Capítulo 32. La última decisión.

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Pronto hará un mes desde el ataque a Cruel. Hace unos diez minutos los chicos bailaban y reían en torno a la fogata que ellos mismos habían hecho, pero ahora ya casi todo el mundo se ha marchado a dormir, dejando aquí un silencio encantador. Respiro paz. A mi alrededor no hay más que libertad; no más peligro, ni miedo, ni experimentos. Se acabaron las pesadillas y el huir de un lugar a otro.

Vince manda a la cama a tres de los niños más pequeños que tenemos y a mí me da las buenas noches antes de retirarse. Ahora sí que soy la única que queda en esta fogata que pronto se apagará. No quiero hacerlo, pero mi mente regresa al Claro y busca las similitudes con este momento. No hay tantas como imagino porque todo ha cambiado demasiado desde el Laberinto y no solo porque me hayan devuelto los recuerdos. No están ni Zart, ni Alby, ni Winston. Ni tampoco se escaquearán Jeff y Clint de sus labores como docs al saber que yo les cubro. Los chicos no jugarán a ver quién es el más fuerte que logra sacar al otro del círculo y Chuck no se sentará a mi lado para traerme la cena. Chuck no volverá a reír, ni a cogerme la mano. Él nunca verá esto, ni él ni los demás que perdimos por el camino. A lo lejos veo la gran roca que Vince ha colocado y donde han grabado los nombres de los que ya no nos acompañan.

Apoyo mi rostro sobre mis rodillas recogidas y dejo que mi vista se pierda en las brasas de la hoguera. Al principio me martirizaba; me culpaba por hacer daño a dos de las personas que más quiero en este mundo por no saber decidirme. Me decía a mí misma que era una idiota. Saber a quién quieres es tan sencillo como respirar, ¿no? ¿Por qué me costaba a mí tanto? Lo que no sabía es que debía relajarme, dejar de gritarle a mi cabeza que se ordenara y limitarme a escuchar y a ver las señales.

Estos días atrás han sido increíbles. He sido inmensamente dichosa, de verdad, y no me he preocupado por cuestiones que no podía controlar. Quién me iba a decir que antes de tomar cualquier decisión debía hacer las paces conmigo misma. No debía elegir según mis impulsos, ni tampoco según mi necesidad. Tenía que calmarme, saber estar sola sin miedo a romperme ni a dañar a los demás, y entonces la respuesta llegaría a mi mente. Ya llevo intuyéndolo desde hace un par de días, pero después de esta espera, tampoco quería apresurarme. Ahora mismo ver el fuego y poder reflexionar en silencio me hace feliz. Ya no tengo demonios acechándome porque todos han desparecido. Así que en estos momentos, cuando giro el rostro y veo que no hay nadie a mi lado, ya sé con quién me gustaría compartir todo esto.

Respiro hondo porque algo en mi interior me grita que ya es hora de actuar; que esto es lo que quiero hacer de verdad y que ya no tengo dudas. Va a ser un duro golpe, por supuesto, pero tengo que dejar que pase. Cerrar un capítulo para poder abrir uno nuevo. Soltarlo todo para poder hacer las cosas bien desde el principio. La relación que he mantenido durante estas semanas tanto con Gally como con Newt ha sido amistosa y espero que, pese a lo que decida, nada se rompa.

La entrada a la tienda de Gally está abierta y me sorprendo al encontrarlo haciendo flexiones. Cuando ve unos pies se detiene y se incorpora con rapidez; está algo rojo por el esfuerzo y trata de serenar su respiración.

- ¿Ocurre algo? – cuestiona con las manos en su cadera. Es una pregunta muy trivial, pero en mi mirada lee por qué he venido a estas horas hasta aquí. Le miro con detenimiento, observando cada uno de sus rasgos. Veo la esperanza en su rostro. Una esperanza demasiado frágil y sencilla de romper. Y tengo que romperla, aunque me duela.

- Lo siento. – susurro. Acompaño mis palabras de una mirada ladeada y una mueca que ni llega a ser feliz ni tampoco triste.

No hace falta que diga más para que lo entienda. Cierra los ojos y veo cómo sus labios se convierten en una fina línea y su mandíbula se marca más de la cuenta. No quiero darle explicaciones, ni justificarme, ni excusarme. Por lo menos no ahora. Gally termina por asentir muy lentamente, coge aire y lo suelta, y es entonces cuando puede volver a mirarme.

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora