Capítulo 13

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Escaparme del colegio a la hora del almuerzo no estaba en mis planes en la mañana, pero gracias a Frida me encontraba en la motocicleta de Alexander en camino a quien sabe donde. No sabía si matarla yo misma con mis manos o mandar a Savia, la cual haría un gran trabajo.

Me comencé a poner un poco nerviosa cuando por el vidrio del casco vi como la linda vista de parques y casas se convertía en un lugar apartado de todos, solo podía ver arbustos por todos lados, calle de tierra, basurales y lo que parecían ser fábricas abandonadas. No me gustaban los lugares así, eran peligrosos y en los tiempos que estábamos viviendo, buscar acabar en una zanja no era mi prioridad. Lo único que me dejaba un poco "tranquila" era el hecho de que Alexander iba conmigo, era lamentable, pero al haber un hombre a mi lado, las posibilidades de ser asesinada, violada, secuestrada o lo que sea, bajaban, solo por el simple hecho de que un ser masculino me acompañada. Debía escribir un artículo sobre ese tema, era de suma importancia para el colegio, estaba segura que tanto Savia como Santiago lo aceptarían.

Apreté más fuerte la cintura de Alexander, e intenté olvidar aquel asunto, solía psicopatearme bastante.

Diez minutos después de entrar a ese descampado, nos detuvimos frente a una de las tantas fábricas, esta era gigante, quizás más que todas las otras que había visto. El chico frente a mi se quito su casco y giró su rostro observandome, aparte mis brazos de su alrededor y lo mire con el ceño fruncido.

Si, si, lo conocía desde hacía años, pero no había nada a cinco kilómetros a la redonda que me diera confianza. 

Alexander rió y se levantó de la moto colocándose al lado, colgó el casco en el manubrio de esta y acto seguido me quito el mío con amabilidad, también lo colgó y volvió a extenderme su mano. La tomé un poco preocupada, algo que seguro él veía en mi expresión, ya que ladeo su cabeza y con una media sonrisa me hizo una leve señal de que fuera con él. Lo hice, baje de allí y lo seguí sin soltar su mano. Intenté pensar en que las extrañas sensaciones en mi estómago se debían a los nervios y miedo, y no a que él sostenía mi mano y me guiaba con un aura diferente, como si fuéramos realmente cercanos, como si realmente deseara ir a aquel lugar con su extraña compañera que le había pedido que la ayudara a esconderse.

Nos dirigimos, obviamente, a aquella fábrica. Me recordaba a El Santuario, donde vivía Negan con Los Salvadores. Lo cual no me daba nada de confianza, un tipo que mutila cabezas y zombies que te comen vivo no era algo lindo de pensar cuando estabas en un lugar así.

—Ya deja de pensar cosas raras.

La voz de Alexander frente a mi me hizo observarlo. Este miraba la frente, a nuestro destino, iba a unos pasos delante de mí, casi arrastrando conmigo y ayudandome a que no me cayera con los terribles pozos que habían en la tierra.

—Me estas llevando a una fábrica que debe llevar décadas abandonada, en medio de la nada y usas la sonrisita para que yo no me queje.

Bufé.

—No te veo resistirte —giró sobre sus talones y me hizo detenerme a solo centímetros de él —, no quieres resistirte, solo que la parte razonable de tu cerebro te dice que si das un paso más te darás contra una pared —se inclinó hacia mi, haciendo que su aliento chocara con mi boca, a solo centímetros y sin quitar sus profundos ojos de mi —¿A qué le temes exactamente? Jugamos hace tanto y tú solo lo evitas—el suspiro que dejó escapar erizó mi piel —¿Cuánto tiempo más necesitas?

Trague saliva y desvié la mirada al piso dando un paso atrás.

—Seguimos hablando de la fábrica y todo eso ¿Cierto?—murmuré.

Alexander se puso recto y lo oí resoplar, como si ya estuviera llegando a su límite.

Se dio la vuelta y volvió a arrastrarme.

Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora