Capítulo 27

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Quería rendirme, mis piernas ya no daban más, al igual que mis pies, los músculos me dolían de correr y estar agachada allí detrás de aquel contenedor, pero sabía que salir de allí no era una opción. Así que con la respiración acelerada e irregular, volví a marcar el número de Matías, sabía que estaba siendo pesada, densa y desubicada, pero no sabía a quién más recurrir.

El tono volvió a sonar del otro lado de la línea, era la cuarta vez que llamaba, pero él no respondía, hasta que como si fuera una señal, la ruido del motor de la motocicleta inundó en el silencio de la noche y la voz agitada de Matías se hizo escuchar. 

—Hola.

Sollocé al escucharlo, sin poder creer que estuviera en aquella situación.

—Matías.

Sabía que mi voz estaba rota y miedosa, pero no podía ocultarlo, no había forma de dejar de sentirme tan miserable.

—¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Sorbí por mi nariz.

—Matías, necesito tu ayuda, por favor.

—Si, si, dime.

La motocicleta pasó por detrás, pero tan solo me quede allí, agachada y no observé a la calle. Ya no tenía fuerzas para hacerlo. Una música del otro lado de la línea me hizo reaccionar.

—¿Podrías venir por mi?

—¿Hola? No te escucho —sonaba nervioso.

Gruñí. Eso era lo único que me faltaba.

—Necesito tu ayuda, ¿podrías pasar por mi? 

—Naira, no puedo...

Y la llamada se cortó. No me pasó desapercibido la risa femenina contra el micrófono del celular al otro lado de la línea. Cerré los ojos maldiciendo, ahora si estaba perdida, si él no podía venir por mi, no tenía otra opción, solo me quedaba llamar a Savia y esperar a que mis padres no fueran tan extrictos.

—¡Naira!

Temblé, más de lo que ya lo hacía, guardé con nervios el móvil en mi bolsillo y apreté con fuerza mis manos en puños sin moverme de mi lugar. Era la voz de Alexander, no sabía en que momento se había detenido allí, pero estaba justo detrás de mi, simples metros nos separaban y yo solo podía rezar para que al no verme, se fuera. 

—Vamos, Nai. ¿Dónde te has metido?

Si yo misma no hubiera leído aquel mensaje y visto las fotos, caería ante su voz de preocupación y nervios, los cuales parecían que eran por mi, pero la realidad era que se debían a lo que yo pudiera hacer.

Cuando el sonido de sus botas se escuchó a un lado del contenedor, tapé mi boca con terror ocultando un gemido. Al ver su sombra en el suelo acercándose, camine en cuclillas de espaldas hacia un lado, sosteniéndome contra el objeto gigante a mi lado, pero eso no sirvió, en solo segundos el cuerpo de Alexander se encontraba en mi campo de visión. 

Jadeé y abrí los ojos asustada, él me observó con asombro y luego al ver mis intenciones, corrió sosteniéndome del brazo antes de que siquiera pudiera comenzar a correr al ponerme de pie. Forcejé y un grito involuntario brotó de mi garganta al sentir sus manos en mis brazos sujetándome con fuerza, impidiendo que me moviera, y ahí sentí realmente el pánico, a pesar de que su boca no dejaba de repetir una y otra vez de forma amable que lo escuchara. 

Cuando el segundo grito quiso salir, mi boca fue tapada por la palma de su mano, y mi espalda chocó de forma violenta contra el contenedor. El golpe me hizo necesitar aire con urgencia, algo que no podía tener por la palma de la mano de Alexander sobre mi boca, aquello dejaría un moretón enorme y mucho dolor por días. Los ojos se me inundaron aún más, ya no solo por el miedo, sino que por el dolor. El corazón no me paraba de latir con fuerzas y unas inmensas ganas de vomitar me invadieron.

Centro de rehabilitación para enamorados (Completa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora