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Asiento sin remedio, levemente confundida por su acelera desición

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Asiento sin remedio, levemente confundida por su acelera desición. No es que me moleste que sea tan pronto, es solo que esperaba tener más tiempo, solo un poco más.

Me siento junto a la ventana, prestando atención a cada detalle, memorizando los tiempos y otras posibles salidas. Sus pupilas dilatadas y la forma en la que sus labios hacian un mollin me causó curiosidad, una emoción diferente.

—No lo olvides—recalca serio—, a las doce debes estar afuera, si no—enarca ligeramente una ceja, levantando el mentón—, estarás sola.

—¿Qué pasará con la manada después?

—No habrá manada—sentencia sin temblar.

Asiento en su dirección, pegando mis piernas contra mi pecho, recargo mi mejilla contra mi rodilla. Ofuscada.

—Una cosa más—agrego sin moverme, pero viéndolo directamente—, la hermana de Tadeo, la quiero.

—Esa cuenta no es asunto tuyo—dictó cruzándose de brazos—, todavía necesito sus servicios, así que amenos de que quieras esperar con nosotros—lame sus labios.

—Cuando nos conocimos, te dije que no pedía nada a cambio, solo lo que tú deseas—reitero, levanto la cabeza, retandolo con la mirada—. Pues ahora, ya sabes lo que quiero, y para ti, que tienes cientos de súbditos y cómplices, no será complicado darmelo, ¿o sí?—bajo mis piernas, captando su rojiza mirada.

—Es un precio alto.

Me levanto con lentitud, ladeando el rostro inocente.

—No lo suficiente para ti.

( . . . . )

Me dejo caer sobre la cama por segunda vez en la noche, esperando. Realmente no se que sentir. Tantos años de espera, de resentimiento guardado, dolor y llanto. Todo se resume a esto, al borde colapsar.

Apesar de lo que mis sentimientos gritan, no puedo hacer nada, porque la satisfacción de saber que lo logré los opaca.

Todavía es nuevo como puedo sentirlo, saber que está cerca y puedo tocarlo. No fue necesario que mirara a la puerta, aún con las luces apagadas sabía que era él.

—Siento a ver me ido sin avisar—las disculpas nunca me han interesado. Entre abro los ojos para verlo, justamente cuando se quita un chaleco negro con muchos bolsillos, parecido a los militares.

Me giro en la cama sin saber qué decir, observando su silueta en la oscuridad. Y casi puedo jurar que el hace lo mismo.

No hay culpa, pero tampoco creo que hice justicia.

Sin decir nada más entra al cuarto de baño. Inhalo con fuerza, apoderándome de su varonil colonia. Me siento en la cama, alzando su abrigo café y camisa, sin pensarlo la abrazo. Joder, deseo tantas cosas.

Revenge In RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora