Capítulo 38

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Para mi suerte, la charla sobre el secreto de mi padre no se había extendido. Al llegar con mis hermanos, ambos se estaban poniendo de pie para irnos, sus miradas me expresaron que podríamos seguir con el tema, pero al tomar mi mochila y caminar en dirección a la puerta, les deja claro que no era aquello lo que quería. 

Ya en la casa el tema fue diferente, no existió el silencio que me dejó pensar durante el camino, tampoco la paz exterior, porque de la interior ni hablar, era un saco de nervios, pero al menos no tenía a nadie que me presionara o fastidiara. 

Los gritos de mi madre se podían escuchar en todo el vecindario, los de mi padre ni hablar. Y en otro momento hubiera aceptado aquello de boca cerrada y sin rechistar, pero luego de lo que había pasado media hora atrás, tan solo quería escupirle la verdad a el tipo que tenía frente a mi.

Estábamos los tres parados allí, escuchando como ambos nos reclamaban el no haber ido directo a casa, o haberles apagado los teléfonos y no respondido las llamadas. Creí que sería solo eso, sus gritos y reclamos hasta que nos enviaran a nuestras recámaras, pero no, Anthony no tenía esos planes, mi hermano se estaba convirtiendo en alguien desconocido para mi.

—Savia y Naira, vayan a sus recámaras.

No nos pregunto, no nos dio opciones, nos ordenó aquello. Ambas giramos la cabeza hacia él con el ceño fruncido, al igual que el que tenían nuestros padres.

—Tú te callas, ellas no se van —la voz de mi padre se escuchó abrupta y cortante. 

—No, papá —soltó con tono despectivo Thony —. Ellas se van a su recámara y tú y yo hablaremos con tranquilidad a solas —observó a mi madre —, o quizás ella también debería estar en la charla. Aún no estoy muy seguro.

—¿De qué estás hablando, Anthony? —mi madre se cruzó de brazos con desconcierto.

Anthony rió sin humor y volvió a mirar a mi padre.

—¿Y papá? ¿Ella está al tanto de tu celular o solo seremos tú y yo en la conversación?

Si alguna duda me había quedado, la manera en que mi padre cambió su rostro, lo confirmó todo. Thony no se había confundido, no mentía, no estaba equivocado. Mi padre era el ser repugnante que nos había contado a Savia y a mi.

—Vayan a sus recámaras chicas —dijo mi padre nervioso.

Quise negarme, decirle que él no tenía ni un mínimo de derecho sobre mi. A partir de ese momento dejaba de ser mi padre, me daba asco siquiera mirarlo a la cara. Pero antes de poder decir algo, la mano de Savia tomó la mía y me sacó de allí con rapidez. No me llevó a mi recámara, me guió hasta la de ella, la que estaba más alejada de la sala y cerró la puerta tras nosotros al entrar. No dije nada cuando soltó mi mano y tiró la mochila sobre la silla para luego dejarse caer boca arriba en su cama, tan solo imité cada uno de sus movimiento y quede a su lado. Ambas observando las estrellas fosforescentes del techo. 

Las voces en la sala se hicieron más fuertes, mi madre estaba con ellos. No sabía si eso significaba que ella sabía lo que mi padre hacía, o si simplemente había exigido quedarse, cosa que era muy normal viniendo de su parte. 

La mano de Savia se metió dentro de su pantalón y saco su teléfono para encender la bocina con música alta, ocultando las voces de nuestra familia. Sabía que tenía tantas ganas como yo de ir allí y apoyar a Thony, pero también sabíamos que él jamás lo permitiría. Anthony podía tener mil defectos, pero si podía protegernos de algo, lo hacía.

—¿Que vas a hacer? —su voz sonó lejana y apagada.

Tragué saliva.

—¿Sobre qué?

Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora