Capítulo 9

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Observé con alegría a Alexander acercarse con dos hot dogs, uno en cada mano. Moría de hambre, así que cuando me dio el mío dije un rápido gracias y di el primer bocado. 

Oh delicia de los dioses... calorías, acumulense en mi panza, no importa.

Escuché la risa de Alexander frente a mi y lo observe con una sonrisa de labios cerrados mientras masticaba la comida. Que se riera, no me afectaba en lo más mínimo.

—Que envidia de que esa no sea mi salchicha.

¿En serio él acababa de decir eso?

Lo observé atenta por unos segundos, esperando haber escuchado mal, pero su sonrisa maliciosa me dijo que no era así, había escuchado claramente su comentario. No pude evitarlo, tragué con rapidez la comida en mi boca y me reí con fuerzas. Alexander estaba loco, trastornado y se encontraba en plena pubertad con esos chistes.

—Eres el ser más vulgar que conozco —dije cuando deje de reír —, quiero creer que no conquistas a las chicas así y solo quieres molestarme.

Él desvió la mirada al carro de comidas a unos metros de nosotros y negó divertido.

—Suelo actuar romántico —confesó —, pero si lo hago contigo temo que salgas corriendo, y lo divertido es molestarte.

Dio una mordida a su comida.

—Seguro si lo haces dejaría de hablarte —me sinceré.

Alexander no dijo nada, tan solo me dio una rápida mirada y volvió a observar al carro.

—Iré por algo de tomar, y luego de comer comenzamos con las clases de conducción. 

Lo vi alejarse con tranquilidad y suspiré. 

Esperaba que con aquello haya quedado claro que no tenía ningún tipo de interés en él, porque no lo hacía... no lo hacía... no lo hacía... ¿verdad?

—Tomas aquí, y aprietas el acelerador, es automática, por lo que es más fácil —me explicó concentrado.

Estaba parada a su lado mientras él se encontraba sobre la motocicleta, tenía las manos en los manubrios y sentado en ella. Su mirada se turnaba de sus manos a mi rostro. Asentí totalmente convencida de que había entendido cada mínima cosa.

—Es fácil, enciendo y acelero —dije cruzandome de brazos y elevando la barbilla —. Creo que hubiera podido aprenderlo yo sola con un tutorial de youtube.

Alexander sonrió mientras bajaba de la motocicleta y me hacía señal de que subiera. Lo hice, con la mejor cara de autosuficiencia que pude poner, pero lo cierto era que si me daba miedito. Tome los manubrios, coloqué mi pie en el pedal y respire hondo. Era ahora o nunca, oportunidades como en ese momento no iba a tener nuevamente.

—Bien, arranca —dijo el idiota a mi lado. Giré mi rostro para clavar mis ojos en él y ladeé la cabeza —¿Qué? —preguntó serio —No es que muy fácil, pues arranca y date contra el poste que está ahí a tres metros.

Dicho esto sacó una caja de cigarrillos del bolsillo de sus pantalones y tomó uno encendiendolo para luego dar una calada y dejar salir el humor con lentitud. No me gustaba el cigarro, hasta me daba asco su olor, y no soportaba verlo consumir aquello, así que se lo quite, lo tire al suelo y lo pise con mi tacón. Los ojos de Alexander me observaron confundidos y sorprendidos, mientras yo aplastaba con fuerza aquella cosa asquerosa y lo hacía añicos contra el piso.

—Que pena, ya no podrás envenenarte, ahora —sonreí —, podré esto en marcha.

Me di la vuelta y observe al frente, baje el pedal haciendo que la motocicleta encendiera el motor, sentí la vibración de la cosa en la que estaba montada y trague saliva antes de decidirme a acelerar, justo cuando estaba a punto de hacerlo, la mano de Alexander sobre la mía me lo impidió. Su cuerpo se pego en mi costado, su aliento chico con mi rostro, dejando salir el olor a cigarro, el cual por alguna razón no me desagrado tanto y sentí su mano libre posarse en mi cadera.

Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora