Aldo se detuvo frente a la casa de la señora incumplidora de pagos cuando le dije que lo hiciera, y sin dudarlo un segundo, me baje de aquella motocicleta.
—Gracias —dije mientras acomodaba la mochila en mis hombros.
Aún sentía esa extraña y espantosa sensación, unos minutos no habían bastado para tranquilizarme, solo deseaba irme ya mismo. Así que tras una sonrisa forzada me di la vuelta y comencé a caminar en dirección a la casa de la señora.
—Hey, bonita.
Pero la re conch... de la madre, que manía de decir el "bonita"
Bufe antes de voltear y lo observé sin disimular mis ganas de irme.
Aldo se quitó el casco y lo colgó en su brazo mientras hacía rugir el motor. Como si aquello lo hiciera ver sexy e irresistible o algo por el estilo.
—¿Si?
El chico sonrió y me guiño un ojo.
—Dame tú número.
Más que miedo, comenzaba a molestarme.
—No, gracias...
—Dámelo —me cortó —, así cuando Alexander te aburra, me puedes llamar.
Lamí mis labios y observé hacia otro lado, no iba a gastar saliva en responderle, así que tan solo elevé mi mano en forma de despedida y me di la vuelta para caminar con rapidez hacia la puerta de la mujer esa, a la que ya también le tenía asco por no cumplir y hacer que yo tuviera que ir hasta ahí. Toque la puerta deseando que me abrieran de inmediato, pero al sentir la moto alejarse a mis espaldas, respiré con más tranquilidad. Disimuladamente tome mi móvil y me volteé un poco para poder ver de reojo si era Aldo el que se había ido, y efectivamente lo era.
Suspiré y mordí mi labio, esa mala sensación seguía en mis entrañas, pero al menos ya no me sentía en un peligro inminente. Ese chico me caía del asco, además de dar miedo, daba rabia y repugnancia, se notaba que era un machista idiota y con malas costumbres, casi y me había obligado a ir con él, y luego de creer que era la novia de su amigo, se dio el tupé de pedir mi número para cuando "me aburra de Alexander" como si aquello fuera posible, ese tal Aldo no le llegaba ni a los talones a Rivero.
Detuve mis pensamientos, y me golpeé en la cabeza con la palma de mi mano. No tenía permitido estar defendiendo a un delincuente, ni por pensamientos... un delincuente lindo, dulce, tierno, sexy, de labios carnosos, ganador número uno si existiera un concurso de besos.
Ay Naira ¿Si sabes que ya estás derritiendote, no?
—¿Vas a quedarte mucho tiempo más ahí?
Levanté la mirada para encontrarme con la señora, le sonreí, tomé el dinero que me estaba extendiendo y como si satanás me estuviera siguiendo, corrí hacia la parada de autobuses para llegar cuanto antes a mi bella casa y seguir fantaseando con los labios de Alexander.
Estudios.
Mañana traigan un cambio de ropa.
Leí el mensaje de Paula en el grupo del club. ¿Para qué quería que llevemos un cambio de ropa? Esperaba no me hicieran ensuciar... bueno, si, la verdad me gustaba todo lo que era ensuciarse haciendo actividades, y que bueno que al parecer esa vez no íbamos a sentarnos y hablar.
Me incorporé en mi cama y tomé mi laptop de los pies de esta para abrirla. Lo primero que me apareció era fue un artículo de tres años atrás, que había sido escrito unos meses después de que el Centro de rehabilitación para enamorados hubiera salido a la luz. Esto me había aparecido ya que había estado buscando información un par de horas atrás y eso era lo único que medianamente se acercaba a la realidad que yo misma había comprobado. Lo que me resultaba extraño era la manera en que aquella persona extraña afirmaba que no había forma de romper las reglas y salir ileso.
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Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©
Novela JuvenilNaira solo quiere paz, tranquilidad y conseguir la beca para la Universidad. Por eso decide crear el mejor artículo para el periodo escolar, y se infiltra al club anónimo de su colegio: El Centro de rehabilitación para enamorados. Cuando su mayor pr...