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Que Paul Anka me susurrara al oído mientras me recargo en su hombro es uno de mis sueños frustrados, con tan bella voz

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Que Paul Anka me susurrara al oído mientras me recargo en su hombro es uno de mis sueños frustrados, con tan bella voz. En las tardes solía ponerlo en unas pequeñas bocinas, bailando en medio de mi habitación o solo estando en cama sin hacer nada.

Pero ahora no es así, ¿por qué? Pues, primero; no estoy en mi habitación, segundo; no tengo ni celular ni bocinas y tercero; apenas tengo una idea de dónde estoy.

Desperté hace unas horas en una habitación vacía, donde apenas entra la luz, con ganas de orinar y por si quería más, con una cadera amarrada en mi tobillo que no me deja alejarme ni dos metros. Apesar de eso, solo puedo pensar en qué hará papá cuando vea que no llegue a casa a las 3 de la mañana o si llegaré.

El golpeteo de las llaves con el cerrojo no hace que levante la mirada de lo tan interesante que son mis manos. Escucho unas pesadas pisadas, seguido como aclaran su garganta.

—Arriba, el Alfa quiere verte—el hombre me ordena.

Levanto la cabeza adolorida, mirando seriamente al hombre.

A mí nadie me ordena.

—No.

Simple y directo. El hombre me ve de la misma manera, dando unos pasos a mi, sube un poco su pantalón de vestir, agachándose hasta mi altura. Apenas veo sus intenciones de tocarme giro el rostro, dejándome caer de culo para evitar su contacto.

—No me toques—ordeno, aprieto los dientes, volviendo la mirada a su rostro—. Quítame esta porquería del tobillo, ahora.

Este enarca una ceja, chasqueando la lengua a modo de burla.

—Tu no eres nadie aquí niña—su expresión va decayendo—, así que cierra la boca.

—¿No soy nadie aquí?—pregunto y lo veo titubear—No lo creo imbécil, así que has lo que te digo de una vez.

Levanto el mentón levemente, dejándole saber la seguridad con la que ando. Sus fríos dedos toman mi talón, alandome por el piso. La cadena cae al piso, haciendo que el sonido rebote por las paredes, recalcando lo vacía que se encuentra. Sobo mi tobillo antes de levantarme, haciendo movimientos circulares para calmar la incomodidad.

Empezamos a subir escaleras, seguido de un largo pasillo. Las paredes cambian al llegar a un puerta de madera lisa, tomando un color crema sucio. Al pasar la puerta tenues colores nos reciben. El lugar a primera vista era una combinación de lo elegante con lo rústico, acompañado de grandes cuadros con pinturas viejas. Al adentrarnos todavía más dude de la clase de casa que sería, ¿ o acaso es una maldita mansión en medio del bosque?.

—Sigue derecho—dicta deteniéndose—, verás una gran puerta blanca, solo toca.

—¿Solo eso?

Su juiciosa mirada me escanea al escuchar mi pregunta.

—Ya te esperan.

Se da la vuelta caminando en otra dirección y lo pierdo de vista. ¿Y si quemo la casa con todos adentro?

Revenge In RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora