"Fui hecho para mantener tu cuerpo caliente, pero soy frío como el viento que sopla." Kiss me; Ed Sheeran.
Frank
— Parece que mi madre te ha amado —Gerard miraba mis labios y después hacia mis ojos.
— Es muy adorable, en verdad eres afortunado en tenerla —dije mientras me acercaba más a él.
Nuestros alientos chocaban, sus labios rosados eran simplemente hermosos y parecían ser tan suaves. Mis movimientos eran torpes, pero con lentitud me fui acercando más a él, buscando besar esos labios lindos, él se quedó estático, pero terminó correspondiendo mi beso con lentitud, hasta que se separó sonriendo.
— Creo que debería llevarte a casa —me dijo, sus ojos brillaban de una manera diferente.
— Podría tomar un Uber —reí, él negó mientras acariciaba mi mentón.
— O podrías decir que si quieres que yo te lleve a casa y podrías besarme antes de entrar por la puerta, pero tal vez no quieras hacerlo —él era tan dramático cuando quería serlo, bufé divertido.
— Bien, acepto que me lleves —él chilló con emoción, como si fuera una adolescente a la cual su amor platónico le hubiese hablado.
El camino fue de lo más normal, pero al mismo tiempo era diferente porque Gerard estaba ahí, conmigo. Manejaba a una buena velocidad, pero en algunos momentos se quedaba en silencio mirando el camino, sus respuestas poco a poco comenzaban a ser un poco más cortantes.
Al llegar a casa de Sarah y Edward me acerqué a Gee con una leve sonrisa.
— Nos vemos mañana —susurré y besé su mejilla, listo para bajarme de su auto.
— Frank —me llamó antes de que abriese la puerta— Bésame bien.
— Como ordenes —me acerqué a sus labios, él bajó sus manos a mi nuca para ponerle un poco más de intensidad al momento, lo que me hizo sonrojarme aún más de lo que ya estaba.
Cuando el aire se acabó, salí corriendo de ahí para entrar a la clase con una gran sonrisa y el corazón a punto de salirse de mi pecho, apenas podía respirar bien.
Gerard
Mis ojos se sentían pesados, pero por más que deseaba dormir no era capaz de hacerlo, me sentía un poco desesperado. El resto de la noche se basó en dormitar al menos 30 minutos cada dos horas, ese constante sentimiento en el pecho de que algo me hacía falta.
— Te ves horrible —Mikey dijo al momento en que llegué al comedor, su risa era divertida.
— Déjame tranquilo —dije, al ver la comida servida al centro de la mesa una sensación nauseabunda se presentó en mi estómago.
— ¿Piensas desayunar? —mi madre habló, llamando mi atención.
— Comeré algo en la escuela —dije sin ánimos.
— ¿Quieres al menos esperarme? —Mikey habló con la boca llena de comida.
— Eres asqueroso —dije, mientras tomaba un vaso y lo llenaba de jugo de naranja.
— ¿Seguro que no quieres desayunar aquí, cariño? —Donna volvió a cuestionar— No me gusta que no comas a tus horas...
— Estoy bien —dije para convencerla— Solo no tengo hambre.
— Vámonos —mi hermano se puso de pie mientras limpiaba los restos de comida de sus labios.
— Espero saludes a Frank de mi parte —asentí.
Sin más, mi hermano y yo salimos de la casa. La calefacción del auto estaba encendida, aún así no parecía ser lo suficientemente potente para calentar mi cuerpo. Quería frenar el auto, salir de él y gritar lo más fuerte que mis pulmones me lo permitieran.
— ¿Te sientes bien? —Frank pasaba su mano por mis mejillas y mi frente— Estás pálido.
— Me siento bien —sonreí— Solo no pude dormir bien del todo.
— ¿Estuviste pensando en mí? —rodeó mi cuello con sus manos, las cuales eran tibias.
— Claro —besé su frente— Deberíamos ir a clase.
— De acuerdo —besó de manera corta mis labios— Te veré en el almuerzo, Gee.
— Adiós, Frank —él se marchó en dirección contraria a la mía.
Las primeras tres clases antes de poder salir al almuerzo pasaron lentas, más de lo que me gustaría admitir en cierto modo. Tuve unas ganas inmensas de querer volver a casa, recostarme debajo de miles de mantas y quedarme ahí todo el día. Al llegar la hora del almuerzo, una sensación de pesadez en todo mi ser se hizo presente, Mikey me esperaba en las afueras de mi aula y, apenas me vio, su sonrisa burlesca se borró.
— ¿Te sientes bien? —la seriedad en su rostro me golpeaba con fuerza.
— Sí —él sabía que yo mentía, me conocía de una manera perfecta.
— Comeremos juntos —me avisó— Dile a Frank que se siente con nosotros.
Mi atención estaba puesta en otras cosas, mi mente trataba de evitar pensar en tantas cosas como me fuera posible. Estaba ligeramente asqueado, y el simple acto de entrar en la cafetería y oler toda esa comida me provocaba una sensación extraña.
— Hola —los brazos pálidos de Lindsey me rodearon por la espalda.
— Hola, Lindsey —bostecé, estaba más que cansado.
— ¿Dormiste bien? —se separó de mi espalda para mirarme cara a cara— Te ves muerto.
— No pude dormir del todo —hablé finalmente, ella me guió hasta una mesa vacía, una vez ahí comenzó a hablarme sobre las compras que Jamia quería hacer el fin de semana.
— Estoy casi cien por ciento segura de que ella quiere comprar ropa linda para ver si logra que Frank se fije en ella —su tono eufórico era entretenido.
— Aquí está tu comida —Mikey llegó con una charola repleta de comida— Debes comer todo.
— Joder —murmuré apenas audible— Es demasiada comida, Mikey.
— Hola, chicos —Frank se sentó frente a mi, en su charola de comida llevaba una hamburguesa con papas fritas, además de unas pequeñas golosinas.
— ¿Podrías decirle a tu novio que tiene que comer? —Mikey le habló al más pequeño, haciendo que sus mejillas se tornasen rosadas.
— ¿No piensas comer? —Frank me miró, en su voz se reflejaba en nerviosismo.
— Nunca dije que no comería —dije con pesadez.
El almuerzo se basó en discusiones, Ray había llegado unos cuantos minutos más tarde. Todos daban su diferente opinión sobre las protestas de las cuales Lindsey era partícipe. Mikey y yo discutíamos en silencio sobre la comida, apenas logré llevar más de la mitad a mi boca y no me sentía capaz de comer más, él parecía estar nervioso... y yo entendía el por qué.
[...]
— ¿Por qué Mikey estaba tan insistente con lo de la comida? —el cabello castaño de Frank se movía un poco por el aire, el aparcamiento estaba repleto de estudiantes charlando por todos lados.
— No estaba insistente —me reí levemente— Solo está... preocupado.
— ¿Puedo saber el motivo? —se aceró a mí, buscando besarme.
— Tal vez después —tomé sus mejillas y le di un beso casto.