que me trajiste.

—¿De nuevo?—pregunta y rueda los ojos. Si, de nuevo, por doceava vez—Creo que ya te la sabes de memoria.

—Unas repasadas más y así será—sonrío a medidas.

—No te interrumpo más—abre de nuevo las cobijas, envolviendose en ellas hasta cubrirse casi todo—. Me despiertas cuando el desayuno esté listo.

Revenge In RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora