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Contemplo sin parpadear el exterior, incapaz de moverme o articular palabra

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Contemplo sin parpadear el exterior, incapaz de moverme o articular palabra. Severamente aturdida por la mezcla de sentimientos que disputan en mi interior.

Sus manos se ciñen sobre mi cintura, dejando que su cálida respiración dé contra mi cuello.

¿Por uno se castiga a todos?

Los humanos hacen cosas imperdonables, atroces contra cualquier otro organismo vivo que esté por debajo de él en la cadena alimenticia. Si torturan, violan, despedazan, juzgan, dominan a su misma especie. ¿En verdad hay diferencia entre las bestias y los humanos?

—Tenemos que hablar—habla aún en la misma posición, erizando mi piel—. Y no me refiero a que solo me escuches volteando los ojos.

Quise insultarlo, desde el núcleo de mi mente imaginé rápidamente escenarios dónde lo hacía y terminaba rompiendo un vaso sobre su cabeza.

—Y yo tengo llamar a mi padre—repliqué con el mismo tono. Aparto la cabeza de su pecho, elevando la mirada—. Necesito que sepa que estoy bien.

Elijah pareció pensarlo una eternidad, sin hacer muchos gestos o murmurando, solo continuando con el lento vals. Hasta voltear al lugar por donde vino. Veo su cuello con más libertad, agradeciendo en silencio a la luz natural de la luna por dejarme ver la tinta plasmada en su piel.

—Vamos adentro.

Aún con las líneas de mi plan trazadas debo darme prisa, en cualquier momento todo se me volteará y lo perderé. Entrelaza nuestras manos mientras caminamos al salón principal, donde todos  se encuentran platicando sin problemas, algunos bailan, las mujeres vuelven a tener su radiante sonrisa.

Aparta un mechón oscuro de mi rostro, rozando con la yema de sus dedos mi piel, dejando un corto camino caliente, haciendo que frunza el entrecejo. No soy capaz de ir en contra el ver su estado tan relajado, acompañado de una curva en sus labios finos.

—¿Quieres bailar?—pregunta. Niego con la cabeza sin cambiar mi expresión—Podemos hablar mientras lo hacemos—insiste.

—¿Y yo por qué querría hablar contigo?—inquirí déspota, lo miro de pies a cabeza.

—Porque sé que tienes muchas preguntas—afirma—, y nadie aquí te dirá algo relevante.

Estira su mano invitándome a que la tome. En realidad sé todo lo que me interesa, hasta un poco más, pero eso no evita que la curiosidad me invada, además de que necesito acercarme lo suficiente para que el confíe en mí. Lo miro detenidamente, especialmente en sus esferas verdes.

—¿Entonces?—pregunta con una sonrisa coqueta—Puedo espérate toda una vida, pero estaría bien que sea ahora.

Con lentitud tomo su mano, sin bajar la guardia a cualquier movimiento extraño. Caminamos al centro del salón donde bailan, llevando con nosotros más miradas curiosas. Volteo a otro lado cuando coloca su mano sobre mi cintura, dejando un espacio considerable entre nuestros cuerpos.

Revenge In RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora