Capítulo 22. Enfrentar a los muertos.

551 46 5
                                    

No tenemos mucho, solo lo justo y necesario. Lo más valioso que poseo es Newt y ni si quiera es mío del todo. Una persona no puede ser de nadie, pero aun así quiere pasar su tiempo y sus días conmigo. Le acaricio el pelo con suavidad mientras lo miro desde el otro lado de la cama, apoyada sobre mi codo para poder verle mejor. Él suspira tranquilo y me encanta que esté así. Desde el último encontronazo con Cruel ya ha pasado más de medio año. No han sido unas vacaciones porque no hemos dejado de trabajar, pero no ha estado tan mal.

- ¿Qué hora es? – cuestiona con voz ronca mientras se despereza. Creo que por fin se ha dado cuenta de que un rayo de luz lleva diez minutos sobre su rostro.

- Hora de que te despiertes. – le respondo y beso su frente antes de sentarme. – Hoy es el día.

Mis palabras le devuelven a la realidad y se incorpora de un brinco. Me mira con seriedad y traga saliva, por eso llevo mi mano a su mejilla y le acaricio.

- Debes tranquilizarte. Saldrá bien.

No fuimos muy rápidos cuando llegamos a este refugio con lo que quedaba del Brazo Derecho, pero por triste que suene hubo muchas bajas y quedó mucho sitio libre. Conseguimos un viejo y estrecho colchón y un pequeño cuarto en el que dejar nuestras cosas. Aunque no lo hicimos por tener habitación propia, sino por tener intimidad. Aun así Fritanga y Thomas no duermen muy lejos de nosotros, con la diferencia de que ellos se colgaron sacos como si siguieran en el Claro.

Newt arruga el morro y lleva sus manos a mi cintura para guiarme hasta que me siento a horcajadas sobre sus piernas. Luego me abraza y hunde su rostro en mi cuello.

- No tendremos más oportunidades para rescatar a Minho. Es ahora o nunca. – murmura. – Si no consigo librarme de ese agarre seremos incapaces de liberar el vagón.

Busco su rostro con el mío y uno nuestros labios para deleitarme una vez más con su boca. Newt no tarda en seguirme el juego e incluso noto como sus manos se posan en mi trasero para después subir hacia mi espalda. Sé que le encanta que duerma con una de sus camisetas de repuesto. Sin embargo, le oigo quejarse sobre mi boca y no tarda en separarse.

- No me distraigas. – protesta. – Tengo que estar centrado de verdad. Si no puedo manejar ese soplete no le traeremos de vuelta.

- Y si mi arma se atasca nos dispararán a todos. – añado. – Y no solo habremos fallado, sino que además estaremos muertos.

A penas he terminado de hablar cuando Newt da la vuelta haciendo que mi espalda se apoye en el colchón. Él queda encima, por supuesto, y yo no dudo en subir mis piernas hacia su cadera.

- Deja de decir tonterías. Nadie va a morir hoy.

- Dejaré de decir tonterías cuando lo hagas tú. – le replico. Es incapaz de reprimir la sonrisa que nace en su rostro y de nuevo vuelve a besarme aunque esta vez algo más acelerado. No pienso desaprovechar la ocasión, así que cuelo mis manos bajo su camiseta, acaricio su piel y luego la araño, logrando que jadee en mi boca.

Escuchamos el crujido de nuestra puerta abrirse y pegamos un brinco. Yo me cubro con las mantas y Newt, que casi se cae de la cama, fulmina al chico que está paralizado en la puerta.

- Maldita sea, Fritanga, ¿cuándo vas a aprender a llamar a la puerta? – le reprende Newt. El chico sonríe por compromiso aunque sé que esta situación le causa una enorme vergüenza. No es la primera vez que nos interrumpe, pero si tan solo aprendiese a tocar con los nudillos antes de entrar...

- Lo siento, chicos, todavía no me acostumbro.

- Pues ya va siendo hora. – murmuro. – ¿Qué ocurre?

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora