"La gente como tú siempre quiere de vuelta el amor que regalaron." All you had to do was stay; Taylor Swift.
Alyssa comía una hamburguesa doble, era increíble la cantidad de comida que ella ingería siendo una chica tan delgada. Frank y ella habían pedido el mismo platillo y yo solo los miraba atónito, pues yo apenas era capaz de comer una hamburguesa sencilla.
— Tengo que ir al baño —la castaña dijo divertida, señalando su vaso de gaseosa.
— Bien —Frank dijo antes de que ella se pusiera de pie para marcharse y dejarnos solos— Has perdido peso, definitivamente.
— ¿Qué? —sonreí con diversión tratando de hacerme el desentendido.
— Es obvio, apuesto a que debajo de toda esa ropa tus huesos son notorios —rodé los ojos, sentía que hablaba con mi madre.
— Eso es algo que no debería ser de tu incumbencia —crucé mis brazos sobre mi pecho, haciendo una mueca amplia.
— ¡Volví! —la ojiverde me salvó de seguir discutiendo con ese enano— ¿Has llamado a Jamia?
— No, aún no —abrí la boca en una pequeña "o". ¿Acaso se trataba de Jamia "La Zorra" Nestor.
— ¿Y tú, Gerard, tienes novia? —sacudí la cabeza.
— No —mi respuesta fue cortante.
— Qué mala suerte, eres bastante guapo —ella admitió— ¿O es que prefieres llamar a tus chicas "amigas" como Frank?
— ¡Alyssa! —él la regañó molesto— Jamia solo es mi amiga.
— Claro, la amiga que te la chupa cuando la llamas —me obligué a forzar una sonrisa divertida mientras pensaba en una excusa para poder irme de ahí.
— ¿Saben? Creo que es algo tarde, y Taylor estará buscándome, así que será mejor que vaya a mi hotel —fingí bostezar.
— Oh, claro —Alyssa habló mirándome— Sé que estás muy cansado, y deberías dormir lo más que puedas.
— ¿No quieres que te llevemos? —las mejillas del más bajo estaban coloradas.
— Eh... —me quedé mirándolo dudoso, pero Alyssa habló antes que yo algo exaltada.
— Oh, qué torpe —dijo— Casi olvido que debía estar en casa hace un rato para alimentar a mi gato —Frank le susurró algo de manera muy sutil, pero no lo suficiente.
— Podríamos llevarte primero a ti —ella negó apresuradamente.
— ¡No! —me sobresalté— A Milo no le gustan los extraños, además que... Frank aún pedirá un postre, ¿verdad?
— Si, si —él continuó— Creo que no termino por decidirme.
— Bueno, me voy —ella se acercó a mí y besó mi mejilla— Eres la mejor persona, me encantó conocerte y verte cantar en vivo...
— También eres genial, chica —sonreí y ella me devolvió el gesto antes de volver a despedirse y marcharse.
Frank pidió una rebanada de pastel de chocolate, pero terminó pidiendo más de la mitad de ésta para llevar. A los pocos minutos de que Alyssa se había marchado, ambos nos encontrábamos a las afueras del restaurante, Frank esperaba a ver un taxi pasar mientras yo fumaba un cigarrillo.
— ¿Te estás hospedando lejos? —Frank mantenía la mirada en la vía pública en busca de un taxi.
— Un poco —admití— En el hotel The Broadmoor.
— He escuchado que es bastante lindo —él me miró de reojo.
— Sí, lo es —sonreí mientras apagaba el cigarrillo que había terminado con la suela de mi zapato izquierdo.
— Tal vez algún día pueda conocerlo —fruncí el ceño mientras intentaba pensar que no era una propuesta para pasar la noche juntos, por una extraña razón mi sonrisa se agrandó.
— Pues espero que sea pronto —él sonrió con picardía— Por cierto, tampoco sé qué es de tu vida ahora.
— Podría contarte —sugirió— Pero debes venir conmigo a casa.
— ¿A tu casa? —pregunté confundido y él asintió.
— Sí, no es tan lujosa como tu hotel, pero prometo que pasarás un buen rato —mordí mi labio inferior y bajé la mirada avergonzado.
— Me parece una buena idea —dije de manera impulsiva, sin siquiera haberlo pensado lo suficiente.
Frank consiguió un taxi vacío, y de esa manera emprendimos el vieja silencioso hasta su casa. A decir verdad era bastante acogedora, y era más grande de lo que yo hubiera pensado, considerando que él vivía solo. Me encontraba sentado en el sofá que estaba en la habitación de Frank mientras que él traía algo de beber.
— ¿Qué es lo que quieres saber —dijo una vez ya estando en la habitación.
— ¿Fuiste a la universidad? —asintió.
— Estuve un par de semanas, pero me salí cuando mi abuela enfermó —contó— Cuando falleció me heredó esta casa y decidí que las leyes y la universidad no eran lo mío.
— ¿Ahora qué es lo que haces con tu vida? —yo era curioso algunas veces.
— Trabajo en una tienda de artículos musicales, y los fines de semana me presento en bares con mi banda —él rió con torpeza— Aunque no somos ni la mitad de famosos de lo que tú eres.
— Apuesto a que serían mejores que yo —me escogí de hombros.
— No lo sé, pero me gusta mi vida justo como es ahora —se dejó caer sobre su cama— ¿Qué hay de ti? ¿Cómo cumpliste tu sueño?
— Todo sucedió gracias a Mikey —sonreí algo nostálgico— Él se encargó de contactar a un idiota cazatalentos, y mírame ahora... esto es genial.
— Jamás te imaginé viviendo esta vida —me dijo sincero.
— Tampoco yo —admití suspirando con profundidad— Pero no me arrepiento de nada.
— Gerard —giré mi rostro para encontrarme con el suyo mirándome a unos metros de distancia.
— ¿Qué sucede?
— ¿Puedes venir un momento conmigo a la cama? —me pidió, y por dentro ahogué un grito emocionado.
— Bien —me puse de pie y me acerqué a él con lentitud, recostándome a su lado de la misma manera.
— Se siente extraño volver a estar tan cerca el uno del otro —acarició mi mejilla con su mano, de manera delicada..
— Demasiado, diría yo —él solo me tocaba con delicadeza— Por cierto, tus sábanas parecen ser nuevas.
Reí mientras que señalaba la etiqueta en ellas, Frank se sonrojó avergonzado, pero al final también rió junto conmigo.
— Lo son —me dijo al oído.
Con delicadeza acercó su mano a la mía, ambos nos mirábamos de manera fija. De manera lenta, entrelazó nuestros dedos y fue uniendo nuestras manos, con ternura, me sentí completo después de tantos años.