"Tengo una nueva cura para la soledad; y si me das lo que quiero, entonces te daré lo que te gusta." Give you what you like; Avril Lavigne.
Por la mañana decidí ir a ver a Gerard, Taylor me había dado cada uno de los datos que necesitaba para poder ingresar. Emocionado, subí por el ascensor hasta llegar al piso indicado, con algo de nervios y emoción toqué la puerta con tres pequeños golpes, justo como ella me había indicado.
— Joder, Taylor, te he dicho que no me gusta que me molestes —abrió la puerta, su rostro estaba diferente, tenía ojeras más notorias y parecía estar cansado por lo rojos que sus ojos estaban en ese momento—. ¿Qué coños haces tú aquí?
— Hola —le sonreí, pero él no borraba la mueca de su rostro—. ¿Puedo entrar?
— Bien —se hizo a un lado, dejándome entrar.
— Taylor me dijo lo que pasó con Jamia, y en verdad lo siento... ella no es mi novia, desde el día de tu concierto dejamos de serlo —dije sin pensar, su expresión cambió a una de indiferencia.
— No tienes que darme explicaciones —sus palabras eran frías y cortantes.
— ¿Hay algo malo? —pregunté—. Estás actuando raro conmigo.
— No —encogió sus hombros—. Solo no estoy de humor para visitas.
— Pero, creí que te agradaría verme —él suspiró frustrado, mientras frotaba sus manos con sus brazos, parecía darse calor a sí mismo a pesar de tener puesta una sudadera.
— Tal vez en otro momento, Frank, ahora estoy demasiado cansado como para querer verte, así que agradecería que te fueras —mi sonrisa se borró de mis labios.
— Pero no quiero marcharme —hice un pequeño y apenas notorio puchero.
— Entonces quédate aquí, tengo que ducharme, ¿bien? —rodó sus ojos.
— Prometo no moverme de aquí —dije emocionado, él entró a otra parte de la habitación para después cerrar una puerta, la cual supuse que era del baño.
[...]
Ambos estábamos comiendo pizza, Ray y Alyssa vendrían en unos cuantos minutos de acuerdo a sus mensajes. Gerard movía sus piernas de manera extraña, demostrando que se sentía ansioso o algo por el estilo, al mismo tiempo mordía sus uñas.
— ¿Estás nervioso? —una de mis cejas estaba arqueada debido a la curiosidad.
— No, ¿tendría que? —pasó una de sus manos por su rostro, en señal de desesperación.
— Hey, en verdad, ¿te ocurre algo? —yo me acerqué un poco más a él.
— Estoy bien —insistió, no era capaz de distinguir su mirada debido a las estúpidas gafas.
Bufé, algo molesto pues sentía que me mentía, y miré hacia otro lado encontrándome con Ray y Alyssa caminando hacia nosotros con un poco de velocidad.
— Hola, chicos —Alyssa sonrió con amplitud, recibiendo el mismo gesto de mi parte, pero Gerard solo sonrió sin ganas.
— Eh, hola, Gerad —Ray se acercó al azabache sin cuidado—. Hacía años que no te veía.
— Si, ha pasado bastante tiempo —le sonrió amistoso, tratando de no demostrar que en el fondo no quería verlos, ni siquiera a mí.
[...]
— ¿No crees que me veo bien? —Alyssa había conseguido quitarle las gafas a Gerard después de comer, o bueno, al menos la mayoría lo habíamos hecho.
— Te ves linda —Gerard habló antes de darle uno de los últimos mordiscos a su rebanada de pizza.
— Debe ser divertido tener que usar esto cada que sales a la calle —el rizado rió ante el comentario de la ojiverde.
— No lo es, en lo absoluto —más gente comenzabana llegar a aquel local de comida italiana—. Joder, deberíamos irnos.
El último comentario del más pálido fue más una súplica que nada, pero era tarde. Un par de chicas lo reconocieron y se acercaron, comenzando también a grabar, de esa manera la gente fue llegando cada vez más y más.
— Y de esa manera se fue tu oportunidad de decirle que te gusta en verdad, ya sabes... gustar para novios —mis dos amigos y yo mirábamos, a unos cuatro metros de distancia, a la bola de personas, era increíble.
— Creo que él estará muy ocupado —Ray dijo señalando una camioneta de la prensa, suspiré cansado.
— Deberíamos irnos —estaba decepcionado, no podíamos pasar tiempo de calidad juntos por su absurda vida.
— ¿No prefieres esperarlo? —negué ante la pregunta de Alyssa, ella solo asintió tomando mi mano.
Decidí no voltear a ver a Gerard antes de marcharnos del local, no quería hacerlo aunque en parte si lo quería.
— Lamento que las cosas hayan sido así —mi amiga y yo estábamos tumbados sobre la alfombra de mi habitación.
— No lo lamentes, no es tu culpa —la miré de reojo, ella seguía concentrada en el techo.
— ¿Crees que te llame? —permaneció en la misma posición, se veía bastante cómoda.
— No —solté aunque deseaba que lo hiciera.
— El amor es confuso, ¿no lo crees? —suspiré algo desanimado.
— El amor apesta —reímos, porque sabíamos que era verdad.
Alyssa se marchó y me quedé conmigo mismo. Opté por ver una película e irme a la cama temprano, pues mañana tendría que trabajar y no quería volver a llegar tarde.
Me desperté por la vibración de mi móvil, maldije creyendo que era mi alarma, pero más bien era una llamada de un número privado. ¿Quién mierda llama de esa manera a las 3 a.m.? Molesto, rechacé la llamada para volver a cobijarme, pero más tarde en hacerlo que en lo que volvían a llamarme.
— ¿Qué coños quieres? —una respiración agitada se escuchaba del otro lado de la línea.
— ¿F-Frank Iero? —no reconocía esa voz en lo absoluto.
— Sí, él habla —dije mientras quitaba todo rastro de sueño de mi cara con mi mano.
— ¿Podrías venir a recoger a Gerard? —mi corazón se detuvo—. Está bastante mal y... y no podemos llevarlo...
— ¿Qué mierda dices? —no comprendía del todo lo que pasaba, ni a qué se refería.
— El muy idiota se inyectó aún sabiendo que se dormiría al poco rato —rió, otras risas se escuchaban en el fondo—. Necesitamos que vengas por él.
— ¿En dónde está? —quería golpearlo, por ser un estúpido.
— Te enviaremos la dirección —dijo antes de terminar la llamada.
Me vi obligado a encender mi auto a las 3:15 a.m. para en en busca de Gerard, no podía evitar maldecir. Al llegar al lugar toqué la bocina del auto un par de veces y tres chicos salieron, entraron de nuevo a la casa y salieron "cargando" al azabache. Abrí la puerta de los asientos traseros y ellos lo dejaron ahí.
— Estará bien, solo tienes que esperar a que despierte, recuerda recostarlo sobre uno de sus costados, nunca con la boca hacia arriba —uno dijo sonriendo como estúpido.
— Bien, gracias —él asintió y puse el auto en marcha.
Detuve el auto una vez que habíamos salido de aquel vecindario, la luz de la gasolinera era lo único que nos alumbraba, con precaución me giré para tomar el rostro pálido de Gee en mis manos.
— Hey, despierta —lo sacudí un poco, pero no reaccionaba—. Gerard, despierta.
Estaba asustado, a pesar de que él respiraba. Tendría que decidir entre llevarlo a un hospital o hacerle caso a un par de tipos drogados y no preocupar a Taylor.