"Así que toma este corazón, ponte a ti en él. Este final inesperado del cual dependo será la historia de otros nosotros". Story of Another Us; 5 Seconds of Summer.
Desperté desorientado, una vez que logré incorporarme en la cama pude observar a Frank durmiendo en el sofá de mi habitación. Una pequeña sonrisa se formó en mis labios, pero de inmediato se vio reemplazada con la terrible vergüenza que sentí al recordar el incidente en el baño. Con cautela me puse de pie y comencé a buscar mi móvil, el suelo frío tocaba mis pies descalzos y eso me hacía sentir algo incómodo.
— Buenos días —la voz ronca de Frank resonó en las paredes de la habitación, y finalmente me golpeó.
— Hola —apenas fui capaz de responder.
— Creo que me rompí la espalda —dijo de manera exagerada—. No pude dormir en este estúpido sofá.
— Lo supuse —sentí un calor intenso subir a mis mejillas—. ¿Has visto mi móvil? No logro encontrarlo.
— En tu saco —respondió de inmediato.
Aún descalzo, me dirigí hacia el montón de ropa que había sobre una de mis valijas, mi saco sucio se encontraba ahí y, como dijo el enano, mi móvil estaba en uno de los bolsillos. Al encenderlo la pantalla se llenó de notificaciones, llamadas, mensajes, etiquetas, más mensajes...
— De vuelta a la realidad —el menor habló, lo miré por el rabillo del ojo, estaba de pie terminando de abrochar sus pantalones.
— ¿Qué dices? —fruncí el ceño.
— Ya sabes, debo irme —explicó—, tengo un vuelo a Arizona que tomar.
— Creí que odiabas el calor —hablé confundido, tratando de procesar lo que había dicho.
— Sí, algo así —respondió con una sonrisa llena de nostalgia—. Pero la gente cambia, y a veces debemos hacer las cosas aunque no sean de nuestro agrado.
— No puedes irte tan rápido —reproché.
— Aunque no quiero, debo hacerlo —tomó sus pocas cosas y se encaminó a la puerta.
— Frank —lo llamé, con las pocas agallas que podía tener.
— ¿Sí? —no me miró, solo se detuvo en seco antes de girar la perilla.
— Quédate —no pareció como una súplica, sino como algo más sincero, algo que yo quería, quería que se quedase.
— ¿Qué va a pasar si decido hacerlo, Gerard? —giró un poco su rostro, y sé que pudo verme de reojo. Sentí un fuerte vacío en el pecho.
— Porque quiero que te quedes... —tragué con dureza—. Te pido que te quedes, Frank.
— ¿Y qué será diferente esta vez? —cuestionó, su cuerpo ya estaba completamente volteado, y su mirada fija en mí.
— Porque... —lo miré, y ahí estaba la respuesta, lo quería todo con él— ...porque no puedo hacerlo sin ti, me haces sentir como si el resto del mundo pudiera joderse y no tendría miedo si estoy contigo.
Sus ojos avellana estaban clavados en mí, quería correr hasta él y besar sus labios. Necesitaba sentir que él me correspondía sin importar nada, necesitaba sentir que no era imposible.
— Frank —hablé de nuevo—, sé que he cometido miles de errores, pero quiero que sepas que nunca te olvidé, mucho menos te dejé ir... y es por eso que estoy aquí, pidiéndote que te quedes.
— Gee —sus ojos estaban llenos de lágrimas—. No puedo hacerlo, te juro que quisiera lograrlo, pero sé que no puedo hacerlo.
— Frankie, podemos hacerlo —me acerqué a él, tomando su rostro en mis manos mientras él negaba repetidas veces.
— Tengo miedo de que rompas mi mundo de nuevo —me quedé petrificado.
Yo había roto el mundo de Frank, un zumbido fuerte comenzó en mi cabeza y no podía detenerlo. Poco a poco solté el rostro de Frank y sentía aquella ansiedad terrible, el pecho me dolía y no podía moverme, mis piernas flaquearon y caí al suelo. El menor me miraba aterrado, decía algo, pero yo no era capaz de hablar o escucharlo. Me rompió como yo lo había hecho con él.
[...]
Frank
Gerard dormía en su cama, tuve que llamar a Michael para que me ayudase a calmarlo y había logrado ponerlo a dormir por un rato relativamente largo. Tenía sus ojos perfectamente cerrados y su boca semi abierta, se veía tan pacíficamente tranquilo...— Lamento que siempre tengas que ver las peores partes de Gerard —suspiró el rubio recién casado.
— No tienes nada de que disculparte —yo sonreí, tratando de ocultar la inseguridad y el miedo que sentía en ese instante.
— ¿Estás bien? —negué, y me sentí tan mal por todo que solo me dejé caer y comencé a llorar. Mikey me abrazó y solo pude dejar que la intensidad de mis sollozos se volviera aún mayor.
El tiempo voló, Mikey me escuchó y pude decirle todo lo que tenía que decir. Sentí un gran alivio, pero una parte de mí deseaba poder hablar todo con Gerard, debía ser sincero en todo lo que sentía.
— Lamento lo que sucedió —hablé primero, una vez que Gee estaba despierto y recostado sobre su cama.
— No fue tu culpa —él me sonrió, pero su mirada apagada me hizo saber que no estaba bien.
Sus ojos no estaban fijos en mí, su mirar se posaba sobre la vista hacia la ciudad que era posible admirarse a través del cristal de la ventana. Aproveché ese instante; si no hablaba ahora jamás sería capaz de hablar, al menos no en esta vida.
— Gerard —suspiré, mis pensamientos no eran fáciles de alinear de manera coherente, quería desaparecer o morirme de pena—. Tú... tú me robaste el aliento desde ese primer día en que te vi, y admito que la cagué miles de veces, y me di por vencido otras miles —sentí su mirar—, tú tomaste mi aliente y no sabes cómo me rompió eso, nos alejamos y solo... solo huía de mis sentimientos, yo buscaba a alguien más, pero solo te quería a ti.
— Frank... —habló de manera casi inaudible, estaba sentado sobre la cama, sus pies estaban adornados con un par de calcetines de dinosaurios.
— No quiero irme, Gee —me acerqué a él. Por instinto, Gerard se recostó sobre la cama, y yo me recosté sobre su pecho—. No me dejes ir.
— No lo haré —afirmó. Esta vez fui yo quien se incorporó mirando de manera fija sus ojos, pero mi mirada fue recorriendo su rostro... sus facciones... quería guardar cada detalle en mi memoria.
— Ánclate a mí —rogué.
Besé sus labios, y esa fue la mejor sensación después de todos esos días sin poder besarlos. En ese instante viví y amé.