Tengo muy en claro en mi mente la memoria de un sueño de mi infancia. Apenas tengo recuerdos de esa época latente, menos aún de mis sueños, por lo que me sorprende mucho que eso siga ocupando un lugar tan importante, con la cantidad de cosas que podrían ocupar ese lugar. Tenía cinco años y me veía a mí mismo, de adulto, con un traje negro y una corbata roja. Estaba en un evento con un micrófono en la solapa, dando un discurso, no recuerdo de que. Seguramente era importante.
El discurso terminaba y tras los aplausos, él bajaba del estrado, y yo lo miraba pasar por mi lado. Se regresaba para verme los ojos y sonreía. Poco más duraba nuestra interacción. El seguía con su vida y yo despertaba temprano por la mañana, para comer unas tostadas con leche, ponerme un guardapolvo y salir caminando a la escuela.
Pero eso se grabó en mi cabeza. Apenas entendía mucho de lo que allí ocurría, pero sabía en mi interior que algún día allí estaría. Rodeado de gente importante, hablando de cosas importantes, con ese saco negro oscuro y la corbata roja de las películas. Ese sería yo algún día.
Hace unos meses tuve el mismo sueño, pero al revés. La misma experiencia de la infancia, pero en mundos paralelos. Ahora era el adulto que veía al niño lleno de ilusiones. Ese sueño ahora lo tuve despierto, y no en universos que solo visito cuando estoy durmiendo.
El adulto ya había heredado ese traje y también había podido comprarse con su sueldo esa corbata. El adulto ya había usado ese traje ante un auditorio, habiendo disertado de temas que al niño no le importan al niño en lo más mínimo. El adulto llevaba mucho más tiempo que aquel niño en aquel mundo, el triple del tiempo. Y, aun así, el adulto no supo qué decirle al chico cuando se vieron cara a cara.
Decirle que se había vuelto todo lo que siempre quiso era una mentira, el niño apenas sabía que quería; decirle que logra todo lo que se propondrá también lo era, el niño tendría que aprender a experimentar fracasos para crecer; decirle que se volvería alguien de quien estaría orgulloso, sería falso, pues el niño estaría orgulloso de otras cosas.
Había notado lo diferentes que éramos desde que pasó la primera vez, y eso lo había preocupado. Lo había dejado en evidencia, pero no en un mal sentido. Sentía como si hubiera encontrado un mapa de un tesoro pero que no tenía idea cuáles eran las coordenadas en las que estaba basado; como si hubiera encontrado un libro escrito en un idioma que ya había sido olvidado.
Quizás por eso lo único que pudo hacer fue un párate a su vida de adulto y jugar con el niño. Quizás porque eso era lo único que podía hacer que él entendiera.
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Divagares y Devanares del Sueño
ContoUna serie de historias cortas, ficcionalización de mis sueños mas extraños, raros o llamativos. Una oportunidad de contar las historias que mi mente escribe sin intención, revisitar las historias propias que ella ha creado en el pasado y, ¿porque no...