Peligrosa Oscuridad

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¿Cómo olvidar los dulces ojos de un ángel?, ¿cómo vivir sin olvidar la luz que me guía en medio de la oscuridad?, sería un cobarde si me olvido de ti. ¡Oh, amor! espérame en esta vida como lo harías en la eternidad.

Peligrosa Oscuridad.

Marco la atrajo hasta su cuerpo abrazándola más fuerte, Belle temblaba en sus brazos asustada con lo que le había dicho.

Lo sentía más ancho y musculoso que como lo recordaba, aun así sus brazos eran cálidos al contacto con su cuerpo.

- No debiste hacerlo, mi vida no tiene tanto valor para hacer lo que hiciste, no merecías sufrir.

Por su culpa la mujer que amaba había pasado un infierno al lado de Fabrizio, no podía soportar imaginar todas las aberraciones que tuvo que soportar estos años.

- Para mí si lo tiene - tomó su rostro en sus manos y lo miro con ternura-. Te amo y lo volvería a hacer. Sólo espero que algún día me perdones y no me odies por lo que hice.

- Yo no te odio bella mía, te amo igualmente, jamás pude sacarte de mi cabeza y menos de mi corazón. No voy a permitir que nadie vuelva a ponerte un sólo dedo encima, voy a cuidar de ti. Ya nadie nos va a separar.

Belle le sonrío y colocó su cabeza en su hombro.

Marco la tomo de la cintura y la beso en los labios, se sentía como la gloria misma volver a sentirla cerca suyo.

- Te amo – al fin pudieron decirse aquellas palabras que parecían jamás salir de sus labios.

Basilio apareció en medio de la pareja, los dos subieron a la camioneta que los conduciría a una de las propiedades en las que Marco se quedaba.

Durante todo el trayecto el italiano estuvo distante, no podía borrar de su cabeza la confesión de Belle. Se sentía en esos instantes un estúpido por dejar que todo aquello sucediera.

- Hemos llegado mi señor - respondió él hombre de seguridad mientras aparcaba la camioneta en el jardín de aquella casa-. Le diré a una de las empleadas que prepare la cena.

- Gracias Basilio - contesto el italiano mientras bajaba junto a la chica del auto.

Belle detalló la casa, era enorme y tenía una decoración en la entrada preciosa de Ángeles.

- ¿Te gusta? Mi padre la construyó para mi madre, muy pocos saben de su existencia.

- ¿Fabri... - quiso preguntar.

- No te preocupes bella mia, él tampoco lo sabe - le dedico una sonrisa-. Entremos así estarás más cómoda.

Marco la tomo de una de sus manos mientras la conducía al interior de la casa, lo primero que ella noto al entrar fue el enorme cuadro de una pintura con su rostro en la sala principal.

- Esto me trae recuerdos a la casa de Calabria - dijo con nostalgia-. Ya veo que nunca los quitaste.

- Era lo único que me mantenía con vida, aunque fueran simples cuadros era feliz viéndote en ellos.

- Quisiera algún día regresar a esa casa - susurro ella-. Podemos.. Tener una familia.

Un hijo – pensó ella. Pero no quería confesarlo.

- Y lo haremos - la tomó de su rostro-. Volveremos a allí y podemos recuperar el tiempo que estuvimos lejos el uno del otro. Seremos felices, lo prometo.

- Te creo, porque jamás me mientes. Eres trasparente y eso me encanta de ti.

- ¿Solo eso? – enarco una ceja gracioso. Aquello la hizo sonreír.