El trasero de Savia rebotó cuando lo golpeé con mi mano dándole una palmada con fuerza. Aquello dejaría marca, y me reí alejándome de inmediato de su cama. Ella abandonó su pose de estar acostada boca abajo y volteó en mi dirección llevando la mano a su nalga para frotarla.
Sus ojos llamearon observandome.
—¡Idiota! —chilló sin quitar su mano de la zona afectada.
Sonreí con inocencia.
—Lo siento, pero fue muy tentador.
Savia hizo un mohín y volvió a tirarse boca abajo ahogando un grito en la almohada, haciendo que este se escuchara de forma extraña. Me acerque a su lado y acaricié su cabello con ternura, en otro momento ella hubiera agarrado su lamparita de color rosa y me la hubiera lanzado en la cabeza, pero esta vez no, y eso me demostraba que en serio estaba mal.
No me gustaba verla así, pero no sabía como ayudarla. Preguntarle sobre lo sucedido no era una opción, dudaba mucho siquiera fuera a decirme tres palabras sobre el asunto.
—Soy una idiota —la escuche murmurar sin moverse —. Una idiota que se comporto como una niña.
Hice una mueca y coloque las galletas y laptop en el piso al lado de la cama para poder tirarme a su lado. Al parecer si iba a abrirse conmigo.
Me coloque con la vista clavada en el techo, el cual aún tenía esas estrellas fluorescentes que mi madre nos había comprado de pequeñas para que no le tuviéramos miedo a la oscuridad.
—Sabes que no soy buena para dar consejos —suspiré —, es más, soy pésima.
Savia volteó su cabeza en mi dirección e hice lo mismo. Tenía la mirada triste, no recordaba haberle visto una mirada tan triste jamás, ella siempre solía estar de buen humor y era la que sabía cómo mantenernos a Anthony y a mi en orden.
Esbocé una media sonrisa.
—Santiago se enamoró de otra chica —confesó y por primera vez luego de años, dejó que las lágrimas salieran de sus ojos frente a mi —. ¿Y sabes qué? Me lo merezco, porque él siempre quiso estar conmigo y yo fui una idiota que le dijo que no. Por estúpida, por no querer... —se detuvo y apretó los labios apartando la mirada.
—Por no querer, ¿qué? —la incentive.
Sus ojos color miel volvieron a mi y mordió su mejilla interna.
—Por no querer desobedecer a mamá.
Fruncí el ceño y me senté sin dejar de observarla. Savia hizo lo mismo y limpió sus lágrimas con las mangas de su pijama, aquel que no solía usar casi nunca, de mangas largas y pantalón. Todo de color lila.
—¿De qué hablas? ¿Mamá? ¿Qué se supone que tiene que ver ella en tu relación con Santiago?
No entendía que podría tener Santiago para que mi madre no quisiera que estuviera junto a Savia, ni siquiera sabía como era que ella se había enterado de él.
Savia bufó y más lágrimas salieron, su llanto se hizo más fuerte, a ese extremo en el cual ya no se puede parar, cuando solo se quiere llorar y dejar salir un poquito de todo lo malo que nos rodea, conocía ese llanto, solía tenerlo a veces, suponía que todos solíamos tenerlo.
Tenía la leve sospecha que la única razón de la existencia de las lágrimas, era ayudar a limpiar el corazón de la tristeza. Aunque también se lloraba de felicidad, pero nunca me había pasado, y dudaba lo hiciera.
Los brazos de Savia me rodearon tomándome por sorpresa y le correspondí abrazándola.
—¿Que voy a hacer ahora? —preguntó en mi oído —Santiago ya no quiere saber nada de mi...
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Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©
Novela JuvenilNaira solo quiere paz, tranquilidad y conseguir la beca para la Universidad. Por eso decide crear el mejor artículo para el periodo escolar, y se infiltra al club anónimo de su colegio: El Centro de rehabilitación para enamorados. Cuando su mayor pr...