Capítulo 15. Con suerte, un refugio.

663 61 17
                                    

Me he quedado dormida durante el vuelo, pero al llegar nos han hecho bajar a toda prisa, como si algo nos acechase. A penas había pisado el suelo cuando he empezado a escuchar extraños rugidos y tiros a mi alrededor. De todas formas, hemos seguido corriendo y no me he permitido mirar atrás. Entramos en una gran base que para nada tiene que ver con el Claro o el Laberinto y unas pesadas puertas nos separan del exterior.

Nos han dicho que luego nos recibirá quien está al mando de todo esto, y desde entonces estamos en una sala que al llegar estaba repleta de comida. Ahora ya hemos acabado con casi todas las provisiones que nos habían dejado y hemos optado por una de dos: curiosear la sala o descansar. Yo estoy cumpliendo con la segunda cuando alguien me interrumpe.

- May. – es Teresa – ¿Podemos hablar?

Aunque siento esa horrible sensación que me invade desde que ella llegó, fuerzo una pequeña y cordial sonrisa.

- ¿Qué ocurre?

- Sé que no te agrado. En absoluto. Y no voy a intentar que cambies de opinión. – por lo menos va al grano. – El caso es que ahora mismo no quedamos muchos y estamos en un terreno desconocido. No es buena idea mantener enemistades entre nosotros.

A pesar de que me repatee admitirlo, tiene razón.

- Podemos hacer las paces. – le ofrezco.

- Intentémoslo entonces. – asiente. Acercamos nuestras manos para estrecharlas y cerrar el trato cuando la puerta de la sala se abre y nos interrumpen.

- ¿Estáis bien, chicos? Lamento mucho el follón, pero nos ha atacado toda una manada.

Un escalofrío me recorre al escucharle. Retrocedo levemente, pero mi espalda choca contra el pecho de alguien. En cuanto me giro puedo ver a Newt, quien coloca sus manos sobre mis hombros consiguiendo tranquilizarme. Es como si ese chico siempre estuviese ahí, a mi lado. El hombre de la puerta, el jefe según parece, nos sonríe ladinamente. A pesar de su pelo gris canoso, no parece ser demasiado viejo.

- ¿Quién es usted? – cuestiona Thomas.

- Soy la razón por la que estáis vivos y es mi intención manteneros así. Ahora, acompañadme, os ayudarán a instalaros. – responde. Sale por la puerta sin darnos tiempo a opinar y, aun sin conocerle, vamos tras él. – Podéis llamarme Señor Janson. Imagino que ya os habrán dicho que soy quien dirige esto. Para nosotros es un santuario; estamos a salvo de los horrores del mundo exterior.

- ¿Nos llevan a casa? – cuestiona Thomas.

- A una especie de casa. – puntualiza él. – Tristemente no quedará mucho del lugar del que provenís, pero tenemos un lugar para vosotros, un refugio fuera de la Quemadura donde Cruel no podrá volver a encontraros.

- ¿Y por qué nos ayudan? – continúa Thomas. A todos nos parece bien que tome la voz cantante del grupo.

- Que podáis sobrevivir a ese maldito virus os convierte en la mejor oportunidad para la supervivencia de la humanidad. Desgraciadamente, eso también os convierte en objetivos, como sin duda ya habéis observado.

El señor Janson nos lleva hacia las duchas antes de seguir con el recorrido. Todos avanzan ansiosos mientras que yo me mantengo la última. Por si fuera poco, ha comentado que luego nos tendrán que hacer unas pequeñas pruebas. Al llegar a una puerta metálica da vía libre a los chicos, pero se coloca en medio antes de que podamos entrar Teresa y yo.

- No pensaréis que os vamos a hacer ducharos con ellos. – el señor Janson no ha perdido esa sonrisa pícara en todo el rato. Me mira tan fijamente que consigue ponerme los pelos de punta. – Seguidme.

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora