Capítulo 8. Parte del Claro.

756 71 17
                                    

- Maya, cariño... – me llama esa maldita voz. Siento la mano del hombre bajar por mis hombros hasta rozar mis manos. – Eres especial. Tendrás un puesto privilegiado. Debes aprovecharlo.

Abro los ojos exaltada dándome cuenta de que ya es de día, lo que quiere decir que he conseguido dormir del tirón a pesar de que las pesadillas no hayan desaparecido. Supongo que después de dos días sin casi pegar ojo, el cansancio ha conseguido acabar conmigo. Me levanto al igual que el resto de chicos, saludo a unos cuantos y me dirijo hacia la cocina para conseguir algo de desayuno.

- Veo que alguien se ha levantado de buen humor hoy. – me dice Fritanga en cuanto le doy los buenos días con una sonrisa.

- Ha sido una buena noche. – respondo, intentando no tener en cuenta el repulsivo sentimiento que me invade cuando recuerdo cómo el hombre de mis pesadillas me habla y me acaricia. – ¿Tienes algo para adelantarme el desayuno?

Fritanga me da un bollo de pan de queso y le doy un trago a la botella de leche aprovechando que todavía no ha bebido nadie. Supongo que es ahora cuando me toca decidir si volver a los cultivos o encargarme de Alby a pesar de lo que ocurrió ayer. Quizás debería hablarlo con Newt; contarle lo que ocurrió y ver qué opina, así que cuando lo veo a lo lejos hablando con otro chico no dudo en acercarme con rapidez.

- ¿A dónde crees que vas? – me pregunta Gally, interponiéndose en mi camino. Él era una de las personas que menos quería ver.

- A hablar con Newt. – me limito a decir.

- Podrá esperar. – masculla. – Ahora sígueme.

- ¿A dónde?

El chico comienza a andar sin responder mi pregunta y tampoco parece que vaya a hacerlo.

- Vamos, verducha, no tengo todo el día.

Gally va un metro por delante de mí. Observó el cuchillo que cuelga de la cinturilla de su pantalón y por mi cabeza pasa la idea de que cumpla sus amenazas. Quizás, después de lo que vio ayer con Alby, haya decidido que no seré un peligro que altere el orden natural del Claro si estoy muerta.

Caminamos hacia el Laberinto. Me giro levemente para ver a Newt, quien nos observa impasible mientras nos alejamos. Puede que él también esté de acuerdo con Gally. Sea así o no, no parece dispuesto a interrumpirnos, así que tendré que arreglármelas yo sola. Mis nervios se aceleran conforme nos acercamos a la entrada del laberinto y Gally coge su cuchillo.

- ¿Qué quieres de mí?

Gally me observa. No sé distinguir su mirada, lo que expresa, cosa que consigue ponerme casi histérica.

- Toma. – el chico le da la vuelta al cuchillo, cogiéndolo él por el filo. – Escribe tu nombre.

Sigo el lugar que ha señalado con su cabeza y observo el muro con el nombre de todos los que alguna vez han habitado el Claro. No quería matarme, ni desterrarme; quería que pusiera mi nombre.

- ¿Por qué?

- Querías ser una de los nuestros, ¿no?

Le miro dubitativa. Casi espero que me diga que esto es una broma, pero no lo hace. Dejo de mirarle para acercarme hasta quedar a pocos centímetros del muro. Escucho sus pasos a mi espalda y siento su mirada clavada en mi nuca. Juego con el cuchillo entre mis manos y busco un hueco libre en el que escribir mi nombre; pero sigo sin entender qué diablos ha cambiado para que el mismísimo Gally me acompañe a poner mi nombre en el muro.

- ¿Qué ha hecho que cambies de opinión sobre mí? – le pregunto, dándome la vuelta para mirarle de nuevo.

- No he cambiado de opinión sobre ti. – gruñe. – Cuando le he contado a Newt lo que pasó ayer con Alby, no me ha quedado otra que reconocer que actuaste cuando yo me quedé quieto. Si Alby estuviera con nosotros sería él mismo quien te acompañase a poner tu nombre.

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora