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"Por las noches me platica de la magia de la soledad". Perdí mi ojo de venado; Caifanes

Después de haber pasado media hora en la enfermería tratando de tranquilizarme, Ray me acompañó hasta mi motocicleta. A unos cuantos metros estaban los Way, Gerard me miraba como si fuera un asesino serial y él alguna clase de policía, su odio sin razón me daba asco.

— ¿Seguro que no quieres que te lleve a casa, Frank? —el afro se ofreció, pero no quería dejar mi motocicleta sola bajo la lluvia.

— Tranquilo, estoy bien, puedo ir a casa sin problema —le di una sonrisa sincera— Te llamaré en cuanto haya llegado, lo juro.

— De acuerdo, nos vemos —con un ademán se despidió, marchándose hacia donde estaban Lindsey y Jamia charlando de no sé qué cosa.

Me puse el casco y saqué las llaves de mi bolsillo. Una vez listo, arranqué para ir a casa lo más pronto posible, necesitaba salir de ahí.

[...]

La noche pasó como una eternidad, no salí mucho de mi habitación a pesar de que Sarah quería ver algunos programas de modas conmigo, no quería herir sus sentimientos, pero no me gustaban ese tipo de cosas.

— El fin de semana iré a comprar ropa al centro comercial, mamá —mi caligrafía era horrible mientras hacía la tarea y charlaba con mi madre por una llamada.

¿Está cerca de la casa de Sarah? —ella me interrogó.

— Claro, a unos quince minutos —mentí, pues estaba a un aproximado de una hora de camino.

Vaya, es bastante cerca —suspiró— ¿Y hay alguien lindo en tus clases?

— ¡Mamá! —dije avergonzado— Debo cortar, tengo muchos deberes por hacer.

¡Frank, espera! —corté antes de que ella pudiera decir más.



A la mañana siguiente deseé no tener que ir a clases, pero era obvio que debía ir. Mi cuello dolía por la mala posición en la que había dormido. Me despedí de Sarah y Edward y me marché sin siquiera haber desayunado algo, comería algo en la cafetería junto a Ray.

— Me gusta tu camiseta —la voz desconocida me hizo dejar de copiar los apuntes de Ray los cuales eran de Filosofía, alcé mi mentón y me encontré con Gerard Way.

— Gracias, supongo —miré las letras desgastadas.

— ¿Y eres homofóbico? —alzó una ceja y reí, "la homofobia es gay".

— Si lo dices para saber si soy gay, no lo soy del todo.

— ¿No del todo? —arqueó una de sus cejas.

— De pronto me hablas, esto es raro —solté una carcajada por el nerviosismo, evitando su pregunta.

— ¿Eso te incomoda, Frank? —fruncí el ceño.

— ¿Quién te ha dicho mi nombre? —la seriedad llegó a mí.

— Todos lo saben, eres la novedad —me sonrojé apenado, pues era cierto— Soy Gerard, Gerard Way...

— El chico Way, también me han hablado mucho de ti —sonreí a medias.

— ¿Cosas buenas? —antes de que pudiera responder, el otro Way me interrumpió.

— Gee, debemos ir a clase —parecía más pequeño que Gerard, sus rostros eran tan iguales, me dio una mirada de desaprobación.

— Voy enseguida, Mikey —Gerard me sonrió, pero su hermano seguía observando con insistencia— Debo irme, nos vemos.

Me quedé en silencio observando cómo se alejaba por el amplio pasillo, siguiendo a su rubio hermano. Bajé la mirada, mientras intentaba evitar pensar en todo lo que tuviese que ver con aquel azabache tan... extraño.


Durante las clases traté de evitar las preguntas constantes de Ray acerca del por qué había charlado con el pálido Gerard, me sentía algo agobiado. Jamia me enviaba textos constantes sobre lo mucho que quería verme, pues según ella tenía un obsequio de bienvenida para mí.

Más lento de lo que esperaba, la hora del almuerzo llegó, mi cuerpo anhelaba un delicioso bocadillo, aunque fuese solo una manzana.

— Hey, Frank, ¿almuerzas conmigo? Mikey tiene una clase ahora —Gerard se acercó a mí con una sonrisa, Ray abrió los ojos con suma sorpresa y se alejó para ir con Jamia.

— Claro, está bien —suspiré.

— ¡Genial! —observé su charola de comida, solo tenía un par de frutas y una botella de agua.

— ¿Y bien, qué te gusta hacer en tus tiempos libres? —pregunté antes de dar un mordisco a mi sándwich.

— Soy una persona con pasatiempos complicados —encogió sus hombros observando la manzana— Adoro salir a acampar en los días de verano, así como me fascina la música y el arte.

— ¿Eres músico? —le di un pequeño sorbo a mi jugo de manzana.

— No me puedo considerar uno ya que no soy famoso —rió con delicadeza, sus ojos se entrecerraban— ¿Por qué decidiste venir a Longview?

— Yo... necesitaba un cambio de aires —usé la misma mentira que con Sarah— Ya sabes, la vida en Los Ángeles suele ser aburrida.

— Tus ojos dicen que mientes —tragué con dureza.

— Yo... mi madre tuvo un aborto —un vacío se formó en mi estómago, los recuerdos golpeaban mi mente, la sangre... mi madre.

— Frank —me sujetó del hombro— ¿Te sientes bien?

— Por favor aléjate —rogué con un hilo de voz, pero él no parecía entender. Su mano viajó hasta mi frente, intentando calcular mi temperatura.

— Te llevaré a la enfermería —intentó ayudarme a ponerme de pie.

— Estoy bien, solo necesito un par de minutos —sostenía mi cabeza entre mis manos, jalando mi cabello con algo de fuerza.

— Joder, si no te sientes mejor en cinco te llevaré a la fuerza —me acercó su plato, repleto de fresas para que comiera una— Tal vez lo dulce ayude un poco.

— Gracias, Gerard —respiraba con pesadez, tomé una de las frutas y la mordí.

Después de esos minutos, Gerard insistió en ir a la enfermería a lo que me negué. Me sentía mejor, pero él insistió tanto que tuve que darle mi número telefónico para que se asegurara de que estaría bien en las próximas horas, hasta que por fin el día terminó.

— ¡Frank, espera! —escuché a lo lejos, pero no quería quedarme más, estaba exhausto— ¡Iero!

Rodé sobre mis talones, Jamia me seguía con decisión.

— Jamia —sonreí.

— Olvidé darte esto —me entregó una bolsita de papel en tono azul pastel— Espero que te guste tanto como a mí.

Antes de decir algo besó mi mejilla y se marchó a toda velocidad, dejándome con la palabra en la boca y una gran confusión.

bipolar || FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora