Capítulo 5

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Clavé mis ojos en la persona frente a mi y los abrí totalmente sorprendida. No podía haberme equivocado de salón ¿Cierto? Como quien no quiere la cosa, moví mi cabeza a la izquierda y observe el número de la puerta, estaba en el lugar correcto. Entonces ¿Por qué la persona que menos pensaba estaba parada allí, dándome una linda sonrisa amable y divertida?

—Naira, debes pasar —me informó Agustín Navarro, el chico popular del cual todas, supuestamente, estaban embobadas.

Este llevaba una camisa negra que dejaba a la vista sus pectorales y anchos hombros, su cabello rubio y ondeado estaba suelto, llegando hasta sus hombros. Me llevaba unas dos cabezas de altura, lo cual me hacía sentir diminuta ante semejante cuerpo.

Carraspeé volviendo en mi y asentí.

—Perdón —me disculpé y me adentre al salón tras una sonrisa aún más amable de Agustín.

Unos cuantos pares de ojos se posaron en mi, algunos eran "conocidos" y otros, con sinceridad, no tenía ni la mínima idea de quienes se trataban. Me senté en una de las sillas vacías, al lado de un chico del otro curso, era muy conocido ya que resaltaba en cualquier grupo de personas por su actitud afeminada, era como esas chicos gays que no intentan ocultarlo, y estaban orgullosos, como debía ser. Siempre le había tenido envidia a su estilo de vestimenta, era lo más cool que se podía ver en nuestra ciudad sin dudas. Hasta había querido hacer un artículo sobre su genial autoestima, la cual mostraba a través de su actitud y ropa, pero como casi siempre, el articulo había sido rechazado por el equipo del periódico.

—Hola —salude luego de sentarme y le di una rápida ojeada a el lugar.

Las paredes eran de color blanco, pero tenían pintadas algunas palabras, las cuales no llegaba a distinguir desde mi lugar ya que estaban escritas, al parecer, con lápices de colores. En una esquina, al lado de una ventana que estaba abierta y dejaba entrar el aire primaveral, se encontraba un silla igual a la que yo y las demás personas se encontraban sentadas. Estas estaban al fiel estilo de un verdadero centro de rehabilitación de algún vicio, o alguna reunión de esas para personas con enfermedades terminales y demás, todas formaban un circulo en medio del salón, dejando un espacio bastante amplio en medio. 

Una mesa pequeña con vasos y una botella de agua mineral descansaba en la esquina a mi izquierda y una caja del tamaño de un lava ropas forrada de papeles de colores se encontraba en la única esquina que quedaba libre sin ser donde estaba la puerta, ahí se había quedado Agustín, al más estilo de guardia de seguridad.

Las sillas estaban casi todas ocupadas, solo habían dos vacías, supuse que yo había sido la penúltima en llegar, si era el caso que Agustín ocuparía una de ellas. Debía guardar esa información ¿Sería él el fundador del club? No encontraba otra razón para que se estuviera haciendo cargo de recibir a las personas que estaban ingresando.

—Naira, es un gusto que hayas venido, estamos seguros que no te arrepentirás —llevé mi mirada hacia donde provenía la voz.

Paula, a la cual no había visto, me observaba con simpatía mientras acomodaba de forma distraída unos papeles que tenía sobre sus piernas. Su cabello pelirrojo y largo descansaba en uno de sus hombros y el vestido verde que le llegaba hasta el cuello se arrugaba bajo dichas hojas. Unos cuantos "hola" se escucharon por la habitación, provenientes de los otros chicos en mi misma situación. 

—Muchas gracias —dije acomodandome en la silla y colgando mi mochila en el respaldo de la silla.

—Bueno —dijo la chica —Agustín —llevó su vista a él —, puedes sentarte, supongo que Matías llegará en minutos y ya no hace falta nadie.

Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora