"Monstruo... ¿cómo debería sentirme?" Monster; Meg & Dia.
El resto de la mañana Ray decidió llevarme a comer algo para hacerme sentir mejor, según él la comida era la mejor aliada del ser humano. Traté de evitar cruzar miradas con Gerard durante el almuerzo, de la misma manera evité sus textos durante las primeras tres clases.
— ¿Quieres ir el viernes a una fiesta? —Ray me preguntó, su boca estaba llena de comida.
— No conozco a nadie —dije antes de darle un gran mordisco a mi comida.
— Eso es lo que menos importa —tomó una servilleta para limpiar su boca— ¿Y bien, ¿qué dices?
— Bien, de acuerdo —sonreí sacudiendo mi cabello ligeramente largo.
— ¡Genial! —me abrazó por los hombros— Te enviaré la dirección por mensaje esta tarde.
— ¡Hola, chicos! —Jamia y Lindsey llegaron a la mesa en la que nos encontrábamos Ray y yo.
— Hola, lindo —murmuró Jamia en mi oído antes de besar mi mejilla.
— Hola, Jam —le dediqué una sonrisa pequeña y forzada, odiaba sus besos húmedos.
— ¿Irán a la fiesta de Emerson? —Lindsey preguntó mientras quitaba un par de papas fritas de mi bandeja de comida.
— Logré convencerlo, así que si —Ray hizo un pequeño baile de festejo.
— Oh, eso es sumamente genial —la azabache me miró con felicidad— Te divertirás con nosotros, confía.
— Tengo que comprar un lindo vestido para ese día, Lin —Jamia llamó la atención de su amiga, quien frunció el ceño.
— ¿Por qué no usas lo de siempre, jeans y camisetas con esa chaqueta negra? —la más pálida recibió una mirada asesina por parte de su amiga, a lo que yo reí por lo bajo.
— ¿Me acompañarás? —Lindsey rodó los ojos antes de asentir— ¡Eres la mejor!
El chillido de emoción, a mi parecer, fue horrible. Torpemente dirigí la mirada hacia donde estaban los hermanos Way, Gerard picoteaba con el tenedor la comida mientras que "Mikey" leía un libro de poesía clásica.
— ¿Por qué no lo invitas, Frank? —en esta ocasión, Lindsey murmuraba en mi oído.
— No sé si sea buena idea —apoyé mi barbilla en la mesa— Es tan difícil de convencer.
— Apuesto a que si tú lo intentas dirá que sí —ella animó
— Lo intentaré más tarde —colocó sus manos sobre mis hombros, dándome un cálido masaje.
[...]
Una vez listo para marcharme a casa fui hasta mi casillero para dejar todos los libros en el, después de todo la tarea hoy era escasa. Una mano se apoyó en el de Ray haciéndome voltear la mirada.
— Estás evitándome —afirmó.
— Gerard, no —negué tratando de convencerlo.
— No soy idiota, Frank —él se había apoyado sobre el casillero de Ray, sus ojos reflejaban molestia.
— ¿Qué es lo que quieres? —me sobe las sienes, tratando de mantener la calma.
— ¿Por qué me estás evitando? —él cerró la puerta de mi caja metálica con brusquedad, llamando la atención de algunos estudiantes curiosos.