Treinta. El compromiso es en media hora, llego tarde. Llego tarde para estar temprano. Camino rápido para intentar robarle segundos al reloj sin mucho éxito. Pido tener la suerte de no encontrarme muchos semáforos en rojo.
Veintinueve. Subo al auto, no lo reviso. Si una rueda está baja será problema del yo del futuro. Abro el portón, salgo, giró rápidamente para salir de mi barrio. El reloj pasa de la muñeca al estéreo
Veintiocho. Pongo música, eso ayudará a distraerme. Tengo suerte, la calle está más vacía que de costumbre. Puedo manejar con tranquilidad de manera intranquila. Adelanto al tráfico con cuidado, pero de manera constante. La gente parece estar más aletargada que yo.
Veintisiete. Luz Roja. Primera demora. Espero paciente mientras muevo mi mano al ritmo de la música de mis parlantes. Espero los 32 segundos restantes y aceleró.
Veintiséis. Sigo mi camino, adelanto un colectivo y me acerco a mí destino, coloco la luz de giro y doblo, el semáforo cambia a color amarillo tras de mí.
Veinticinco. Llego al estacionamiento. Busco rápidamente un lugar para dejarlo. Lo dejo, está lejos de mí destino, lo sé; pero dejarlo más cerca me complicaría la existencia al volver.
Veinticuatro. Bajo del auto, y empiezo a caminar. De pasada, acomodo mi pelo, pero la velocidad que llevo hace que este vuelva a caer sobre mí rostro. Lo dejo en paz, ya no le doy importancia.
Veintitrés. Veo la entrada del lugar al que voy. Me acerco rápidamente, aún no hay nadie que pueda notar mi tardanza. Me acerco al ascensor para ir al segundo piso. Solo se encuentra una joven mujer con la que cruzó velozmente miradas. Se nota igual de impaciente que yo.
Veintidós. El ascensor no llega. Me canso de esperar y me acerco a la escalera, y empiezo a subir. Perdí demasiado tiempo esperando ese ascensor. Hora de subir de a dos escalones y rezar para no romperme la cabeza
Veintiuno. Primer piso. Hace mucho no uso escaleras, y lo noto. Hace unos años hubiera tardado segundos subiendo estas escaleras y ahora minutos pierdo haciéndolo. Y no tengo tiempo para perder.
Veinte. Segundo piso. Me acerco al escritorio de la Secretaria del entrevistador para anunciarme. Se encuentra hablando por teléfono. Al menos ya estoy acá, si preguntan porque demore. Ya no seré el causante de mi retraso.
Diecinueve. "Ha llegado temprano" me dice la Secretaria, arrojando sal a la herida. No he llegado temprano, ya lo sé. A pesar de ello, me da tranquilidad saber que aún no ha llegado el entrevistador.
Dieciocho. Lo veo llegar, me saluda al pasar y entra a la oficina. La secretaria, que parecía muy distraída hasta hace unos segundos comienza a dar órdenes a los demás que están en la oficina... llegó el jefe.
Diecisiete. Pierdo más tiempo. La secretaria atiende el teléfono y comunica al jefe de una emergencia. Deberé de esperar unos minutos más para ser llamado.
Dieciséis. La llamada sigue. Me empezó a aburrir, pero temo que si saco mi teléfono perderé puntos. Deberé esperar.
Quince. «¡Pase!» me gritan desde la oficina. Me pongo de pie, tomó el maletín y me dirijo a ella. El jefe no se encuentra en esta habitación. Estoy como en un descanso antes de la oficina principal de este.
Catorce. El reloj encima del escritorio me marca el tiempo que estoy aquí. La oficina es muy bonita, decorada con cuadros y una estética muy bien lograda. Ahora solo tengo que esperar
Trece. Tomó un diario que hay para leer, pero no puedo ver un titular sin revisar el reloj. Debo recordarme que estoy ya aquí. Que no tengo que apurarme. Que ya llegara el jefe. O quizás ya esté adentro y pronto me llamara.
Doce. "Masacre en Villa Dubois. Matan a cinco personas a machetazos". No sé por qué son innecesariamente gráficos con estas noticias. Dejó el diario
Once. El jefe ingresa al descanso y pasa a su oficina. Me hace señas para que entre a la habitación. Me pongo de pie, dejó el diario y entró. Él entró tras de mí a la habitación.
Diez. Me pide disculpas, y vuelve a salir. Me asegura que pronto volverá, que me ponga cómodo y me indica una mesa cercana donde puedo sacar un café. Se lo ve preocupado.
Diez. Me pide disculpas, y vuelve a salir. Me asegura que pronto volverá, que me ponga cómodo y me indica una mesa cercana donde puedo sacar un café. Se lo ve preocupado.
Nueve. Me pongo de pie, me sirvo un café pequeño con tres cucharadas de azúcar. El intentarlas echar en la casa me hace notar el temblor en mis manos. Estoy muy nervioso
Ocho. Me siento de nuevo para revolverlo, se que si lo intento hacer de pie haré un desastre por los nervios. Y no quiero dar semejante impresión en el primer día.
Siete. Empiezo a tomar de a poco el café. Esta fuerte y dulce, y eso se agradece. Necesitaba algo así.
Seis. Se me acabó el café. Siempre me acusan de tomar todo rápido. Me acerco rápidamente a la mesita y dejó la taza. La cuchara se me cae de la mano y hace mucho ruido. Al menos fue la cuchara.
Cinco. Tengo que repetirme a mí mismo que no debo tratar de escuchar la conversación que está teniendo el jefe mientras estoy aquí. Es más difícil no hacerlo de lo que parece, están hablando a los gritos.
Cuatro. ¿Estará algo mal? Cómo podría saberlo. Solo sé que tengo que esperar, pero la espera es la peor parte. Aquí ni siquiera hay un diario como para leer. Y debo contenerme de sacar mi celular, lo único que falta es que entre y me vea perdiendo el tiempo con el teléfono.
Tres. Escucho que saluda por el teléfono a su interlocutor. Deja el teléfono en algún lado y toma notas en algún anotador, por lo que oigo. ¿Qué habrá pasado?
Dos. El tiempo pasa y a cada segundo mi preocupación sube. ¿Harán esto normalmente? ¿Será toda una performance elaborada para saber cómo actuó?
Uno. Ingresa a la habitación, pidiendo disculpas. Toma sus hojas, y revisa las solicitudes del día, antes de hacer solo hace una pregunta
Cero. ¿Cuál es tu nombre?
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Divagares y Devanares del Sueño
Short StoryUna serie de historias cortas, ficcionalización de mis sueños mas extraños, raros o llamativos. Una oportunidad de contar las historias que mi mente escribe sin intención, revisitar las historias propias que ella ha creado en el pasado y, ¿porque no...