Capítulo 3

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El sonido de la vieja lavadora no me permitía escuchar con atención la película aleatoria que estaban dando en la televisión, y subir el volúmen de dicho artefacto no era opción, ya que despertar a papá en su siesta de la tarde era considerado un crimen que te llevaría a lavar su auto durante una semana, así que entre las 4p.m y las 6p.m, mi casa se transformaba en la película El silencio. Lo entendía, trabajar como asistente de abogados no era fácil, llegaba exhausto y agobiado, pero a veces se volvía imposible no hacer ruido.

Ví a mi madre caminar de un lado a otro en la sala mientras intentaba colocar las nuevas cortinas que su amiga le había regalado, eran oscuras, tanto que quedarían geniales en la ventana de mi recámara para los fines de semana, cuando la infantil cortina de Shrek dejaba que toda la luz del sol ingresara e interrumpiera mi sueño. Era una lástima que mi madre prefiriera desperdiciar tan hermosa tela en la sala y cocina.

—Podrías moverte y ayudarme ¿No te parece? 

Suspire resignada. 

No, no me parecía para nada tener que ayudarla a cargar los palos donde las cortinas irían mientras que mi hermano descansaba tranquilamente en su cuarto mirando alguna serie de narcotraficantes o porno, pero no se me podía ocurrir siquiera insinuar o la típica respuesta de "Anthony necesita descansar para la universidad"  saldría de su boca y yo quedaría como la mala.

Sostuve la tela pesada en mis manos mientras que ella levantaba el palo para colocarlo en la ventana, era el tercero y por suerte, el último, ya sentía que mis manos caerían en cualquier momento, seguro estaba teniendo una parálisis en ella y no me daba cuenta. Cuando lancé mi décimo suspiro de cansancio, sentí vibrar mi teléfono en el bolsillo delantero de mi pantalón y por acto reflejo lo tome, ocasionando que la tela de la cortina se escurra de entre mis manos y haga demasiado peso, tanto como para hacer que el palo de la cortina cayera al piso ocasionando un desastre al golpear con una pequeña mesa que mi madre tenía llena de adornos de porcelana, el sonido de cada pequeña pieza rompiéndose invadió el silencio en el cual se encontraba la casa hacía unos diez minutos, y temía levantar la mirada para enfrentarme con el castigo que me sería puesto.

Mordí mi labio observando el desastre que había ocasionado y con cuidado volví a meter mi teléfono dentro del bolsillo de mi pantalón, si ella llegaba a saber que esto había pasado por culpa del maldito celular, me lo quitaría por un mes. 

Los pedacitos de porcelana hacían un espectaculo en el piso de cerámica blanca y trague saliva antes de levantar la mirada.

Mi madre observó la escena atónita, como si aún no creyera lo que veían sus ojos. Su mirada se dirigió hacía mi y cuando apuntó a la puerta de mi habitación, indicando que vaya hacia allí en ese instante, logré respirar con un poco más de tranquilidad. Caminé con cuidado de no pisar nada, como que se me hizo un poco imposible y cuando estaba en medio de la sala, donde el camino era limpio, corrí como si de mi vida se tratara y me encerré en mi recámara. Acababa de tener a un ángel guardián muy atento a mi para que eso haya sido todo lo que paso, pero no estaría tranquila hasta que pudiera hablar nuevamente con mi madre.

Decido recostarme en mi cama y tranquilizar mi frágil corazoncito. Tomé mi teléfono y fruncí el ceño al notar que la razón de que vibrara era un mensaje de WhatsApp de un número desconocido, el cual tampoco tenía foto de perfil. 

Al entrar dejo de respirar, y me siento de un brinco, si antes estaba nerviosa en ese instante sentía que todo iba a colapsar a mi alrededor, y no sabía si reír o llorar mientras repasaba una y otra vez el mensaje.

Buenas tardes, le comunico que a sido aceptada en el Centro de rehabilitación para enamorados. Responda este mensaje si aún esta interesada.

Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora