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La vista chocaba fuerte contra los árboles, desordenando algunas cosas con su paso, y aunque la señora Soohee mantuviera su ventana cerrada, podía sentir la ventisca fría golpear su cuerpo.

Hace años que no tenía ese sentimiento, el sentimiento de devastación. Ya había transcurrido una semana completa desde el robo en su propiedad, y aunque le costaba bastante asimilarlo, la realidad era una verdad que debía asumir. La única de la que es imposible escapar.

En todos los años vividos en su casa, la cuál se había esforzado junto a su marido en obtener, jamás había sufrido un robo de esa magnitud. Desde los anillos guardados en sus cofres pequeños en la habitación, hasta dinero, fajas de billetes y algunos relojes de su esposo muerto.

Relojes que estaban escondidos en cajones por una de las habitaciones vacías.

Ella sabía perfectamente que no podía haber sido un ladrón cualquiera. Porque si era uno cualquiera entonces vaya qué ladrón más astuto como para encontrar todo tan rápidamente y de forma sigilosa. Sin romper nada, sin forzar nada.

Le estaba costando aceptar el hecho de que, así doliera o no, el ladrón estaba viviendo en su misma casa, o como mucho, era alguien conocido.

Dudaba mucho de su hijo, no quería verse en esa posición en la que desconfiara de su propio hijo, menos si, como él había dicho, había pasado toda la noche en compañía de Jihoon haciendo quién sabe qué. Seungcheol estaba muy afectado también luego del robo, así que por esa misma razón descartaba al mayor como responsable. Luego estaba Jihoon; ese chico dulce, de carácter fuerte pero a su vez noble, que se había mudado a vivir con ella hace unos meses. Era querido por sus hijos y hasta parecía llevarse muy bien con Dahyun, su sobrino. Ella no veía ninguna maldad en Jihoon, así que lo descartó.

Y luego, de último pero no menos importante, estaba Choi Dahyun. Su sobrino.

Soohee mordía su labio, no le gustaba ser prejuiciosa... Pero exactamente su sobrino acababa de llegar, y a juzgar por sus padres era algo que podía ser posible.

¡No!

Se regañó, en medio de su conflicto interno. Su sobrino era educado, lo quería mucho y sabía en lo más profundo que no era igual a sus padres. Él era un chico de inteligencia admirable y bastante consciente, no era parecido a su familia ni de reojo.

Claro que no, él era mejor que su padre, ¿Verdad?

Pero... ¿Y si resultaba ser peor?

Siwon.

El nombre llegó a su mente como la flecha que fue impulsada velozmente de un arco, desprendiendo algo de polvo con su arranque.

No conseguía algún motivo por el cual tener que recordar a Siwoon, pero ahora que lo pensaba, habían muchas razones que explicaban bien esos acontecimientos. Siwoon, hermano de su difunto esposo, jamás logró ni pedirle perdón, ni perdonarla.

Recordaba con precisión la manera desastrosa en la que habían terminado sus lazos con esa familia. Ella sabía perfectamente que luego de todo aquello, se le tachó de ladrona y aprovechada con el resto de la familia Choi, y debido a ello pocos familiares de su ex marido le hablaban. Inclusive hasta personas de su propia familia habían insistido en no creerle, y todo gracias a lo que Siwoon difundió a su manera.

Al principio de su matrimonio, la familia Choi la acogió bastante bien, compartían el vino y organizaban cenas hogareñas con festines para alegrar el paladar. Las pláticas jugosas iban y venían, y la muchacha que era en aquél momento de su juventud, gozaba por el afecto y la confianza que habían puesto en ella; le parecía poco común pertenecer a una familia rica que fuera tan amable y gentil, pero luego miraba a su esposo, y entendía por qué eran así.

𝐘𝐎𝐋𝐎 𝐘𝐎𝐇 • 𝐉𝐈𝐂𝐇𝐄𝐎𝐋 지철Donde viven las historias. Descúbrelo ahora