Alexander llevó su vista a la playa y suspiró para luego darle un bocado a su cono de helado. HIce lo mismo mientras pensaba en cómo seguir con aquello. Haber aceptado el comenzar de nuevo con él, no significaba que lo que me inquietaba se hubiera ido. Quizás parecía indecisa o tonta, cualquier chica en mi lugar hubiera querido tirarse a los brazos del chico peligroso y que la quería. Esa adrenalina, Alexander tenía razón, me llamaba de muchas maneras, era la primera vez que un chico me llamaba a esa lagnitud, pero por otra parte, esa vocecita en mi cabeza seguía repitiendo que fuera cuidadosa. Aunque a veces teína miedo de haberme dejado llevar por los rumores y así juzgar a el chico que en realidad siempre se portó bien conmigo.
—Sé que no soy el mejor partido —lo escuché decir a mi lado.
Nos encontrábamos sentados en un pequeño muro que separaba a la playa de la carretera. Con los pies colgando a una altura de unos cinco metros o más.
Giré mi cabeza observandolo, pero él no me miraba, sus ojos seguían fijos en el horizonte.
—¿Quién dijo que yo soy un buen partido? —cuestioné ante su repentina seguridad.
Alexander me observó con una sonrisa.
—Es cierto, eres molesta, sarcástica, fría, y ruda —puso mirada pensativa —. No recuerdo con exactitud, pero desde que hablamos me has golpeado entre unas doscientas y trescientas veces.
En contra de mi voluntad, reí e inconscientemente lo empuje con mi hombro.
—Soy un ángel —afirmé indignada.
Alexander asintió riendo, pero se puso serio nuevamente y me observó con intensidad.
—En serio quiero que sepas que voy a poner todo de mi...
Suspiré.
—Alexander —lo corté —no te apresures, hablas como si, no se, fuéramos a, no se, casarnos en un futuro —cerré los ojos un momento, no quería que suene a rechazo, pero debía expresarme —. No nos apresuremos ¿Si? Vayamos lento y entre nosotros.
Una risa carente de humor salió de su boca y desvió su mirada a sus manos sosteniendo el cono de helado.
—Por lo que veo sigues con eso de que sea secreto.
Obvio que seguía con aquello. Al menos hasta terminar en el Centro, ya luego podría llevar mi vida más tranquila.
—Es mi condición —susurré sin dejar de observarlo, a lo que él movió sus labios a un lado, como si no estuviera muy de acuerdo —, y no es negociable.
Volvió a reír de forma casi imperceptible y asintió sin mucha seguridad.
¿Pero qué le pasaba? Solo le pedía mantener aquello entre nosotros, nada grave.
—¿Quieres ir a mi casa el sábado?
Su pregunta me tomó por sorpresa y me mordí el labio intentando buscar alguna forma coherente de escapar de mi casa.
Maldición, ni siquiera me había cuestionado si ir o no, sino que como escapar.
—Debe ser tarde —le dije con una sonrisa que esperaba fuera coqueta.
Alexander me observó y rió divertido para luego pasar uno de sus brazos por mis hombros y acercarme a él y abrazarme.
—Tarde será entonces, mentirosita —afirmó y sin previo aviso, ensucio la punta de mi nariz con su helado y rió a carcajadas alejándose de allí.
Me paré con cuidado de no convertirme en un pedazo de carne sobre la arena y piedras metros abajo y a pesar de que corrió, no evitó que mi helado fuera a parar directo en medio de su espalda, manchando toda su chaqueta de pandillero de poca monta.
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Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©
Novela JuvenilNaira solo quiere paz, tranquilidad y conseguir la beca para la Universidad. Por eso decide crear el mejor artículo para el periodo escolar, y se infiltra al club anónimo de su colegio: El Centro de rehabilitación para enamorados. Cuando su mayor pr...