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Marco tomo asiento en una de las sillas de los tantos bares que tenía por toda Italia, estaba bebiendo un vaso de brandy en la barra, había citado a su primo Fabrizio para arreglar algunos asuntos. Las mujeres se movían desnudas al ritmo de la música, otras ofrecían un espectáculo de pool dance a los clientes que frecuentaban el lugar.

- ¿Algo en especial hoy? ¿Una habitación quizás? – enarco una ceja una de las prostitutas.

Marco dibujo una sonrisa. Ellas no decidían acostarse con él, era él quien lo decidía. Y lamentablemente ninguna de esas mujeres por más sensuales que fueran lograban captar su atención.

- Tienes dos minutos para que te devuelvas a una de las mesas y dejes de estorbar mi vista – dijo dando un sorbo a su bebida.

- Si jefe – se disculpó la prostituta mientras se devolvía a una de las mesas.

Fabrizio apareció en medio de la gente, las luces de neón lo dejaron ver cuando se detenía en frente de su primo.

- Buona notte fratello (buenas noches hermano) – respondió Marco dejando a un lado el vaso vacío de vidrio.

- Siento curiosidad del porque me has citado aquí tan tarde – dijo Fabrizio mientras se sentaba a un lado de la barra.

- ¿Cuál crees que sea la razón? – enarco una ceja Marco.

Fabrizio dedujo que en ese instante Marco ya lo sabría todo, no podía ocultar nada sin que él lo supiera, así que solo fingió que no sabía de lo que hablaba.

- Querido primo, estoy aquí porque sabes que soy tu famiglia.

- Famiglia ..... – susurro Marco mientras arrojaba con su mano el vaso hasta el suelo y se quebraba. En ese momento los hombres de seguridad que estaban dispersos por todo el bar le apuntaron a la cabeza a Fabrizio.

- ¿Qué haces? – enarco una ceja él.

- ¿Qué hago? ¿Que mierdas haces tú? – lo tomo del cuello de su camisa y lo lanzo al suelo-. ¿Crees que soy un puto idiota? ¡Dime!

- No sé de qué hablas – fingió el.

- ¡¿Que buscas al meter tus narices donde no te convine?!

- Déjame explicar – susurro Fabrizio.

- Por la memoria de mi tío no voy a matarte, él y mi padre eran como hermanos, y yo jure protegerte. Sin embargo eso no va evitar que te golpee – le arrojo un puño que termino rompiéndole el labio.

Fabrizio maldijo internamente, solo era cuestión de tiempo para que todo lo de Marco fuera suyo, lo dejaría en la calle y después la orden se encargaría de él, ni siquiera tendría que mover un solo dedo para jalar el gatillo y acabar con su vida.

- Creí que era lo mejor para que el enemigo de tu padre no acabara contigo. Pero cometí un error.....

- De eso me encargo yo, no necesito niñeras – gruño en respuesta mientras lo levantaba del suelo-. Que pretendías al ir hasta Roma y exponerte, revelándole mi paradero a ese tipo.

- Me habían amenazado, fui un cobarde al no decirte.

Marco paso sus manos por su quijada. No sabía si creerle. Toda la vida habían crecido juntos. Le era difícil.

- Lo juro hermano – se lamentó Fabrizio-. No se volverá a repetir.

- Cállate la maldita boca, escucha. Si la orden se entera, si tan solo me someten a votación me mataran. ¿Comprendes esa parte?

- Claro que si – respondió él mientras se limpiaba la sangre de su labio.

- Ahora que he sido claro contigo, solo lo diré una vez – se acercó hasta él y le apunto con su arma-. Si me entero de que me traicionas, de que tocas algo que es mío, reza a los ángeles del mismo Migel Ángel para que te salven, porque yo no lo hare.

Peligrosa OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora